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Mischa. La montaña de las tres cuevas. Per Olov Enquist. Editorial Siruela (Recomendado: 11-14 años)

26 Jun

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Mischa salió disparada. De vez en cuando se detenía, impaciente, para esperar a los otros tres y cuando la alcanzaban volvía a salir disparada otra vez sin decir ni pío.
Algo apremiaba. Era difícil caminar porque aquella noche había llovido y el suelo estaba mojado, y cuando rozaban alguna rama les caía una ducha que los dejaba completamente empapados. Al cabo de una hora, de repente oyeron a Mischa emitiendo ladridos de posición.
-Ladridos de posición –dijo el abuelo- Mischa ha encontrado algo.
-¿Qué son los ladridos de posición? –preguntó Marcus, pero inmediatamente se le iluminó la cara y señaló con el dedo diciendo:
-¡Mira eso, veo una llamada de posición!
-Marcus –dijo el abuelo-, “llamada de posición” es cuando Mischa, que es un perro de caza, ha encontrado, por ejemplo, un alce. Entonces ladra para que se sepa. El ladrido de posición no se ve. Se oye.
-De cualquier manera estoy viendo un ladrido de posición –dijo Marcus y señaló.
Y allí, a cien metros de distancia, estaba Mischa. Había encontrado el camino. Y quería enseñarles algo.
Se acercaron con cuidado.
Mischa señalaba algo con el hocico, algo que estaba tumbado en lo que era la grieta de una roca a un par de metros de distancia. Era un lobo. El lobo estaba completamente quieto y, cuando se acercaron, vieron que estaba muerto. Había sangrado, vieron que le habían disparado, la bala se le había metido en el pecho. El lobo no había muerto de golpe, porque podían ver rastros de sangre en el suelo. Lo más probable es que intentara arrastrarse y esconderse y no tuviera fuerzas, y murió en la grieta de la roca.
Pero debía de haber andado un trozo porque los cazadores que le dispararon no lo habían encontrado.
-¿Han sido los cazadores furtivos de los que nos habló el oso? –preguntó Mina y se echó a llorar.
-Malditos asesinos –dijo el abuelo. Pero nadie le dijo que no debía decir palabrotas porque todos opinaban lo mismo, aunque no dijesen palabrotas.
-Yo opino lo mismo –dijo Marcus, con el labio inferior temblando visiblemente.
Era un lobo grande, les parecía casi gigantesco. Era hermoso y yacía con los ojos cerrados. Era horrible mirarlo porque seguramente habría sufrido mucho. Pero Mischa parecía impaciente porque no era sólo el lobo muerto lo que les quería mostrar. Saltó sobre la boca, tras la cual crecía un pino cuyas ramas llegaban hasta el suelo.
Allí. Allí había algo.
Marcus fue el primero en entenderlo. Subió arrastrándose hacia el mismo camino, levantó las ramas y lo vio.
-¡Abuelo! –gritó-. ¡Ven a ver esto!
El abuelo y Mina se subieron a la roca y apartaron las ramas.
Vieron asomar un hocico, un par de ojos que los miraba y una criatura pequeñita pequeñita, a la que le temblaba todo el cuerpo.
Era un cachorro de lobo, un lobezno.
Era pequeño como un gato y, al parecer, había seguido a su padre que había sido disparado, pero sin que los cazadores lo viesen. No se había atrevido a abandonar a su padre. No había comprendido que el papá lobo estaba muerto. Y se había escondido junto al papá lobo muerto. Debió de ser una noche horrible, fría y húmeda, porque el lobezno estaba empapado y le temblaba todo el cuerpo. Estaba completamente agotado y casi no se movía.
El abuelo se agachó y levantó al cachorro. Le dio la vuelta y lo examinó con atención, pero el cachorro estaba tan asustado y tan cansado que ni agitaba las piernas ni oponía resistencia, se alejaba sin decir nada.
-Al menos no está herido. Los cazadores no se enteraron de que había también un cachorro. Iban por el lobo grande, pero no se dieron cuenta de la cría.
Miró el lobo muerto un rato y luego negó con la cabeza.
-Qué raro –dijo-. Han matado al padre. Seguramente la madre se habrá salvado. Debe de estar en algún sitio, pero se esconde.
-¿Dónde? –preguntó Mina-. Tenemos que encontrarla.
No lo sé –dijo el abuelo-. Pero seguro que está en alguna guarida esperando a que aparezcan los cazadores. Seguro que no sabe que este peque se ha salvado. Tiene que cuidar del resto de crías.
-Tal vez no tuviera más hijos –dijo Marcus.
Pensaron un rato en lo que había dicho Marcus. Luego pensaron en lo que mamá loba estaría pensando. Y resultó un poco terrible. El lobezno se apretaba junto al abuelo. Mina se quitó la bufanda verde que le había regalado mamá por su cumpleaños y empezó a secar al cachorro.
-Hemos llegado en el momento preciso –dijo el abuelo.. No habría soportado la noche.
-Voy a llamarlo Rubert –dijo Marcus.
-Es una chica –dijo el abuelo.
-Entonces la llamará Maja-Rubert –dijo Marcus.
Y como Ia no estaba allí para decirle que una chica lobo no se podía llamar Maja-Rubert, nadie protestó.
-¿Qué hacemos? –preguntó Mina.
-Tenemos que ir a casa –dijo el abuelo-. Maja-Rubert necesita secarse y entrar en calor. Y sobre todo necesita volver con su mamá.
El cachorro de lobo los miraba con los ojos asustados e intranquilos, y todavía le temblaba todo el cuerpecito. Pero Mina continuó frotándolo con su bufanda. En seguida el lobezno estuvo casi seco.
-Tendremos que llamar a la policía –dijo el abuelo-. Es un delito disparar a los lobos. Tendremos que dejar aquí a papá lobo. Está muerto, pero habrá que investigar el crimen. Los cazadores deben ser castigados. Pero el cachorro nos lo llevamos.
De repente Mina se acordó de algo.
-¡Mischa! ¡Hemos olvidado darle las gracias a Mischa!
Entonces saltó abajo junto a Mischa que estaba tranquilamente sentada junto al pie de la roca y le dio un abrazo enorme. Pudieron ver como Mischa se alegraba, aunque estaba un poco avergonzada porque era un poco tímida, pero contenta sí se puso. Y todos sabían que si no llega a ser por Mischa, que los había obligado a salir a buscar en el bosque, a estas alturas el cachorro de lobo estaría muerto.
Y juntos regresaron a casa.

