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Gasipum y popotraques. Roald Dahl. Editorial Alfaguara (Recomendado: 11-14 años)

11 Jun

grangigantebonachon

Sofía no solo empezaba a sentir apetito, sino que también estaba muy sedienta. De estar en su casa, ya habría terminado el desayuno mucho antes.
-¿Estás seguro de que no hay nada para comer, por aquí, aparte esos repelentes pepinásperos? –preguntó.
-¡Ni una pipipulga! –contestó el Gran Gigante Bonachón.
-En ese caso, ¿puedo beber un poco de agua?
-¿Agua? –repitió el GGB, frunciendo el ceño-. ¿Qué es el agua?
-¡Lo que nosotros bebemos! –dijo Sofía-. ¿Qué tomáis vosotros?
-¿Nosotros? ¡Gasipum! –contestó Bonachón-. Todos los gigantes beben gasipum.
-¿Y es tan malo como los dichosos pepinásperos? –quiso saber Sofía.
-¿Malo? -protestó el GGB-. ¡Nada de malo! El gasipum es dulce y alegroso.
Se levantó de la silla y se dirigió a un segundo armario enorme del que sacó una botella de vidrio que mediría dos metros de altura. Estaba medio llena de un líquido verde pálido.
-¡Esto es el gasipum! –anunció, alzando la botella con orgullo, como si se tratase de algún vino viejo y raro-. ¡Delicioso y picoso gasipum!
Agitó la botella, y el líquido verde comenzó a burbujear como loco.
-¡Oh, pero si las burbujas van al revés! –exclamó Sofía.
Y así era. En vez de subir y estallar en la superficie, las burbujas descendían y estallaban en el fondo, donde se formaba una espuma verde.
-¿Qué demonio quieres decir con eso de que van al revés?–gruño Bonachón.
-En nuestras bebidas gaseosas –explicó Sofía-, las burbujas siempre suben y estallan arriba.
-¡Pues eso es mal! -afirmó el GGB-. Las buruburubujas no tienen que subir. Es la tontería más torontonta que he oído.
-¿Por qué?
-¿Y tú me preguntas por qué? –gritó el gigante, moviendo la botella de un lado a otro, como si dirigiese una orquesta-. ¿De veras quieres hacerme creer que no entiendes qué es un dispirate, eee… un disraspate, eso de las buruburujas tengan que subir en vez de bajar?
-No entiendo. ¿Quieres explicarte de una vez? –preguntó Sofía, muy educadita.
-¡Claro! –voceó el Gran Gigante Bonachón-. Es una torontontería, eso de las buburujas subiendo. Y si no lo entiendes, es que es más boba que un perripato. Tu cabeza debe de ser llena de rabos de recuajo y patas de mosquito. ¡Me asusta ver que no sabes pensar!
-¿Por qué no han de subir las burbujas –inquirió Sofía.
-Te lo diré, pero antes isplícame cómo se llama vuestro gasipum.
-Tenemos la Coca –contestó Sofía-. Otra es la Pepsi, pero hay muchas marcas y clases de bebidas gaseosas.
– ¿Y en todas suben las buruburuburujas?
-¡Sí, claro!
Catastroso! –exclamó el GGB-. ¡Buruburuburujas subiendo son una catastrosa desástrofe!
-Dime por qué –insistió la niña.
-Si escuchas bien, trataré de explicártelo –dijo el gigante-. Pero tu seso es tan lleno de pulguirrabijos, que no creo que lo entiendas.
-Haré cuanto sea posible –respondió Sofía con paciencia.
-Bien… Cuando tú bebes esa coquia vuestra, cae diridectamente a tu barriga, ¿no? ¿O me evicoco?
-No te equivocas –dijo Sofía.
-Y las burburujas van también a la barriga. ¿O no es así?
-Sí que van, claro.
-¿Y esas burburujas suben?
-¡Naturalmente!
-Lo que quiere dicir que saldrán todas, blup-blup, por la garganta y por la boca y os harán soltar un uructo asqueroso…
