Tag Archives: Nacimiento

El geniecillo del agua. Otfried Preussler. Editorial Noguer (Recomendado: 8 años)

31 Jul

Elgeniecillodelagua

Un día, cuando el genio del agua llegó a casa, su mujer le dijo:
-Por favor, hoy no hagas ruido, porque hemos tenido un chico.
-¡Qué dices! –exclamó lleno de alegría el genio del agua-. ¡Un chico de carne y hueso!
-Sí, un verdadero geniecillo del agua. Pero haz el favor de quitarte las botas y de no hacer ruido cuando vayas a verlo. Creo que duerme.
Entonces el genio del agua se quitó las botas de color amarillo y entró de puntillas en la casa. La casa estaba hecha de juncos y se levantaba en la parte más profunda de la presa del molino. No la construyeron con argamasa, sino con barro, pues se trataba de la casa de un genio del agua. Por lo demás, era igual que las otras casas, aunque mucho más pequeña. Tenía cocina y despensa, sala de estar, dormitorio y vestíbulo. El limpio suelo estaba cubierto de arena blanca. Ante la ventana colgaban unas alegres cortinas, hechas con algas y plantas trepadoras. Y, como es natural, todas las habitaciones, el vestíbulo y la cocina, además de la despensa, estaban llenas de agua. ¿Cómo podía ser de otra manera, si la casa estaba situada en el fondo de la presa del molino?
Así pues, el genio del agua se deslizó de puntillas desde el vestíbulo hasta la cocina. De la cocina a la sala de estar. De la sala de estar al dormitorio. Allí, silenciosamente, sin hacer nada de ruido, se acercó a la cama y, junto a ella, vio al pequeño echadito en un cestillo de juncos. Tenía los ojos cerrados. Dormía. Sus puñitos descansaban sobre la almohada, a derecha e izquierda de su redonda y sonrosada cara. Parecía como si el geniecillo del agua quisiera taparse los oídos.
-¿Te gusta? –preguntó la mujer del genio del agua a su marido.
Había entrado también en la habitación y miraba al pequeño por encima del hombro del genio del agua padre.
-Un poco pequeño resulta el chico –dijo el genio del agua-. Pero, a pesar de ello, me gusta.
Se inclinó sobre el cesto de juncos y se puso a contar:
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
-¿Qué estás contando? –le preguntó su mujer al oírle.
-¡Ah! Pues, simplemente, contaba si tenía todos los dedos-respondió el genio del agua en voz baja-. ¡Mira qué piernecitas! Cuando sea un poco mayor le calzaremos con un par de botas amarillas y una chaqueta de color verde junco, unos pantalones marrones y una caperuza puntiaguda de color rojo vivo… Pero lo que más me gustan son los cabellos. ¿Sabes que desde siempre había deseado tener un hijo con el pelo verde?
-¡Ten cuidado! –recomendó la mujer del genio del agua-. Pero, ¿qué haces ahora?
-Déjame un momento –dijo el genio del agua-; quiero ver con mis propios ojos si tiene también entre los deditos las membranas que necesitamos para nadar. Es algo realmente muy importante para un genio del agua.
Y el genio del agua padre quiso abrir los puñitos al chico. Pero entonces el geniecillo del agua se despertó y comenzó a restregarse los ojos.
-¡Mira! –exclamó el genio del agua padre-. ¿Ves eso? ¿Lo ves tú también?
-¿Que él también tiene membranas entre los deditos?-preguntó, riéndose, la madre.
-¡Claro! ¡También las tiene, también! –gritó alegremente el genio del agua-. Pero, además, sé el color de sus ojos. Los tiene verdes. ¡Verdes como los de un auténtico bebé de genio del agua!
Y el genio del agua padre levantó a su pequeño del cestillo, lo aupó por encima de su cabeza y se puso a bailar con él por toda la habitación hasta que las paredes comenzaron a moverse y la blanca arena del suelo a levantarse en remolinos. Pese a todo, continuaba cantando:
-¡Tenemos un geniecillo del agua! ¡Tenemos un geniecillo del agua!
Entonces, por todas partes, empezaron a llegar nadando peces de las más diversas clases, que miraban a través de las ventanas con sus ojos saltones. Y el geniecillo del agua movía, divertido, los brazos y las piernecitas. Todos podían comprobar que, efectivamente, era un geniecillo del agua.