Per Olov Enquist. La montaña de las tres cuevas. Ed. Siruela

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
Según empieza la lectura de nuestro texto, comenzamos a saber algunas cosas. Leemos como si fuéramos Detectives de lectura. Todavía no sabemos quién es Mischa. Sólo sabemos que salía disparada y se detenía. Sabemos también que Mischa iba con otros tres.

Ayúdate de un súper detective, de los que aparecen en esta página. O en esta otra, también muy interesante.

¿Cuál de ellos te gusta más? Elige un libro de lectura de estas dos páginas. Cualquiera que leas de estos recomendados te servirá para seguir a los mejores investigadores del mundo.

Como ahora te toca a ti, tienes que ir respondiendo a las siguientes preguntas. Si consigues XX , entrarás, por derecho propio, en el famoso club de DELEC, Detectives de Lectura. Por ahora, y para hacerte más fácil tu ingreso en el DELEC, sólo tienes que responder Verdadero o falso a las siguientes cuestiones:

Mischa es un perro   V    F
Mischa emitió unos ladridos. El abuelo los llamaba ladridos de posición    V    F
Mischa encontró un lobo inmenso y todos se murieron de miedo    V    F
Cuando el abuelo cogió al cachorro, vio que estaba herido    V    F
Todos sabían que, de no ser por Mischa, el cachorro estaría muerto   V    F

Si tus respuestas son 3 V y 2 F, ¡enhorabuena! Has conseguido el primer rango del DELEC. Apúntalo bien para ir sumando pruebas que aparecerán en las próximas lecturas y, sobre todo, en el Cuaderno de preguntas.

Y ahora, si te apetece, te ofrecemos esta película, que se llama El último cazador. Eso pondría muy contento al abuelo. Mira antes el tiempo que dura, a ver si puedes dedicárselo, para ver el final. Esperamos que te guste mucho.