-Eso sucede con frecuencia, sí –admitió Sofía-. Pero un pequeño eructo de vez en cuando, no tiene importancia. Casi es divertido.
Uructar es muy feo! –exclamó Bonachón-. Los gingantes nunca lo hacemos.
-Sin embargo, con esa bebida… -señaló Sofía-. ¿Cómo la llamáis?
-Gasipum.
-Con el gasipum –dijo la niña- las burbujas de vuestras barrigas bajarán y… tendrán un resultado todavía peor.
-¿Por qué peor? –preguntó el GGB, sorprendido.
-Porque… -respondió Sofía, sonrojándose un poquito-, si bajan en vez de subir, tendrán que salir por otra parte, con un ruido aún más fuerte y más ordinario.
-¡Ah, con un popotraque, quieres decir! –exclamó el Gran Gigante Bonachón, muy sonriente-. ¡Los gingantes soltamos popotraques continuamente! Eso es señal de filicidad. ¡Es música para nuestros oídos! No vas a dicirme que un poco de popotraqueo es cosa prohibida entre los guisantes humanos…
-Se considera de muy mala educación –contestó Sofía.
-Pero tú bien debes soltar algún popotraque de vez en cuando ¿no? –quiso saber el GGB.
-Todo el mundo lo hace –reconoció la niña-. Los reyes y las reinas popotraquean, como lo llamáis. Y los bebés. Pero en mi tierra no es fino hablar de eso.
Rindículo! –dijo el gigante-. Si todo el mundo hace popotraques, ¿por qué no hablar de ello? Ahora mismo voy a beber un trago del dilicioso gasipum, y verás qué buen resultado.
El GGB agitó la botella con fuerza. El líquido verde pálido empezó a burbujear alegremente. Entonces, Bonachón quitó el tapón y tomó un enorme y gorgoteante sorbo.
-¡Hum, qué sabigustoso! –comentó-. ¡Me tusiásmisa!
El GGB permaneció inmóvil durante unos segundos, y una expresión de embeleso empezó a extenderse por su cara larga y arrugada. Hasta que, de pronto, la bebida hizo su efecto y el gigante soltó una serie de ruidos, los más sonoros y ordinarios que Sofía hubiese oído jamás. Retumbaban contra las paredes de la cueva como truenos, y los botes de vidrio temblaron en sus estantes. Pero lo más asombroso fue que la fuerza de las explosiones levantó al gigante del suelo, casi como un cohete.
-¡Yuppiii! –gritó Bonachón al fin, cuando se vio de nuevo en el suelo-. ¡Y ahora te toca a ti!
Sofía se echó a reír, no podía contenerse.
-¡Pruébalo! –insistió el Gran Gigante Bonachón, al mismo tiempo que inclinaba hacia ella la colosal botella.
-¿No tienes una taza? –preguntó la niña.
-Nada de tazas. Sólo botella.
Sofía abrió la boca y el gigante vertió en ella, con sumo cuidado, un poco de aquel formidable gasipum.
-¡Mmmmm, sí era riquísimo! Dulce y muy refrescante. Sabía a vainilla y crema, con un ligero aroma de frambuesas al paladearlo bien. Y las burbujas resultaban agradabilísimas. Sofía notó cómo le saltaban y estaban en el interior de su barriga. Era una sensación estupenda. Le parecía tener centenares de diminutos seres danzando en su interior y haciéndole cosquillas con los dedos de los pies. ¡Qué divertido!
-¡Oh, qué gracia! –dijo.
-¡Espera, espera! –respondió el GGB, con unas orejas que se movían como abanicos.
Sofía sintió que las burbujas bajaban y bajaban por su barriga, hasta que, de repente y sin que ella pudiera evitarlo, ¡se produjo la explosión! Sonaron las trompetas y las paredes de la cueva resonaron como antes.
-¡Bravo! –gritó el Gran Gigante Bonachón, agitando la botella-. ¡Muy bien, para ser una primcipiante! ¡Vamos a tomar otro trago!

