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Mil grullas (Segunda parte). Elsa Bornemann. Editorial Anaya (Recomendado: 11-14 años)

23 Abr

nosomosirrompanaya

Ocho de la mañana del seis de agosto en el cielo de Hiroshima. Naomi se ajusta el obi (4) de su kimono (5) y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?
“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez un cielo. El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.
En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Una docena de chicos canturrea: Donguri-Koro Koro-Donguri Ko…(6) por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos recados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa mañana. Y con ellos, desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el pasado de Hiroshima.
Ya, ninguno de los supervivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
En diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera instalado dentro de ellos, en su misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno se insinuaba ya, en el aire y el muchacho no sabía si era el frío exterior o su pensamiento lo que le hacía tiritar.
Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobre su mesilla, unas cuantas grullas de papel desparramadas.
-Voy a morirme, Toshiro… -susurró, cuando su amigo se paró, en silencio, al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta…
Mil grullas o Semba-Tsuru (7), como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesilla. Sólo veinte. Después las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta.
-Te vas a curar, Naomi –le dijo entonces, pero su amiga no le oía ya: se había quedado dormida.
El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporalmente) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de periódico, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían guardar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.
La tijera la llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó, primero, novecientos ochenta cuadraditos y, luego, los pegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía. El muchacho se encontraba pasando hilos a través de las siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del milagro y las colocó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Con los dedos heridos y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro de su furoshiki (8) y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por primera vez, tomó, sin pedir permiso, la bicicleta de sus primos.
No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
Prohibidas las visitas a esta hora –le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.
Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su pecho. Por favor…
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma aparente impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió entrar: -Pero cinco minutos ¿eh?
Naomi dormía. Tratando de no hacer ruido, Toshiro puso una silla sobre la mesita y luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el techo. Pero lo alcanzó. Y en un momento estaban las mil grullas pendiendo (9) del mismo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres.
Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba observando.
Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.
-Son hermosas, Toshi-chan …(10) Gracias…
-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas –y el muchacho abandonó la sala sin volverse.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera dejó entrar, al entreabrir, por unos instantes, la ventana.
Los ojos de Naomi seguían sonriendo.
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos. ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer al horror instalado en su sangre?

FEBRERO de 1976
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres.
Como es serio y poco comunicativo, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se juntan algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular.
rullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes…
Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de creer en aquella superstición japonesa.
-Algún día completará las mil… -cuchichean entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?
Ninguno sospecha la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.

(4) Obi: faja que acompaña al kimono.
(5) Kimono: vestimenta tradicional japonesa, de amplias mangas, larga hasta los pies y que se cruza por delante, sujetándose con una especie de faja llamada obi.
(6) Donguri-Koro: verso de una popular canción infantil japonesa.
(7) Semba-Tsuru: mil grullas. Una creencia popular japonesa asegura que haciendo mil de esas aves –según enseña a realizarlo el origami (nombre del sistema de plegado de papel)- se logra alcanzar larga vida y felicidad.
(8)Furoshiki: tela rectangular que se usa para formar una bolsa, atándola por sus cuatro puntas después de colocar el contenido.
(9) Pendiendo: colgando.
(10) Toshi-chan: diminutivo de Toshiro.

Elsa Bonermann. No somos irrompibles. Editorial Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Texto

El texto de hoy, Mil grullas, que has leído en dos partes, es tan triste como lo que siempre es una guerra. Se trata del lanzamiento de la primera bomba atómica. El arma más destructora que ha creado el ser humano.

Los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki fueron ataques ordenados por Harry Truman, Presidente de los Estados Unidos, contra el Imperio de Japón. Se efectuaron el 6 y el 9 de agosto de 1945, y pusieron el punto final a la Segunda Guerra Mundial. El arma nuclear Little Boy fue soltada sobre Hiroshima el lunes 6 de agosto de 1945, seguida por la detonación de la bomba Fat Man, el jueves 9 de agosto, sobre Nagasaki. Hasta la fecha, estos bombardeos constituyen los únicos ataques nucleares de la historia.

Nuestra autora no renuncia a contar, en ese escenario terrible de las bombas, una maravillosa historia de amor. Naomi y Toshiro vieron rota esa historia por la espantosa bomba. Estaban muy enamorados. Empezaban una vida en un mundo, donde eran nuevos. Ese mundo no había existido antes para ellos. ¿Qué podían esperar de la vida que empezaban ahora? Lo que pensábamos todos cuando éramos pequeños. ¡Qué bien que ya conozco todo lo que me rodea! Juegos, palabras, paisajes, personas… Y una, sobre todo, con quien era feliz. No se podía pedir más. Era fantástico. Pero pasó lo peor que podía haber pasado. Su vida acabó no en un final feliz, que es lo que a todas y a todos nos habría gustado. No fue así. La verdad es la que cuenta Elsa Bornemann. Toda la vida de tantos cientos, miles de personas acabó aquel fatídico día. Ese que no dependía de unos militares que iban en los aviones. Porque sólo cumplían las órdenes de quienes mandaban. Aquellos tripulantes de los aviones, desde donde se lanzaron las bombas, quizá tampoco pudieron dormir ni si quiera vivir, pensando en lo que habían hecho. Habían acabado con tantos miles de seres humanos.