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica es Posición. Fue Marcus el que preguntó al abuelo: ¿qué son los ladridos de posición? Y el abuelo explicó que Mischa, cuando encontraba algo, hacía ladridos de posición. Como si fuera un código de la circulación para perros, perras y humanos. Lo que no tenemos son las señales correspondientes, para ver lo que Mischa encontraba. Pero a lo mejor, viendo estas del código de la circulación, podías tú dibujar las señales de Mischa, con las formas y los colores como éstas, que son las que puedes encontrar en bici, en moto, paseando, etc.                                          

curvaCurva a la izquierda
circulacion_exclusiva2Circulación exclusiva para bicicletas
direccionprohjpgDirección prohibida                                                         
peatones_por_izqPeatones deben circular por su izquierda
pro_circular_peatonProhibido circular peatones
animales_sueltos1Animales en libertad

En la siguiente página, que puedes ver en internet, hay señales de prevención (te avisan de lo que va a suceder en la vía pública). De reglamentación (avisan sobre lo que va a pasar en la vía pública). De información (nos dicen lo que va a aparecer en la vía pública: un hospital, primeros auxilios, un restaurante, etc.).

Con la información que te ha dado la lectura, esta actividad consiste en hacer tres señales, que nos indiquen lo que, con sus movimientos, ladridos, y la distancia a la que se encuentra el camino a seguir, nos indicarían las llamadas de posición de Mischa.

Cuentame
Es probable que no hayas tenido una aventura como la de La montaña de las tres cuevas. Pero nos podías contar aquella aventura tan emocionante que tuviste. ¿Cómo se llaman los amigos o amigas con los que fuiste? ¿O fue más una aventura familiar, donde pasó de todo? ¿Qué tal acabó la aventura misteriosa? ¿Tienes abuelos? ¿Te cuentan algunas cosas graciosas, de cuando ellos eran jóvenes? ¿Les cuentas tú a ellos cosas divertidas? A lo mejor, conocen algunos juegos que a ti te gustan. ¿Has aprendido con ellos algún juego?

Cuéntanos cosas que a ti te parezcan interesantes.

 Autor

Per Olov Enquist

Nació el 23 de septiembre de 1934 en Hjoggböle (Suecia).
Estudió Historia de la Literatura y trabajó como colaborador en un periódico además de ser moderador televisivo durante 9 años. Ha vivido en Berlín y California. Además de escritor de novelas es guionista de televisión y cine. Ha recibido varios premios literarios.

 Nuestro observatorio

s datos biográficos del escritor.

 

El cuento de mi vida. Hans Christian Andersen. Ediciones de la Torre

7 Nov

elcuentodemivida

Estaba en la calle. No conocía a nadie, me encontraba totalmente desamparado. De pronto me acordé de que en Odense había leído en los periódicos algo sobre un italiano, de nombre Siboni, que había sido nombrado director del Real Conservatorio de Música de Copenhague. Todo el mundo me decía que tenía buena voz y a lo mejor este hombre estaba dispuesto a ocuparse de mí; si no lo hacía, no tendría otro remedio que buscar aquella misma noche un patrón con el que volver a Fionia. La idea de volver a casa me ponía los pelos de punta y en aquel estado de desesperación me fui a ver a Siboni. Precisamente aquella noche daba una cena en casa, a la que estaban invitados entre otros nuestro célebre compositor, el profesor Weyse, y el poeta Baggesen. A la doncella que me abrió le conté no sólo mis pretensiones de que me contrataran de cantante, sino mi vida entera. Me oyó con el mayor interés y debió repetir gran parte de lo que había contado, a juzgar por lo que tuve que esperar a que volviera. Cuando por fin apareció, la seguían todos los invitados. Todo el mundo me miraba, Siboni me llevó a una sala que tenía un piano y me hizo cantar, mientras él escuchaba atentamente; a continuación recité unas escenas de Holberg y un par de poemas. La pena que me daba lo triste de mi situación hizo que me salieran verdaderas lágrimas, y al auditorio prorrumpió en aplausos.

 “Pronostico que este joven llegará un día a ser alguien”, dijo Baggesen, “pero no te envanezcas cuando el público te dedique sus aplausos”, y luego añadió algo sobre la auténtica naturalidad y lo fácil que era perderla con la edad y el trato de la gente. No entendí todo lo que dijo, pero parece ser que yo tenía un especial talento natural que me convertía en una revelación, por no decir un “fenómeno” verdaderamente original. Yo me creía a pies juntillas lo que la gente me decía y confiaba en la buena voluntad de todos; tenía que decir todo lo que se me pasaba por la cabeza. Siboni prometió educarme la voz y dijo que llegaría a cantar en el Teatro Real. Yo estaba que no cabía en mí de alegría, no sabía si reír o llorar, hasta tal punto que la doncella al despedirme y ver el estado de emoción en que me hallaba, me dio una palmadita en la mejilla aconsejándome que al día siguiente fuera a ver al profesor Weyse, que me había tomado aprecio y que en él podía confiar.