Otfried Preussler. El geniecillo del agua. Ed. Noguer

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
¡Qué gran noticia!

En la casa del genio del agua hubo, como si fuera un villancico de Navidad, una buena nueva. La mujer del genio del agua había tenido un hijo. Un geniecillo del agua.

El genio estaba feliz. Contaba los deditos del geniecillo, miraba las piernecitas, tenía esas membranas para nadar entre los deditos y… ¡Sí! También tenía lo que más le gustaba: ¡el pelo verde!

El padre quería verlo todo en su bebé. Intentó abrir sus puñitos y el geniecillo se despertó.

¡Sí! ¡Qué alegría! El padre y la madre vieron las membranas entre los deditos. Todo era maravilloso.

Y lo mismo que sucede en una casa como la nuestra, cuando nace un niño, llegan los vecinos a ver cómo es. Elige, entre los siguientes, quiénes podían ser los vecinos del geniecillo del agua.

Un barbo
Una carpa
Un mono
Una nutria
Una urraca
Un león

No olvides dónde vivía y, en cuanto tengas una duda, utiliza tu diccionario. Si tienes un libro, estupendo. Si no, puedes consultar estas direcciones: Diccionario de la RAE, Educar, Diccionario Digital.

(Solución: un barbo, una carpa y una nutria)

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica tiene que ver con esa mano tan pequeñita de ese bebé del genio del agua. La tenía cerrada y tuvo que abrirla papá, para comprobar que tenía las membranas entre los deditos y así podría nadar.

Por eso la palabra mágica hoy es puñitos. Como todo era pequeño, porque era un bebé, los puños, cuando cerraba su mano eran puñitos.

Ahora te toca a ti hacer magia con las palabras. Entramos en el país de Liliput. Nos guiará Gulliver, un joven aventurero, que se sube a bordo de un barco en busca de fortuna. Una noche, bajo una terrible tormenta, su barco naufraga, y a la mañana siguiente aparece atado de pies y manos en una extraña isla llamada Liliput, habitada por unos pequeños hombrecillos. A partir de aquí se verá envuelto en distintas aventuras con la dificultad de no aplastar a estos diminutos liliputienses. Aquí tienes unas páginas que puedes ver, porque todo es pequeño, muy pequeño. Entra ya en el país de Liliput. (1, 2, 3, 4, 5)

Y aquí, mucha información sobre Gulliver.

Cuentame
Historias de casa

 Decía Otfried Preussler, el autor del Geniecillo de agua, como ya has leído: “el libro de cuentos de la abuela, que en realidad no existía, fue el más importante de mi vida”. Se refería a las narraciones orales que la madre de su padre, llamada Dora, le contaba de niño.

La ventaja es que se acordaba todavía.

Podemos hacer una prueba. Si tienes la suerte de que vivan tus abuelos, siéntate una tarde con ellos. Pregunta a la abuela o al abuelo si recuerdan algún cuento de cuando eran pequeños. ¿Cómo se lo contaban a ellos? ¿Les narraban los cuentos de palabra, porque se acordaban sus padres o los abuelos de tus abuelos o se lo leían de algún libro, que guardaban siempre? ¿Cuál era el cuento que más les gustaba? ¿Tenían una hora dedicada para los cuentos en casa de tus abuelos?

¿Han contado alguno de risa? ¿Y de miedo?

 Autor

Otfried Preussler
Nace en Liberec (actual República Checa) el 20 de octubre de 1923 y muere el 18 de febrero de 2013 en Prien am Chiemsee (Alemania). Sus padres fueron maestros. Estudió Pedagogía y trabajó como maestro, llegando a ser director de una escuela. Le gustaba contar cuentos e ilustrarlos. Tradujo varios libros infantiles del checo y del inglés. Además, fue escritor y sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Le gustaba mantener contacto con sus lectores. Recibió varios premios literarios.