Roald Dahl. El gran gigante bonachón. Editorial Alfaguara

Propuestas para mediadoras y para mediadores

Texto

Partimos de un principio, que se basa sólo en el nombre del título del libro de Roald Dahl: El Gran Gigante Bonachón.
Oscar Wilde escribió El gigante egoísta, ahora en editorial Laberinto. En la página de Ciudad Seva, podemos leer, también, el texto completo de Oscar Wilde.
Sí, casi nunca han tenido buena prensa los gigantes en los cuentos. Han sido egoístas, perversos, malvados y toda una serie de adjetivos que no les hacían ningún favor. Hasta se han hecho películas, libros, dibujos animados y muchas cosas, para prevenirnos de los espantosos gigantes, como Jack el Caza Gigantes

Pero sólo el título de Roald Dahl plantea algo diferente: el aumentativo bonachón (no podía ser menos, tratándose de un gigante) es el que es muy bueno, amable, dócil, crédulo. Nada que ver con la imagen que nos han dado la literatura o el cine, de los gigantes.

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es beber. Toda la historia se desarrolla en torno a esa palabra. Fue Sofía la que sentía hambre y sed. Y ya casi le importaba menos el hambre que tenía. Quería, sobre todo, beber. Y no pedía ninguna cosa rara y difícil de conseguir. Pedía sólo agua. ¿Se puede pedir menos a alguien que un vaso de agua?

Pues ese fue el principio. El gigante era tan bueno, tan bonachón, que quiso ofrecerle lo más maravilloso, lo más preciado para los gigantes a la pobre Sofía. Y ahí empezaron a desarrollarse los acontecimientos. ¿Sería que el Gigante Bonachón era uno de los defensores más importantes del planeta, en el ahorro de agua?

¿Conocería la información que ahora puedes ver?

No. Nada más lejos de todo esto. Él sólo quería ofrecer a Sofía, para su sed, lo mejor que tenía. Es un rasgo de generosidad impresionante. Le ofrecía algo que era como una joya de la que él disfrutaba. Le ofrecía ¡Gasipum! Tan maravilloso era el gasipum para el Gigante, que empezó a decir cosas raras con sus palabras. Seguro que lo has descubierto ya.

Cuentame

¿Cómo crees que reaccionó Sofía, cuando el Gigante le ofreció el gasipum? ¿Crees que tú habrías hecho lo mismo? Probablemente, la pregunta que te harían los mayores que te quieren y las personas de las que podemos fiarnos del todo, sería: ¿cómo se te ocurre probar algo que no conoces? Lo que has leído es literatura, donde todo es posible. Hasta que existan los gigantes, que además sean bonachones y que, encima, tengan una bebida riquísima, aunque produzca efectos de ruidos, que dan bastante vergüenza. Lo que sin duda, es bastante divertido. Pero lo que nos apetece que nos cuentes son varias cosas. A ver si puedes estrujar un poco tu memoria.

¿Hay, donde vives, alguien con tamaño suficiente como para llamarlo Gigante? Puede ser una chica o un chico. ¿Se dedica a algo en especial? ¿Juega al baloncesto? ¿Se dedica a subir a hombros a los pequeños, que hacen cola para ser los primeros que van en el gigante? ¿Te gustaría tener un tamaño para que te llamaran gigante o prefieres ser como eres?

Por si te apetece, y antes de decidir sobre tu tamaño futuro, aquí puedes ver un video sobre el hombre más alto del mundo.

En estas otras páginas nos hablan del Gran Gigante Bonachón y del próximo estreno de la película dirigida por Steven Spielberg.

Autor

Roald Dahl

Nació el 13 de septiembre de 1916 en Llandaff (Inglaterra) y murió en Oxford (Inglaterra) el 23 de noviembre de 1990.

De origen noruego. Su padre murió cuando él tenía 3 años. Fue a una escuela cercana a su casa hasta los 9 años y después a un internado en un colegio inglés. Terminó el bachillerato con 18 años. A su madre le hubiera gustado que estudiara en la Universidad pero él no quiso y comenzó a trabajar para una compañía de petróleo. Su deseo era viajar y se marchó a África. De esa época dice: “Era una vida fantástica (…) Aprendí a hablar swahili. Viajaba hacia el interior del país visitando minas de diamantes, plantaciones de sisal, minas de oro y todo lo demás. Había jirafas, elefantes, cebras, leones y antílopes por todas partes, y también serpientes…”

Se casó en 1953 y fue padre de cinco hijos a los que contaba cuentos. Escribía los libros en una cabaña que había al fondo de su casa.

Él decía que estaba siempre a favor de los niños. Le gustaban los deportes y la fotografía. Muchos de sus libros han sido llevados al cine.

El ilustrador de la mayoría de sus libros fue Quentin Blake. Este dijo de Roald Dahl que tenía la capacidad de imaginar situaciones surrealistas igual que él. Además comentó que supo crear en sus libros un mundo entre lo real y lo insólito.