Hans Christian Andersen. El cuento de mi vida. Ediciones de la Torre.

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Las autobiografías son como secretos que nos desvelan sus autores. ¡Cuántas veces hemos leído los cuentos de Andersen! ¡Y cuántas nos los han contado! ¿Quién no recuerda a aquel patito, de color gris, tan distinto a los otros patitos, sus hermanos, que aparecieron como preciosidades, que iban detrás de su madre, la orgullosa pata? Pero aquel patito no. Él sabía lo que todos también sabían y, además, lo dijeron: es un pato muy feo. Era El patito feo.

¿Y os acordáis de aquel emperador, que era tan presumido y le gustaban tanto los trajes? Sí, aquel emperador que tenía que ponerse un traje nuevo todos los días. Lo que supieron unos caraduras, que pensaron: a este emperador lo vamos a camelar. ¡Ya verás el traje que le vamos a vender! Ese timo que sólo se atrevió a desvelar un niño. Fue el único que dijo la verdad: “pero si el emperador no lleva nada”. Y el pueblo entero y luego el emperador se dieron cuenta de que el niño decía la verdad. Y por eso el cuento se llama El traje nuevo del emperador.

Y con algunos hemos llorado, La vendedora de fósforos

Porque los cuentos tan perfectos como éste de La vendedora de fósforos o La pequeña cerillera y muchos de los que escribió Hans Christian Andersen no tienen edad, ni época. Son historias eternas que perdurarán mientras los seres humanos tengan la capacidad de imaginar, de soñar, de reír, de llorar, de leer, de compartir y de ayudar.

Tenía razón aquel poeta Baggesen, cuando dijo “pronostico que este joven llegará un día a ser alguien”. Pasados años y años, no sería la música. Sería la literatura, la lectura del mundo entero la que convertiría a aquel danés, hijo de un zapatero, en uno de los autores cuyos cuentos han sido leídos por centenares, miles de generaciones. Y ahí seguirán, para que otros miles de hombres y mujeres disfruten con su literatura.

          
Palabra magica
Hoy la palabra mágica es confiar. Sí, fue la doncella de Siboni, el recién nombrado director del Real Conservatorio de Música de Copenhague, quien le dijo a Andersen que: “al día siguiente fuera a ver al profesor Weyse, que me había tomado aprecio y que en él podía confiar”. Gracias a esa palabra mágica empieza un largo camino, con gran fama como escritor en Europa. Más que en su propio país. Pero sí recibió, en vida, el reconocimiento del rey de Dinamarca, en 1866. 

Lo que sí tenemos es la suerte de que se creara el mejor premio, con su nombre, a las escritoras y escritores más destacados de la literatura infantil y juvenil. Desde 1956 se concede cada dos años y, desde 1966, también se concede a la ilustración de este tipo de libros.

En esta página, verás a todos los premiados y encontrarás más información sobre este premio.

Cuentame
Hoy tienes dos posibilidades, para que elijas la que prefieras: ¿te acuerdas de algún cuento de Andersen? Dinos el que más te guste y cuéntalo, como si fuera, para nosotros, la primera vez que lo oímos.

 La segunda posibilidad es crear tú un cuento. Hay facilidades que Andersen no tenía: los medios de comunicación eran más limitados, otros no existían y algunos no se podían ni imaginar.

 Hoy dispones de cosas fantásticas y depende sólo de tu imaginación. También viene muy bien ejercitar la memoria, antes de empezar a construir ese edificio que se logra con el tiempo. Piensa que el texto de Andersen que has leído se llama El cuento de mi vida. ¿Por qué no le pedimos prestado al gran autor ese título y empezamos el nuestro? Sí, el cuento de esa vida que, día a día, llevamos y donde van ocurriendo muchas cosas; algunas nos llaman la atención y las consideramos muy importantes; son esas que irán apareciendo en tu cuento. Si te parece una ayuda, aquí tienes diferentes ideas que te pueden servir para lograr tu cuento. A ver si consigues algo fantástico y, al final, resulta que has encontrado tu forma de trabajar y disfrutar, en un futuro. Ojalá que, dentro de un tiempo, leamos, con tu nombre, ese maravilloso cuento que hoy puede empezar. ¡Mucha suerte!