Elsa Bornemann, con este libro, quiere decirnos a qué conduce la guerra. Pensemos en todo aquello que podamos hacer, para que siempre exista la paz. Trabajemos por ella. Viajemos con las mil grullas.
En la última, cómo hacer una grulla de papel.

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es ojos. Sí, después del espanto, del horror y la infinita tristeza, en aquel hospital donde estaba Naomi, que sabía que iba a morir (murió al día siguiente), algo sonreía en la niña: sus ojos. “Los ojos de Naomi seguían sonriendo”.

Quizá fueran aquellos ojos los que conservó, en su mente y en su corazón, Toshiro Ueda, durante toda su vida. Estaba lejos de Japón. Siguió haciendo grullas y más grullas. Siempre hacia esas mil, que colocará en su despacho, mientras su amor sigue vivo, recordando el primero. El de su amada Naomi.

Cuentame
Hemos tenido la inmensa fortuna de no vivir una guerra. ¿Conoces a alguien que haya tenido que sufrir esa experiencia? Por desgracia, en el mundo en que vivimos siguen existiendo las luchas entre seres humanos. En la siguiente página, verás cómo los humanos seguimos luchando. Sin parar. Sin tregua.

Podría ser útil e interesante que, de los periódicos que lees, de los que compramos en papel, en el quiosco o de los que leemos en internet, te hagas un archivo, con las guerras, conflictos bélicos que hay en el momento en que escribes. Si preguntas a alguien mayor que viva en tu casa o que conozcas (por amistades, de las vacaciones, familias de compañeras y compañeros, etc.) podrás saber lo que significa vivir en paz o en una guerra. Hagamos todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades, para asegurar la paz, para siempre. Cuéntanos tus acciones.
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Elsa Bonermann
Nació el 20 de febrero de 1952, en el barrio de Parque de los Patricios, en Buenos Aires (Argentina) y murió el 24 de mayo de 2013 en la misma ciudad.
Escritora vocacional pues ya desde pequeña tenía claro que quería serlo. Licenciada en Letras. Su literatura aunó inteligencia y audacia, aportando una fantasía sin límites, en historias de amor, de miedo o de terror. Escribió cuentos irreverentes, políticamente incorrectos para la época.  Ha recibido varios premios.

Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre la autora en Imaginaria.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una relación de libros tomada también de la página web de Imaginaria.
Otro texto de la autora en Los Fundamentales de Canal Lector, La del once «jota»

Pobre Socky. John Newman. Editorial Siruela (Recomendado: 10 años)

3 Jul

mimi
Sally no me dice nada en toda la noche. Tal vez después de todo no sepa que soy yo quien lee su precioso diario.
Papá nos prepara pizzas para cenar, como siempre. Antes me encantaban las pizzas, pero ahora me pongo enferma solo de verlas, papá siempre las deja demasiado tiempo en el horno y quedan duras y quemadas.
-Lo siento, chicos –murmura mientras nos sirve media pizza a cada uno. No parece que le moleste mientras mastica su propia pizza como si masticara una suela de zapato vieja.
A Conor tampoco parece molestarle… Simplemente se pone a comer y le habla a papá de la liga de fútbol y ni siquiera parece notar que papá apenas le responde.
-Liverpool juega fuera de casa contra Manchester United este miércoles, papá –dice, con la boca medio llena.
-¿Ah, sí? –murmura papá como si viviera en otro planeta.
-Va a ser un partido reñido. Manchester echará de menos a Rooney…, tiene una distensión muscular.
-¿Ah, sí? –responde papá, pero no creo ni que esté escuchando. Conor también debe de estar hablando para sí mismo.
Sally y yo no comemos las pizzas de papá si podemos evitarlo.
Sally normalmente va hasta la puerta trasera, la abre y le tira la pizza a nuestra perra, Bengala. Un rato más tarde, yo hago lo mismo. A papá no parece importarle…, pero Bengala queda encantada. Ella nunca se cansa de la pizza. Cuando vivía mamá, Bengala solía correr por toda la casa, saltando y lamiendo a todo el mundo, o encontraba su correa y la sujetaba con la boca hasta que alguien la sacaba a dar un paseo. Ahora nunca está en casa, y nadie le hace mucho caso, y se está poniendo tan gorda con tanta pizza que ya no creo que pueda caminar hasta muy lejos.
Después de cenar, papá anda por ahí mirando viejas fotografías y eso lo pone más triste. Conor se lleva el plato a su habitación y comienza a tocar la batería. Ahora hace eso cada noche. Es el peor batería del mundo y también el más escandaloso. Hace tanto ruido que tengo que poner el volumen de la televisión a tope y Sally también tiene que poner a tope su reproductor de CD.
¡Vivimos en una casa triste pero al menos no es silenciosa!
Mi amiga Orla me envidia porque ella tiene que irse a la cama cada día a las nueve y media y yo en cambio puedo estar levantada todo el tiempo que quiera, pero esta noche estoy cansada y no hay nada para ver en la tele, así que me meto en la cama a las diez y media. Orla también envidia que yo pueda tirar mi ropa donde quiera porque tía B la recoge por la mañana. La tía B viene cada día cuando estamos en el colegio y limpia la casa de cabo a rabo, y cuando volvemos del colegio está todo de nuevo en su sitio.
Antes me costaba bastante dormirme con tanto ruido en casa, pero te puedes acostumbrar a todo, y después de hablar un poco con Socky se me empiezan a cerrar los ojos y el pulgar se me desliza en la boca.
-Buenas noches, Socky –le digo a mi títere de calcetín, y él asiente y me da también las buenas noches. Luego me lo quito de la mano y lo coloco debajo de mi almohada.
Antes de que muriera mamá, yo me había hecho ya demasiado grande para Socky, pero mamá siempre lo buscaba cuando me metía en la cama. “Pobre Socky”, decía, y lo sacaba todo polvoriento de debajo de la cama, y luego se lo ponía en la mano y le hablaba poniendo voz de tonta:
-A ver, Socky, Mimi ha crecido demasiado para ti, ¿verdad? ¿Y supongo que también está demasiado grande para unas cosquillas de su viejo amigo Socky? –y luego ella me hacía unas cosquillas de muerte con Socky en su mano. Cuando se marchaba de la habitación, yo lo tiraba otra vez debajo de la cama. Pero desde que mamá murió ya no soy demasiado grande para Socky.
Lo último que hago antes de quedarme frita es susurrar buenas noches a la foto de mami que hay en mi armario y pedirle que arregle el corazón roto de papá. Eso me hace llorar un poco, pero luego me quedo dormida.

John Newman. Mimi.  Ed. Siruela

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
La muerte de una madre es la noticia más triste. Sally, Mimi, la protagonista que da nombre al libro, Conor y el padre de los tres están como en otro mundo. Falta esa figura que en el texto no aparece. La madre que ya no está. Murió antes, en un accidente de bicicleta. En esta parte del libro, en el fragmento que hemos leído, el padre de estos tres hermanos procura, sin conseguirlo, que al menos la cena siga siendo eso: cena. El texto presenta, cuando hablan o piensan los personajes, un símbolo que debemos conocer: un guión. Si observas detenidamente, verás que hay dos tipos de guiones: el que señala cuando habla algún personaje (Lo siento, chicos). Es lo que dice el padre.

El otro, se coloca cuando es un pensamiento, una reflexión de los personajes. En este caso, es Mimi la que piensa lo que le está sucediendo a papá: murmura mientras nos sirve media pizza a cada uno.

Ahora, una sencilla pregunta: ¿has cenado ayer? Bien, pues sólo tienes que escribir quiénes estuvisteis en la cena. Esos serán los nombres de los personajes. Después, piensa y escribe de qué hablasteis en la cena. A ver si la memoria no te falla y consigues, con una raya de diálogo, poner lo que dijo cada una o cada uno.

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica nos va a proporcionar una prueba más para los fantásticos y las fantásticas Detectives de lectura. El grupo DELEC,

La palabra mágica hoy es batería. Ya has leído que Conor se lleva el plato (de la cena) a su habitación y comienza a tocar la batería. Ya han ido Sally y Mimi a dar pizza a Bengala, que por eso se está poniendo demasiado gorda y camina muy poco.

Esta es la batería que le gustaría a Conor. Pero creemos que no era como ésta. Era algo más sencilla.

Ahora bien. Imaginemos que los vecinos están ya bastante hartos de oír esa batería de Conor. Esos vecinos convocan una reunión de comunidad, donde le sugieren a Conor que toque otros instrumentos y a una hora que puedan dormir.

Escribe, debajo de cada instrumento, su nombre. A ver si consigues que Conor se aficione por alguno. Y que procure no tener problemas con sus vecinos.   Compara los dos dibujos y, si puedes, hazlo en un archivo. Si prefieres, en una hoja de papel, dibuja el instrumento y pon, debajo, su nombre.

instrumentos musicalesinstrumentos musicales 2

 

Cuentame
¿Tienes, en algún lugar de tu casa fotos de tu familia al completo? ¿Falta alguien que murió? ¿Conociste tú a aquel familiar que ya no está? De los que están vivos y queriéndote mucho, dinos cuál es tu preferida o preferido. ¿Sabes qué es lo que más le gusta? ¿Le gusta leer? ¿Y ver películas? ¿Te ha dicho, alguna vez, que te lo puedes pasar fantásticamente leyendo aquel libro? ¿Le gusta, especialmente, alguna aplicación en internet?

 Autor
John Newman

Nació en Dublín (Irlanda). Profesor de día y escritor de noche. Escribe en el comedor, después de cenar. Cuando era niño escribía poemas y cuentos.  Estudió Filología y Filosofía. Ha ganado varios premios.
Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre John Newman en la página del autor.