Nuestro observatorio
En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre Roald Dahl, además de conocer su página web y un estudio sobre su vida y obra de Imaginaria.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector.

 

La niña loba. Alvin Schwartz. Editorial Everest (Recomendado: 14-16 años)

9 Abr

historiasdemiedo

Si sales de Del Río, en Texas, y avanzas por el desierto en dirección noroeste, terminas llegando al Río del Diablo. Entre 1830 y 1840 un trampero llamado John Dent y su esposa Mollie se establecieron en el lugar donde Arroyo Seco desemboca en el Río del Diablo. Por allí había muchos castores y Dent los cazaba. Mollie y él construyeron una cabaña con ramas, y le añadieron un pequeño cobertizo para que les diera sombra.
Mollie Dent quedó embarazada. Cuando estaba a punto de dar a luz, John Dent se fue a caballo a la casa de sus vecinos más cercanos, a varios kilómetros de distancia.
-Mi mujer va a tener un hijo –les dijo al hombre y a su esposa-. ¿Pueden ayudarnos?
Ellos se ofrecieron para ir inmediatamente. Estaban a punto de ponerse en marcha, cuando se desató una gran tormenta. Un rayo cayó sobre John Dent, matándole en el acto. Los vecinos no pudieron llegar a la cabaña hasta el día siguiente. Cuando llegaron, Mollie también había muerto.
Parecía que había dado a luz a su hijo antes de morir, pero el matrimonio no pudo encontrar al bebé. Pensaron que había sido devorado por los lobos, ya que encontraron huellas de esos animales por doquier. Enterraron a Mollie y se fueron.
Unos años después, empezó a circular una extraña historia. Algunas personas juraban que no era más que la pura verdad. Otras decían que algo así no podía ocurrir de ninguna manera.
La historia comienza en un pequeño asentamiento a menos de veinte kilómetros de la tumba de Mollie Dent. Una mañana muy temprano, una manada de lobos salió del desierto a la carrera y mató unas cabras. Ataques como esos eran corrientes en aquella época, pero éste tuvo algo especial: un muchacho dijo haber visto a una niña desnuda de largo cabello rubio corriendo entre los lobos.
Un año o dos después, una mujer se encontró con un grupo de lobos devorando una cabra que acababan de matar. Afirmaba que una niña desnuda, de largo cabello rubio, estaba comiendo con ellos. Al ver a la mujer huyeron a la carrera. La mujer decía que al principio la niña iba a cuatro patas, como los lobos, pero que después se puso de pie y corrió como una persona, sólo que a la velocidad de los animales.
La gente empezó a preguntarse si esta “niña loba” no sería la hija de Mollie Dent. ¿Se la habría llevado una loba el día que nació y la habría criado con sus cachorros? Si era así, tenía que tener entre diez y once años.
Al hacerse la historia más popular, unos cuantos hombres comenzaron a buscar a la niña. Buscaron a lo largo de los márgenes de los ríos y en el desierto y sus cañones. Se dice que, un día, la encontraron caminando por un cañón con un lobo a cada lado. Cuando los animales huyeron, la niña se escondió en una hendidura de la pared del cañón.
Los hombres trataron de agarrarla, pero ella luchó mordiendo y arañando como un animal furioso. Cuando la capturaron empezó a gritar como una niña aterrada, al tiempo que aullaba de modo lastimero.
Sus captores la ataron con cuerdas, la colocaron boca abajo sobre un caballo y la llevaron a un pequeño rancho en el desierto. Decidieron entregarla al sheriff al día siguiente. Entre tanto, la metieron en una habitación vacía y la desataron; la pequeña, aterrada, se escondió en las sombras. La dejaron allí y cerraron la puerta.
Al poco rato se puso a gritar y aullar otra vez. Los hombres pensaron que iban a volverse locos si tenían que seguir escuchándola pero al cabo de un rato calló por fin.
Al anochecer se empezaron a oír aullidos de lobo en la lejanía. La gente decía que, cuando se callaban, la niña les respondía aullando.
La historia continúa diciendo que los aullidos fueron en aumento: llegaban de todas las direcciones y se acercaban cada vez más a la casa. De repente, como obedeciendo a una señal, los lobos atacaron los caballos y el resto del ganado. Los hombres salieron de la casa y, disparando sus pistolas, se internaron en la oscuridad.
En la habitación donde habían dejado a la niña, en lo alto de la pared, había una pequeña ventana con un tablón cruzado, sujeto con clavos. La niña arrancó el tablón, se deslizó por la ventana y desapareció.
Pasaron los años y no se volvió a saber nada de ella. Hasta que un día, unos jinetes en un recodo del Río Grande, cerca del Río del Diablo, divisaron a una joven de largo cabello rubio alimentando a dos lobeznos. Cuando la muchacha los vio, apretó los cachorros contra su pecho y corrió a esconderse en la espesura. La siguieron a caballo, pero no pudieron alcanzarla. Después buscaron por todas partes y no alcanzaron ni rastro de ella.
Eso es lo último que sabemos de la niña loba. Y es allí, en el desierto, cerca del Río Grande, donde este cuento termina.