1 Busca un cuaderno o abre un archivo, que colocarás en el escritorio de tu ordenador, para acceder a él muy fácilmente.

2 Empieza a anotar las ideas que recuerdes y que te parezcan interesantes, para escribir tu cuento, sobre alguna de ellas. Es bueno hacerse una serie de preguntas y escribirlas. Luego se irán resolviendo  poco a poco, según vayan apareciendo las respuestas a esas preguntas. 

 3 No hace falta que, cuando empezamos un cuento, pensemos que tiene que ser muy largo o muy corto. Solamente cuando se empieza a escribir se va viendo lo que se necesita decir.

4 En esa interesante historia que se te ha ocurrido o has recordado, ¿sólo estás tú como personaje o hay más personas que vivieron esos momentos contigo? No creas que estorba tener una lista de los personajes que van a intervenir en tu cuento. Pueden ser unos, al principio pero, luego, a lo mejor desaparecen y se incorporan otros. Todo eso se comprobará, según se va escribiendo.

5 En cuanto a tu estilo de escritura, piensa que tú tienes el tuyo propio. No intentes imitar otros que no conoces. Procura que tus palabras no sean las más difíciles, esas que parece que son muy importantes, porque no las entiende nadie. Si hay algo necesario cuando escribimos es la naturalidad. Lo que verdaderamente casi nos sale del corazón. Eso no quiere decir que no inventemos. Claro que una historia puede ser perfectamente inventada por ti. Es tu imaginación la que contará lo que vaya sucediendo.

6 No olvides el “dónde”. En qué lugar suceden los acontecimientos que vas a narrar en tu cuento. Esto es muy necesario para quienes te van a leer.

7 Hay dos palabras muy importantes, cuando escribimos algo (si queremos que la gente lo lea y le guste). Esas palabras son: sencillez y honestidad. Que tu historia se sienta como verdadera, aunque sea inventada.

8 Según vayas escribiendo, es importante que revises lo que has escrito. Probablemente encuentres errores que, siempre, se pueden corregir. “Pero bueno. Si este personaje no vive aquí”. Cosas como esas o parecidas te sucederán a menudo.

9 ¿Tienes escrita ya alguna idea que se pueda leer? A lo mejor, si lees lo que has escrito a alguien de quien te fíes de verdad, puede hacerte sugerencias, preguntarte dudas, confirmar lo que más le guste o lo que menos, etc.

10 Pues bien. Has empezado un nuevo camino. El de escritora o escritor de cuentos. ¿Y si resulta que te encanta y quieres escribir más? ¿Y si has descubierto una afición para la que vales y obtienes una enorme satisfacción? ¿No es cierto que sería estupendo para ti y para quienes te leen o te escuchan?

Mucho ánimo y que te salga muy requetebién.

 Autor

Hans Christian Andersen

Nació el 2 de abril de 1805 en Odense (Dinamarca) Su padre era zapatero con muy pocos recursos y su madre trabajaba de lavandera. El padre murió cuando Hans tenía 11 años y no pudo acabar sus estudios. Se marcho con 14 años a Copenhague a probar suerte cuando su madre se casó de nuevo. 

Consiguió una beca gracias al interés del director de un teatro y así pudo seguir sus estudios. Comenzará a publicar sus primeros relatos.  Viajará mucho. Escribió 164 cuentos. Sus libros son libros para niños pero también gustan a los adultos.

Se creó en Dinamarca un Premio de literatura infantil con su nombre.

 Nuestro observatorio
Se puede ampliar su biografía en Babar

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, otros libros del autor en  Canal Lector.

Cómo Pompón y Tritus encontraron a Mally Pop. René Escudié. Editorial SM

31 Oct

granlobosalvaje 

Al día siguiente, al despertarse, Tritus empezó a meter su hociquillo por entre los pelos de la barriga de Pompón.
-¡Eh, eh, alto ahí! –gruñó éste-. Ya te dije que no hay nada que mamar. ¡Que soy un perro, hijo, un perro, no una perra!
Tritus se quedó mirando debajo de su hocico, la cabeza doblada, con aire de estar diciéndole:
-De acuerdo, lo comprendo, no se puede mamar… pero, a pesar de todo, ¡tengo hambre!
El viejo perro se sacudió, se aseó rápidamente a base de unas rápidas lametadas, imitado punto por punto por el pequeño.
-Tienes razón –dijo finalmente-. Es preciso encontrar algo que comer. Y también tenemos que encontrar un sitio donde dejarte. Compréndelo, lo he pensado bien, realmente no puedes venir conmigo a buscar a Gran-Lobo-Salvaje. Eres demasiado pequeño.
Husmeó el aire, volviendo la cabeza a todos los lados.
-Por allá hay un pueblo –dijo finalmente, señalando en una dirección-. No está del todo en mi itinerario, pero, en fin, quien dice pueblo dice montañas de desperdicios, y cubos de basura, y también gente a quienes les gustan los perrillos.
Así pues, echaron a andar por el carrascal. A su alrededor no había más que hierba pobre, escasa y baja, piedras blancas, olorosas flores, recias matas de tomillo.
Por encima de ellos, el sol iba subiendo a lo largo del cielo azul, calentando más y más.
-El setter me dijo –comentó a media voz el viejo Pompón- que nuestros antepasados los lobos sólo caminaban por la noche, y que durante el día dormían ocultos, igual que todos los demás animales salvajes. Pero que desde que vivimos con los hombres, hacemos igual que ellos. ¡Somos idiotas!
Finalmente divisaron un poblado. Desparramándose por la ladera, un rebaño de techos ocres descendía escalonadamente, hasta llegar al verdor de la llanura.
Encontraron un pequeño ribazo que bajaron con precaución. Las piedras rodaban bajo sus patas. Dos o tres veces, Tritus perdió el equilibrio, rodaba unos cuantos metros y siempre acababa, con cara de asombro, detenido por un matorral.
Pompón lo levantaba dándole un empujón con el morro.
De repente, se acabó la pendiente. Había hierba y, más lejos, el gran lecho seco de un río que sólo llevaba entre las arenas un hilillo de agua que corría perezosamente de charco en charco.
Pompón echó a correr seguido por Tritus y empezó a beber a grandes tragos.
Al oír el chasquear de la lengua, Tritus se dijo que allí había algo bueno y acercó el morro a la superficie del agua. Aquello no olía a nada, no tenía aspecto de nada; sobre todo, no se parecía en nada a la leche, tan buena, de su madre. Aspiró por la nariz y retrocedió.
Pompón comprendió que el cachorro nunca había bebido todavía agua. Entonces le pasó varias veces por el morro su lengua húmeda. El perrillo, extrañado al principio, se lamió finalmente el borde del hocico; sintió que estaba seco y su cuerpecito sediento se estremeció de placer. Intentó entonces mamar en la superficie líquida, pero el agua entró por las narices. Estornudó.
Pompón se echó a reír.
-¡Así no, hijo, así no…! Mira, así…
Le enseñó cómo hacerlo y el cachorro le imitó.
Después de beber agua hasta hartarse, se dirigieron hacia el pueblo, al que rodearon en busca de alimento.
Guiado por su olfato, Pompón se dirigió a una calle desierta de la que aún no habían retirado la basura. Desgraciadamente, los cubos colgaban de unos ganchos, fuera de su alcance.
Finalmente, un poco más lejos, vieron dos o tres cubos sobre la acera. Pero ya otro perro andaba rebuscando por allí: un cocker marrón de pelo largo, que había desparramado el contenido de uno de los cubos y lo estaba revolviendo tan alegremente.
-¡Hola! –dijo el cocker moviendo amistosamente su pequeño trocito de rabo-. Acercaos sin miedo. Donde come uno, comen tres. Además, si estoy revolviendo los cubos de basura no es porque tenga hambre, sino porque me divierte, y porque está prohibido, y porque me gusta mucho hacer lo que está prohibido.
Se retiró un poco, e invitó a Pompón a servirse de un papelón lleno de cortezas de queso, de recortes de carne, de huesos de pollo y mendrugos de pan.
-¡Hale, amigo, cosa fina!
Fue a rebuscar un poco más lejos y volvió haciendo rodar, con su hocico largo y fino, una lata abierta de leche condensada, hasta donde estaba Tritus.
-¡Venga, pequeño, disfruta! Cuando acabes con ésta, hay más latas.
Pompón y Tritus no se lo hicieron repetir dos veces. Arremetieron el uno contra los restos, el otro contra la lata de leche condensada, y pronto quedaron hartos. El cocker jugueteaba junto a ellos, encantado de verlos comer con tanta satisfacción.
Cuando hubieron acabado, se miraron los tres.
Iba Pompón a dar las gracias al cocker cuando se oyó el ruido de una puerta que se abría:
-¡Mis cubos de basura! –gritó una estridente voz de mujer.
Los tres perros echaron a correr al mismo tiempo, en medio de una nube de polvo.

René Escudié. Gran-lobo-salvaje. Editorial SM.
          
Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Hoy hemos leído una historia de perros. Sí, de perros que andaban por ahí: Pompón, un perro que ya tiene más edad. Tritus, un cachorro abandonado en la carretera y Mally Pop, un perro de la ciudad. Los tres se encuentran y se unen, porque uno, Pompón, andaba buscando al Gran Lobo Salvaje.

Las historias de perros abandonados no hacen más que aparecer en la televisión, en periódicos, en nuestras pantallas del ordenador, en muchos sitios. Demasiados. Y menos mal que aparecen en los medios de comunicación y personas concretas, asociaciones, grupos de gente que protegen a los animales se unen. Dan su trabajo, su dinero, su lugar de vida para que estos abandonados puedan vivir. Y también hay gente, como dice el texto, “a quienes les gustan los perrillos”. Gracias a esta fantástica gente podemos ver a algunos que se han salvado, como Lucy. Son los de la suerte.

Cachorros abandonados con suerte: 1, 2, 3, 4


Palabra magica
La palabra mágica hoy es hambre.

Hemos visto lo que sucede en este planeta con algunos de los compañeros habitantes: los animales. Pero nos parece mucho más increíble que personas, niñas y niños de este hermoso lugar en el firmamento pasen hambre hasta morir. Los datos, como ahora leerás dicen que más de seis millones de niños mueren al año de hambre.

Muchos artistas, gran cantidad de gente intenta, como puede, luchar contra ese terrible mal que afecta a la Humanidad. Procura informarte, en el lugar donde vives, qué podemos hacer nosotros, las ciudadanas y los ciudadanos de a pie, para ayudar a esos millones de personas que pasan hambre.

Aquí tienes dos páginas de artistas que quizá conozcas. Disfruta con ellos, y atiende a sus mensajes.

Michael Jackson, Melendi

Ojalá que algún día podamos estrecharnos las manos y estrechar las de algún niño que ahora no pasa hambre.

Cuentame
Hemos leído y visto muchas cosas tristes y terribles sobre el hambre en el mundo. Pero nos vamos a quedar con otra palabra mágica, que nunca queremos olvidar para nuestra vida: ilusión. Hemos visto la tristeza, el dolor, el hambre, la muerte. Pero queremos seguir luchando, para que el mundo mejore. Y lo que seguimos teniendo es, a nuestro lado, la palabra mágica ilusión. No vamos a perderla. ¿Te interesa, te animas, te apetece, o el verbo que tú quieras, seguir para que el mundo mejore?

Si sabes de un lugar, en tu ciudad, en tu Comunidad, donde haya algún centro, Organización o personas, coméntalo, si te lo preguntan. A lo mejor, encuentras a alguien que esté interesada o interesado en las medidas que se pueden adoptar para ver si, entre todos, ayudamos a los que lo necesitan.

Aquí tienes una página que te puede servir en esta labor. Que tengas muchísima suerte y a ver si logramos algo interesante.
Coordinadora de ONGD

 Autor

René Escudié

Nació en el año de 1941 en  Clermont-Ferrand (Francia)

Se dedica a la escritura y la dramaturgía en un pequeño pueblo cerca de Montpellier, Cournonsec (Francia). Sus libros se han publicado en muchos países, siendo él mismo en muchos casos el que traduce sus obras.

Durante muchos años, ha dirigido talleres de escritura dentro y fuera de la escuela, así como cursos a docentes sobre escritura. Miembro fundador de La Charte des auteurs et illustrateurs du livre de jeunesse de Francia.

 Nuestro observatorio
Se puede consultar su biografía  en Ricochet.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, otro libro de René Escudié en  Canal Lector.