Nuestro observatorio

Más datos biográficos del escritor en su web 

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una relación de libros tomada de Canal Lector

Memorias de una gallina. Concha López Narváez. Editorial Anaya

31 May

memorias

Antes de nacer yo estaba formándome, muy poquito a poco, metida en un huevo.
Muy poquito a poco se hicieron mis patas, mis ojos, mi pico y todo mi cuerpo.
Pero de aquel tiempo no recuerdo nada. Mi madre me lo explicó luego. También me explicó que mientras me hacía, yo estaba dormida. Ella se sentaba encima del huevo. Con mucho cuidado para no romperlo. Así me abrigaba.
Un día desperté. Tenía calor y estaba encogida. (…)
Busqué una salida. No encontré ventanas ni tampoco puertas. Me puse nerviosa.
Grité que me abrieran, y nadie me oyó, me moví hacia un lado, me moví hacia otro, no sabía qué hacer. Pero tuve suerte, porque descubrí que tenía pico. Era fuerte y duro. Me podía servir para abrir boquetes.
Pica que te pica, abrí uno pequeño, y se metió el aire dentro de mi huevo. Se me fue el calor, y seguí picando.
Se agrandó el boquete. Saqué la cabeza, y vi que unas plumas, suaves y negras, rozaban mi cara. Eran de mi madre. Y vi sus dos alas, que estaban tapándome (…)
Quería salir pronto, y seguí picando.
Hice un gran esfuerzo, y de pronto ¡crac!: se había roto el huevo y yo había nacido. ¡Qué emoción sentí!
Comencé enseguida a andar por el mundo: salté entre los huevos. Pisé sobre pajas. Revolví las plumas suaves y negras que eran de mi madre.
Terminé muy pronto. No me gustó mucho. El mundo era chico y estaba cerrado. Había dos puertas con la llave echada: eran las dos alas con las que mi madre me tenía tapada. Y otra vez me puse nerviosa, porque me aburría.
Y entonces mi madre ahuecó las alas. El mundo se abrió y yo salí fuera.
Mi madre era guapa. Me estaba mirando con cara contenta y ojos de cariño.
Me acercó a su pecho. A mí me gustaba estar junto a ella. Pero soy inquieta por naturaleza y me cansé pronto:
-¿Por qué no nos vamos? –pregunté.
-Tengo que cuidarlos –dijo, y señaló los nueve huevos que tenía debajo.
-¿Por qué?
-Porque dentro están todos tus hermanos.
-Y ¿qué es un hermano?
-Un hermano es alguien que re quiere mucho. Y vive en tu casa, te lo presta todo, y juega contigo.
Parecía estupendo tener nueve hermanos.
-¿Y por qué no nacen? –pregunté impaciente.
-Porque están dormidos.
-Pues los despertamos. Le voy a ayudar a romper los huevos.
Mi madre movió su cabezo diciendo que no y luego añadió:
-Hay cosas que las debe hacer cada uno solo. Siéntate y espera.
Me senté a esperar. ¡Uf! Como tardaban.
De pronto vi asomar un pico en un cascarón. Di un salto de gozo: ¡mi primer hermano estaba naciendo!
Miré atentamente.
Con mucho trabajo fue abriendo un boquete. Quería ayudarle, pero recordé que hay cosas que las debe hacer uno por sí mismo.
-¡Ánimo! –le dije.
Mi hermano hizo un gran esfuerzo. El huevo crujió. Se abrió por la mitad. Y ¡allí estaba él!, nacido y contento. Y lo consiguió trabajando solo.
Así, más o menos, nacieron mis otros hermanos. Todos con esfuerzo, por sí mismos.

Concha López Narváez.  Memorias de una gallina.  Ed. Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

 Lo que nos cuenta Concha López Narváez es el nacimiento de un ser vivo: una gallina. Con mucho detalle, muy “poquito a poco”, dice esta gallina. Pero la verdad es que está descrito casi como si fuera un vídeo científico de ese nacimiento:

Eso es lo que tiene la literatura. La buena literatura. Puede transportarnos, hacernos ver, sentir ese calor que tenía la gallina allí dentro. Leer nos permite casi ayudar a aquella gallina a salir pronto, en una incluso asfixiante sensación.

Pero hubo mucha suerte. La gallina disponía de un excelente utensilio, para salir de esa situación. Tenía un pico para ver el mundo. Y eso fue lo que utilizó.

Para quienes estén interesados por el comportamiento, la supervivencia o el aspecto físico de todos los grupos principales de animales: mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, etc., este es un libro muy interesante y práctico

Se establece, desde el comienzo de la vida, una relación de cariño hija-madre y una enorme sensación de contento por la llegada. Alegría, bienestar, cuidado, acercamiento, disfrute…Todo perfecto, aunque la realidad se impone. Con una verdad, por encima de todo, incontestable:  «pero soy inquieta por naturaleza y me cansé pronto«.

La primera relación familiar la establece la madre, con esos otros nueve huevos que tenía que cuidar. La gallina protagonista era, pues, la primera de los diez hermanos que vendrían al mundo. Como características infantiles de esa gallina, la situación habitual: la ilusión por tener nueve hermanos; el nerviosismo y la pregunta ante la duda; la impaciencia.

Ante trodo ello, las respuestas sabias de una madre y la sentencia final, que deja perfectamente claro el carácter que defiende:   «Hay cosas que las debe hacer cada uno solo».

Si quieres leer otra historia de hermanos, muy distinta de la que has leído ahora, y que no tiene que ver con gallinas sino con hermanos humanos, te recomendamos la lectura de este libro. Seguro que descubrirás muchas cosas que quizá no conozcas.  Una fábula que nos inspira el amor por la naturaleza y la idea de que todo en ella está conectado.

Palabra magica

La palabra mágica de hoy es: ¡Ánimo!

Todo en la vida cuesta trabajo. Pero es necesario, hasta en el nacimiento, como en el caso de esta gallina, el esfuerzo por conseguir algo. Sí. el esfuerzo es necesario, pero como método de vida para los que enseñan a los jóvenes. El significado que da la RAE a la palabra ánimo es: valor, esfuerzo, energía, intención, voluntad.

En el diccionario de sinónimos (palabras que tienen un significado igual o parecido,  encontramos:

energía, fuerza, ímpetu, atrevimiento, coraje, decisión, entre otros.

Después de la charla con su madre, nuestra gallina protagonista le sugiere al hermano que está haciendo un gran esfuerzo, que tenga ánimo. Ella ya había pasado por el trance y la recomendación es hacia alguien que quiere. Ese hermano que está intentando nacer también.

Cuentame

Seguro que tú también has escuchado esa palabra: ¡animo!, cuando tenías que conseguir algo. ¿Recuerdas la última vez que te lo dijeron? Como no sería una «mamá gallina», cuéntanos quién te lo recomendó. ¿Fue en el deporte? ¿Fue algo que había que hacer en casa, pero que era difícil? ¿Fue alguna compañera o algún compañero? ¿Conseguiste realizar eso tan difícil, gracias a que alguien te dijo esta palabra mágica: ánimo?

A lo mejor, también te han contado cosas que otras u otros han logrado, gracias a que tú les dijiste: ¡animo! Por eso es una palabra mágica.

Autor

Concha López Narváez

Nació en Sevilla (España), el 27 de agosto de 1939.
Recuerda su niñez como «alegre y libre, plena de sol, de campo y de juegos».
Estudio Filosofía y Letras (especialidad: Historia de América). Fue profesora durante varios años de Historia y Literatura.  Tiene cuatro hijos. Desde 1983 se dedica a escribir literatura para niños y jóvenes. En sus libros habla del campo, de los animales, de cómo vivían las personas en otros tiempos ya pasados, y algunas veces, de misterio y terror. Obtuvo el premio Lazarillo en 1984.

Nuestro observatorio

En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre la autora, además de consultar material muy variado

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de Concha López Narváez   tomada de  Canal Lector.