Alvin Schwartz. Historias de miedo 3. Editorial Everest
Propuestas para mediadoras y mediadores
Texto
Estamos en el Río del Diablo, con John Dent, el trampero y su esposa Mollie. Estamos en un lugar donde había muchos castores. Quizá alguno de estos que vamos a ver ahora. Puede que sean de los que se salvaron de John Dent, experto cazador, en el texto de Alvin Schwartz, de su libro Historias de miedo.
Porque eso es la Literatura. La que nos permite trasladarnos a sitios tan lejanos, de Texas a Canadá, con historias tan distintas. De los lobos a los castores. Vemos a los castores, en esta página.
Y nos habla Schwartz, en Historias de miedo, de aquella niña desnuda, de largo cabello rubio, que iba corriendo entre los lobos. Todo son historias. Es decir, sucesos reales o imaginarios. En el fondo, aventuras.

Palabra magica
Nuestra palabra mágica hoy es rayo. Es el rayo, que el diccionario de la RAE define como «chispa eléctrica de gran intensidad producida por descarga entre dos nubes o entre una nube y la tierra», el que mata a John Dent.
Cualquiera como uno de los que aparecen en esta página.
Pues sí. Quienes hemos leído y releído el texto, hemos llegado a la conclusión de que es la palabra en torno a la que se desarrollan todos los acontecimientos que suceden. Es decir: la historia de este texto. ¿Estás de acuerdo con nosotros? Responde a las siguientes cuestiones:

  • Los vecinos del matrimonio Dent fueron muy deprisa y gracias a ello se salvaron la niña y la madre. (B)
  • A la niña de los Dent la vio, mucho tiempo después, un muchacho que dijo haber visto a una niña desnuda, de largo cabello rubio. (R)
  • Unos hombres, años más tarde, dijeron que esa niña tenía que ser adoptada. Y una pareja lo hizo y la llamó Loba Perdida. (N)
  • Años más tarde, unos jinetes vieron a una joven, de cabello rubio, alimentando a unos lobeznos. (A)
  • Después de que los jinetes vieran a la joven, todo el pueblo salió a recibirla para que se quedase con ellos. (P)
  • Cuando aparecieron los jinetes, la joven apretó a los cachorros contra su pecho. (Y)
  • Al final, ni los jinetes ni nadie pudo alcanzar a la muchacha. (O)

Si con tus respuestas puedes formar el nombre de una chispa eléctrica de gran intensidad, ¡enhorabuena!
Cuentame
Y ahora, si todavía te quedan fuerzas, es tu turno. Quizá no te haya pasado nunca. No hay problema. Queríamos que nos contaras la última historia que has vivido, donde pasaste miedo, de verdad. ¿Nunca se te han llenado de color rojo, las páginas del libro de crímenes que estabas leyendo? Ah, no. Quizá los gritos que has oído provenían del ordenador. De aquellas páginas que viste y que hoy recuerdas diciendo: ¿por qué les haría caso? Sólo a mí se me ocurre ver el miedo, el horror.

Autor

Alvin Schwartz

Nació el  25 de abril de 1927 en Nueva York (USA) y murió el 14 de marzo de 1992 en Nueva Jersey (USA).
Autor de más de cincuenta libros, le gustaba el folclore y los juegos de palabras. Estuvo una temporada en la marina para después interesarse por la escritura, siendo periodista en varios medios. Posteriormente se dedicó a la literatura, siendo sus libros de miedo los más conocidos.
Nuestro observatorio
Más datos biográficos de Alvin Schwart aquí

Bibliografía
Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector