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El geniecillo del agua. Otfried Preussler. Editorial Noguer (Recomendado: 8 años)

31 Jul

Elgeniecillodelagua

Un día, cuando el genio del agua llegó a casa, su mujer le dijo:
-Por favor, hoy no hagas ruido, porque hemos tenido un chico.
-¡Qué dices! –exclamó lleno de alegría el genio del agua-. ¡Un chico de carne y hueso!
-Sí, un verdadero geniecillo del agua. Pero haz el favor de quitarte las botas y de no hacer ruido cuando vayas a verlo. Creo que duerme.
Entonces el genio del agua se quitó las botas de color amarillo y entró de puntillas en la casa. La casa estaba hecha de juncos y se levantaba en la parte más profunda de la presa del molino. No la construyeron con argamasa, sino con barro, pues se trataba de la casa de un genio del agua. Por lo demás, era igual que las otras casas, aunque mucho más pequeña. Tenía cocina y despensa, sala de estar, dormitorio y vestíbulo. El limpio suelo estaba cubierto de arena blanca. Ante la ventana colgaban unas alegres cortinas, hechas con algas y plantas trepadoras. Y, como es natural, todas las habitaciones, el vestíbulo y la cocina, además de la despensa, estaban llenas de agua. ¿Cómo podía ser de otra manera, si la casa estaba situada en el fondo de la presa del molino?
Así pues, el genio del agua se deslizó de puntillas desde el vestíbulo hasta la cocina. De la cocina a la sala de estar. De la sala de estar al dormitorio. Allí, silenciosamente, sin hacer nada de ruido, se acercó a la cama y, junto a ella, vio al pequeño echadito en un cestillo de juncos. Tenía los ojos cerrados. Dormía. Sus puñitos descansaban sobre la almohada, a derecha e izquierda de su redonda y sonrosada cara. Parecía como si el geniecillo del agua quisiera taparse los oídos.
-¿Te gusta? –preguntó la mujer del genio del agua a su marido.
Había entrado también en la habitación y miraba al pequeño por encima del hombro del genio del agua padre.
-Un poco pequeño resulta el chico –dijo el genio del agua-. Pero, a pesar de ello, me gusta.
Se inclinó sobre el cesto de juncos y se puso a contar:
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
-¿Qué estás contando? –le preguntó su mujer al oírle.
-¡Ah! Pues, simplemente, contaba si tenía todos los dedos-respondió el genio del agua en voz baja-. ¡Mira qué piernecitas! Cuando sea un poco mayor le calzaremos con un par de botas amarillas y una chaqueta de color verde junco, unos pantalones marrones y una caperuza puntiaguda de color rojo vivo… Pero lo que más me gustan son los cabellos. ¿Sabes que desde siempre había deseado tener un hijo con el pelo verde?
-¡Ten cuidado! –recomendó la mujer del genio del agua-. Pero, ¿qué haces ahora?
-Déjame un momento –dijo el genio del agua-; quiero ver con mis propios ojos si tiene también entre los deditos las membranas que necesitamos para nadar. Es algo realmente muy importante para un genio del agua.
Y el genio del agua padre quiso abrir los puñitos al chico. Pero entonces el geniecillo del agua se despertó y comenzó a restregarse los ojos.
-¡Mira! –exclamó el genio del agua padre-. ¿Ves eso? ¿Lo ves tú también?
-¿Que él también tiene membranas entre los deditos?-preguntó, riéndose, la madre.
-¡Claro! ¡También las tiene, también! –gritó alegremente el genio del agua-. Pero, además, sé el color de sus ojos. Los tiene verdes. ¡Verdes como los de un auténtico bebé de genio del agua!
Y el genio del agua padre levantó a su pequeño del cestillo, lo aupó por encima de su cabeza y se puso a bailar con él por toda la habitación hasta que las paredes comenzaron a moverse y la blanca arena del suelo a levantarse en remolinos. Pese a todo, continuaba cantando:
-¡Tenemos un geniecillo del agua! ¡Tenemos un geniecillo del agua!
Entonces, por todas partes, empezaron a llegar nadando peces de las más diversas clases, que miraban a través de las ventanas con sus ojos saltones. Y el geniecillo del agua movía, divertido, los brazos y las piernecitas. Todos podían comprobar que, efectivamente, era un geniecillo del agua.

Otfried Preussler. El geniecillo del agua. Ed. Noguer

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
¡Qué gran noticia!

En la casa del genio del agua hubo, como si fuera un villancico de Navidad, una buena nueva. La mujer del genio del agua había tenido un hijo. Un geniecillo del agua.

El genio estaba feliz. Contaba los deditos del geniecillo, miraba las piernecitas, tenía esas membranas para nadar entre los deditos y… ¡Sí! También tenía lo que más le gustaba: ¡el pelo verde!

El padre quería verlo todo en su bebé. Intentó abrir sus puñitos y el geniecillo se despertó.

¡Sí! ¡Qué alegría! El padre y la madre vieron las membranas entre los deditos. Todo era maravilloso.

Y lo mismo que sucede en una casa como la nuestra, cuando nace un niño, llegan los vecinos a ver cómo es. Elige, entre los siguientes, quiénes podían ser los vecinos del geniecillo del agua.

Un barbo
Una carpa
Un mono
Una nutria
Una urraca
Un león

No olvides dónde vivía y, en cuanto tengas una duda, utiliza tu diccionario. Si tienes un libro, estupendo. Si no, puedes consultar estas direcciones: Diccionario de la RAE, Educar, Diccionario Digital.

(Solución: un barbo, una carpa y una nutria)

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica tiene que ver con esa mano tan pequeñita de ese bebé del genio del agua. La tenía cerrada y tuvo que abrirla papá, para comprobar que tenía las membranas entre los deditos y así podría nadar.

Por eso la palabra mágica hoy es puñitos. Como todo era pequeño, porque era un bebé, los puños, cuando cerraba su mano eran puñitos.

Ahora te toca a ti hacer magia con las palabras. Entramos en el país de Liliput. Nos guiará Gulliver, un joven aventurero, que se sube a bordo de un barco en busca de fortuna. Una noche, bajo una terrible tormenta, su barco naufraga, y a la mañana siguiente aparece atado de pies y manos en una extraña isla llamada Liliput, habitada por unos pequeños hombrecillos. A partir de aquí se verá envuelto en distintas aventuras con la dificultad de no aplastar a estos diminutos liliputienses. Aquí tienes unas páginas que puedes ver, porque todo es pequeño, muy pequeño. Entra ya en el país de Liliput. (1, 2, 3, 4, 5)

Y aquí, mucha información sobre Gulliver.

Cuentame
Historias de casa

 Decía Otfried Preussler, el autor del Geniecillo de agua, como ya has leído: “el libro de cuentos de la abuela, que en realidad no existía, fue el más importante de mi vida”. Se refería a las narraciones orales que la madre de su padre, llamada Dora, le contaba de niño.

La ventaja es que se acordaba todavía.

Podemos hacer una prueba. Si tienes la suerte de que vivan tus abuelos, siéntate una tarde con ellos. Pregunta a la abuela o al abuelo si recuerdan algún cuento de cuando eran pequeños. ¿Cómo se lo contaban a ellos? ¿Les narraban los cuentos de palabra, porque se acordaban sus padres o los abuelos de tus abuelos o se lo leían de algún libro, que guardaban siempre? ¿Cuál era el cuento que más les gustaba? ¿Tenían una hora dedicada para los cuentos en casa de tus abuelos?

¿Han contado alguno de risa? ¿Y de miedo?

 Autor

Otfried Preussler
Nace en Liberec (actual República Checa) el 20 de octubre de 1923 y muere el 18 de febrero de 2013 en Prien am Chiemsee (Alemania). Sus padres fueron maestros. Estudió Pedagogía y trabajó como maestro, llegando a ser director de una escuela. Le gustaba contar cuentos e ilustrarlos. Tradujo varios libros infantiles del checo y del inglés. Además, fue escritor y sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Le gustaba mantener contacto con sus lectores. Recibió varios premios literarios.

Nuestro observatorio

Más datos biográficos del escritor en su web 

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una relación de libros tomada de Canal Lector

El lagarto está llorando. Federico García Lorca. Ediciones de la Torre

19 Abr

lagarto llora garcia lorca
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay cómo lloran y lloran,
¡ay!, ¡ ay!, cómo están llorando!

Federico García Lorca. Federico García Lorca para niños y niñas… y otros seres curiosos. Ediciones de la Torre

Propuestas para mediadoras y mediadores

RECURSOS

Texto

Canción de Paco Ibáñez sobre el poema.
Ver, leer y oír el poema en Canal Lector.

¡Qué poesía tan triste! Cómo, con dos animalitos (quizá lo que antes leíamos de los sentimientos de la niñez, que recordaba Federico) se dan cita en este poema. La tristeza de esos lagartos, bichos en cierto modo fascinantes para los niños, nos acercan a la vida de amor, sencilla hasta en esos «delantalitos blancos», con los que podemos verlos, con palabras, como si fuera una imagen, una fotografía. Pero ¿por qué lloran? Porque perdieron el símbolo: perdieron su anillo de desposados.

Lejos quedan los oros, las riquezas, las constantes tópicas del momento. Son anillos de plomo, del metal barato pero igualmente válido porque dice lo mismo. La boda se celebró. Fue un gran día. El gran día. Los lagartos se siguen amando y todo gira en la importancia del momento. No lo olvidan y nunca lo olvidarán.

Es una historia de vida, de una larga vida. Son ya viejos los lagartos y quizá el anillo se haya perdido por eso. Pero lo recuerdan. En aquel maravilloso día, nada ni nadie faltó. Allí fue le gala y el lujo. Los pájaros, bajo aquel cielo grande y sin gente; ese patriarca que está sobre todos: el Sol. Su querido Sol, jefe del mundo, capitán redondo, va engalanado con sus mejores ropas. Su chaleco de raso.

 Palabra magica

Hoy son varias las palabras mágicas: Llorar y delantalitos. Las que nos van a permitir acercarnos a ese mundo mágico del léxico. Buscar, descubrir, definir, jugar con las palabras, transformarlas…

Podríamos pensar: ¿por qué el poeta no utiliza el nombre y el verbo en plural: «los lagartos están llorando», en lugar de ese sujeto en femenino y en masculino? Leemos cómo quedan resaltados los dos personajes, repitiendo la acción de la pena. Llorar.

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

Llevan ambos, eso sí, ese diminutivo (del que ya hablamos en el texto del Pequeño Nicolás, de Goscinny, tan lejano a éste de Lorca) y que sin embargo nos acerca la poesía al tono infantil de las palabras: con delantalitos blancos. Es como si el poeta sintiera ese tono afectivo que acerca las palabras al cariño.

Recordamos, por ejemplo, otro uso del diminutivo, en las primeras líneas de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez:

(…) Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal…
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…

Sin olvidar títulos tan antológicos como El Principito, de Saint-Exupéry.

La palabra mágica llorar y su antónima (reír) nos permiten charlar, conversar, recordar, imaginar…, cosas que proponemos en el apartado siguiente.

Cuentame

¿Cuándo hemos llorado por última vez? ¿Qué ocurrió que nos causó tanta pena que lloramos? Pero, por cambiar diametralmente de lo que las palabras dicen, cuando las empleamos, no creemos que hablar, trabajar, charlar y sentir la risa desvirtúe, en absoluto, el espíritu de Federico.

En el caso de la risa, la palabra puede llevarnos, casi indefectiblemente, al chiste, donde procuraremos evitar las palabrotas, las palabras malsonantes, las que «hieren» a alguien (colectivos, personas, discapacidades, etc.).

En la web encontramos muchas páginas de chistes, pero es importante un repaso anterior, dada la procacidad de algunas.

Puesto que hemos hablado de dos sentimientos contrarios, sugerimos esta página de Canal Lector,  donde se recoge una amplia selección de buenos libros con el tema de los sentimientos.

Autor

Federico García Lorca

Nació en Fuente Vaqueros (Granada, España) el 5 de junio de 1898. Su madre, maestra de escuela, le enseñóa leer.   Leían mucho en su casa. En 1909,  la familia se traslada a Granada.

Empezó a estudiar Derecho y Filosofía y Letras. Después se trasladó  a Madrid para seguir sus estudios  en la Residencia de Estudiantes. Allí conoció a varios artistas como Dalí, Alberti, Buñuel… y frecuentó varias tertulias.

En una carta a su padre dice que quiere dedicarse a escribir:

“…Yo he nacido poeta y artista como el que nace cojo, como el que nace ciego, como el que nace guapo. Dejadme las alas en su sitio, que yo os respondo que volaré bien. Así es, papá, que no insistas en que me vaya porque semejante idea me llena de angustia…” (primavera de 1920).

Viajó por pueblos y ciudades de España. También por  EEUU y América del Sur haciendo representaciones teatrales, dando conferencias. Publicó libros de teatro y poesía. También disfrutaba dibujando. Fue detenido y asesinado el 18 de agosto de 1936 en Víznar (Granada, España).

Su hermana, Isabel García Lorca,  comenta sobre su poesía:  “Lo de Federico no era el secreto; su mundo, hasta jugando fue el misterio. Nos dejo dicho: “El mundo del misterio no está fuera de nosotros, lo llevamos en el corazón” o: “Yo no escribo poesía como el misterio de las cosas que nos rodean”. Y también “Yo no escribo poesía como una abstracción, sino como algo que ha pasado junto a mí.” Es decir: vida”

Vicente Aleixandre dijo: “Su corazón no era ciertamente alegre. Era capaz de toda la alegría del universo; pero su sima profunda, como la de todo gran poeta, no era la de la alegría…»

Rafael Alberti señalo. «Había magia, duende, algo irresistible en todo Federico. ¿Cómo olvidarlo después de haberlo visto o escuchado una vez? Era en verdad, fascinante: cantando, solo o en el piano, recitando, haciendo bromas e incluso diciendo tonterías…»

Nuestro observatorio

En las siguiente páginas se puede ampliar biografía y consultar material muy variado del autor, desde fotos de Federico y su familia, su casa, amigos, etc. También se puede visitar la  web de la Fundación.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de Federico García Lorca en Canal Lector.

Los michelines. René Goscinny- Sempé. Ed. Alfaguara

12 Abr

ojo nicolas

La cosa se decidió el sábado por la noche. El señor y la señora Bledurt habían venido a casa a tomar café después de cenar. El señor Bledurt es nuestro vecino; es muy majo y le encanta chinchar a papá. La señora Bledurt es su mujer.
-¿Te das cuenta –le dijo el señor Bledurt a papá- de que estamos empezando a echar michelines?
-¿Nosotros? –gritó papá-. ¡Hablarás por ti, gordinflón!
-¿Qué es echar michelines? –pregunté yo.
-Eso, eso son michelines –dijo el señor Bledurt señalando la tripa de papá.
-Ya, y entonces eso serán ruedas de camión –dijo papá señalando la tripa del señor Bledurt.
-No, fuera de bromas –dijo el señor Bledurt-, con esta vida idiota que llevamos, nos ponemos gordos y flojos. Mi médico me ha dicho que, a partir de una cierta edad, no puede uno abandonarse.
-En eso el doctor tiene razón –dijo mamá.
-Muy cierto, amigo –dijo papá-. La verdad es que no te veo rejuvenecer.
-Mi médico también me ha dicho que debería hacer algo de deporte –explicó el señor Bledurt-. Levantarme temprano por las mañanas y salir a correr por los bosques y ese tipo de cosas. Y tú deberías venir conmigo.
-¿Pero tú estás bien de la cabeza? –le preguntó mi padre.
-No, si yo lo entiendo –dijo el señor Bledurt-. Ya sé que no todo el mundo está dotado para el deporte.
-¿Cómo? –gritó papá-. ¿Sabes tú cuál era mi marca en cien metros lisos?
-Así a ojo, unos diez minutos con viento a favor –contestó el señor Bledurt.
-¿Ah, sí? –dijo papá-. ¡Pues te lo voy a demostrar! Iré contigo, de acuerdo. ¡Ya veremos quién de los dos es el mejor deportista! Y ahora en serio, creo que tienes razón: nos estamos acartonando, nos estamos oxidando…
-Pues muy bien –dijo el señor Bledurt-. Mañana por la mañana, temprano y en ayunas, iremos al bosque a correr. Ya verás lo bien que nos va a sentar.
-¡Yo también voy a ir! –dije.
-No podrás seguirnos, querido –dijo el señor Bledurt-. Vamos a emplearnos a fondo; si no, no vale la pena. Además, no creo que tengas demasiada necesidad de hacer ejercicio los domingos. Por lo que me dicen, tengo la sensación de que en el colegio no estás precisamente muy quietecito durante la semana.
¡Quiero ir con vosotros para no tener michelines! –dije yo.
Y todo el mundo se echó a reír. Mamá dijo que se llevaran con ellos al pequeño, que al fin y al cabo no le sentaría mal tomar un poco el aire y que, de esta forma, no lo tendría ella encima toda la mañana, justo cuando quería hacer una limpieza de la casa a fondo, así que papá y el señor Bledurt dijeron que bueno, que de acuerdo, y que nunca era demasiado pronto para empezar una vida sana. Luego papá y el señor Bledurt encendieron unos grandes puros, mamá les sirvió unos licores y yo me fui a acostar porque ya era muy tarde.
Cuando me desperté por la mañana, no se oía ningún ruido en la casa y tuve miedo de que papá se hubiera marchado sin mí. Pero mamá entró en mi cuarto y me dijo que no hiciera ruido, que papá todavía estaba durmiendo y que se había acostado muy tarde por culpa de los Bledurt.
Yo estaba desayunando en la cocina cuando entró papá en pijama, todo despeinado y sin afeitar, y le pidió a mamá que por lo menos le pusiera un café con leche y algún cruasán.
-Y tú date prisa, Nicolás –me dijo papá-, ¡porque cuando esté listo no te esperaré!
Después de su segunda tostada con mantequilla y mermelada –se come dos tostadas todas las mañanas-, papá fue a arreglarse y se puso el jersey gordo y el pantalón gris que usa en casa.
El señor Bledurt estaba terminando el desayuno cuando llegamos a su casa. Estaba de lo más gracioso, con un gran traje de lana azul la mar de raro.
-Deberías comprarte un chándal tú también –le dijo el señor Bledurt a papá-. Las cosas hay que hacerlas como es debido.
-Bueno, Lazy, ¿vamos allá? –preguntó papá.
-De acuerdo –dijo el señor Bledurt-. ¿Vamos en mi coche?
Salimos de su casa y papá le ayudó a abrir la puerta del garaje.
-¿Sigues contento con él? –preguntó papá.
-Pues sí –contestó el señor Bledurt-. Aunque el otro día le costó arrancar. Y no es la batería, de eso estoy seguro.
-¿Has mirado la bomba de la gasolina? –preguntó papá.
-¿La bomba de la gasolina? No. ¿Por qué? –dijo el señor Bledurt.
-Yo he tenido el mismo problema –dijo papá- y era la bomba de la gasolina. Hay un chisme que se atasca. Ya verás. Abre el capó.
El señor Bledurt abrió el capó de su coche y él y papá se inclinaron sobre el motor. Llevaban un rato mirando cuando la señora Bledurt entró en el garaje.
-¿Pero cómo? –dijo-. ¿Estáis aquí todavía?
-Ya nos vamos –dijo el señor Bledurt-. ¡Y tampoco hay que exagerar, caramba, que no hay ninguna prisa! ¡Vamos a hacer deporte, no a batir récords!
Con que subimos al coche, papá y el señor Bledurt delante y yo detrás. El coche arrancó la mar de bien.
-¡Cierra esa ventanilla, Nicolás! –me dijo papá-. ¡Hace un frío polar!
-Una cosa muy buena que tiene este coche es la calefacción –dijo el señor Bledurt-. ¡Ya verás!
Y fuimos estupendamente hacia el bosque. En el coche se estaba de lo más cómodo, y papá dijo que había que reconocer lo bien que sentaba salir así, por la mañana, y respirar aire fresco en lugar de zanganear tontamente en la cama.
-¡Pues claro, hombre! –dijo el señor Bledurt.
En el bosque había bastantes coches, y el señor Bledurt dijo que íbamos a buscar un rincón tranquilo para aparcar y hacer deporte sin que nos molestara nadie.
-Podemos dejar el coche en cualquier sitio y adentrarnos en el bosque por los senderos –dijo papá.
El señor Bledurt dijo que era una buena idea y paró el coche justo detrás del carrito de un castañero.
-Os invito a castañas –dijo el señor Bledurt.
-¡Tú estás loco! –dijo papá-.¡El que invita aquí soy yo!
Y se pelearon en broma y luego entramos en el bosque, cada uno con su gran cucurucho de castañas calentitas. ¡No os podéis imaginar lo buenas que estaban! La verdad es que me encanta salir con papá porque me invita a cosas todo el tiempo.
Y andando, andando, llegamos a una especie de cabaña donde ponía BAR.
-¿Sabes que esas castañas me han dado sed? –dijo el señor Bledurt.
-Pues la ocasión la pintan calva –dijo papá-. ¡Es casi la hora del aperitivo!
Fue estupendo. Papá y el señor Bledurt tomaron sus vermús y a mí me dieron una granadina –me encanta la granadina porque es roja-, y el señor Bledurt me dio dinero para que me comprara cacahuetes en la máquina.
Como papá y el señor Bledurt estaban hablando de sus coches, yo salí a jugar un poco, y fue una pena no haberme acordado de traer mi balón de fútbol.
Cuando papá y el señor Bledurt salieron del bar, papá me llamó:
-¡Nicolás! ¡Es tarde! ¡Volvamos a casa!
-¡Vamos, Nicolás! ¡Una carrera hasta el coche! –gritó el señor Bledurt-. Preparados, ¿Listos? ¡Ya!
Y salí a todo correr. Correr se me da muy bien y en el recreo no me gana nadie, menos Majencio, claro, pero no vale porque tiene unas piernas muy largas. Me sentí la mar de orgulloso porque llegué al coche el primero de todos.
Como las puertas estaban cerradas con llave, no pude entrar, y ya iba a volver a por papá y el señor Bledurt cuando los vi venir, discutiendo sobre sus bombas de la gasolina.
-Vaya –dijo mamá cuando volvimos a casa-. Empezaba a estar preocupada. ¡Es tardísimo! Para ser la primera vez, a lo mejor os habéis pasado un poco…
-¿Sabes una cosa? –dijo papá-. Bledurt tiene razón. Si quieres luchar contra los michelines y el apoltronamiento, no debes abandonarte. Te cansas un poco, es cierto, pero el beneficio que te produce es enorme. Vamos a intentar animarnos a repetir todos los domingos.
Y tuvimos una comida de lo más genial, con pollo y montones de patatas. Luego, papá subió a dormir la siesta hasta la hora de la merienda.

René Goscinny-Sempé ¡Ojo! con el pequeño Nicolás.  Ed. Alfaguara

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

La obra

Los michelines, el título del texto que leemos hoy, nos sitúa en la vida absolutamente prototípica de una familia francesa. Un día cualquiera. Son vecinos que charlan, tomando un café después de cenar.

Nicolás, un niño de siete años, es un actor más en las escenas que se plantean en los libros de Goscinny. Suele ser él quien dice esas verdades que caracterizan a los niños y que, en muchas ocasiones, «sacan de quicio» a los mayores, por eso: porque son las verdades que nadie se atreve a decir de forma clara.

Todas las contradicciones, ocultaciones, realidades, verdades, etc., se enuncian desde esa perspectiva sincera de un niño de siete años, que cuenta lo que ve. Así es Nicolás. Un retrato de una realidad que se analiza con su óptica de siete años, pero con la inteligencia de quien la interpreta.

De vez en cando, faltaría más, aparece esa expresión, ese comentario, esa circunstancia, esa palabra (nuestra Palabra mágica de hoy) que sitúa a los mayores en su lugar. En este caso, como en muchas ocasiones, de boca de alguien externo a la familia de Nicolás. Hoy es el señor Bledurt (curiosamente, en una traducción macarrónica: trigo duro), dado que, aunque vecinos, existen las lógicas rivalidades.

-Yo también voy a ir –dije
-No podrás seguirnos, querido –dijo el señor Bledurt-.
(…) Por lo que me dicen, tengo la sensación de que en el colegio no estás precisamente muy quietecito durante la semana.
-¡Quiero ir con vosotros para no tener michelines! –dije yo

 Palabra magica

La palabra mágica hoy es:  Quietecito.

Podemos comentar el valor de los diminutivos, en nuestra lengua y cómo se forman.

La palabra quietecito no indica, como sucede con muchos diminutivos, tamaño menor. Sabemos del valor afectivo. Cierto que estamos hablando de una traducción del francés, pero perfectamente trasladable al español.

Por otra parte, el diminutivo es una buena ocasión para el comentario léxico, el vocabulario, al fin y al cabo:

¿Cuándo se utilizan o los utilizamos? ¿Recordamos algo de cuando éramos más pequeños? ¿Cómo llamamos hoy a determinadas cosas? ¿Con quién los empleamos? En el lugar donde vivimos, ¿quién los usa? ¿Cuándo se usan determinados diminutivos?

Cuentame

Hemos hablado de los diminutivos. Es buena ocasión también para contar experiencias familiares con la gente que nos rodea. Hablar de los vecinos, cómo es nuestro barrio, cómo nos relacionamos, lo mejor y lo peor. Qué problemas tenemos, ¿cómo está dividido el barrio, según las diferentes condiciones de la gente que en él está? ¿Qué personas tienen una gran importancia en la vida de todos los que allí están? Las mujeres, los extranjeros, los grupos sociales con problemas, la sanidad, la escuela, el parque, la diversión, la naturaleza.

Autor

René Goscinny

Nació y murió en París (1926-1977). Era hijo de Stanisław Gościnny, un ingeniero químico de Varsovia, y de Anna Bereśniak-Gościnna, nacida en  Khodorkow, una aldea de Ucrania. Sus padres se conocieron en París y se casaron en 1919. Cuando René tenía dos años, su padre consiguió trabajo como ingeniero químico en Buenos Aires (Argentina), y la familia se traslado allí. Esta mudanza los salvaría de correr la misma suerte que sus familiares que permanecieron en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Su infancia fue tranquila. Estudió en el Liceo Francés de la ciudad bonaerense, pasando cortas temporadas en Uruguay, Venezuela y Brasil, y las vacaciones de verano en Francia. Era un chico alegre al que le gustaban mucho los cómics.

Trabajo en varias cosas antes de dedicarse por completo a escribir. Fue un escritor incansable. En toda su obra hay una constante, que marca cualquier texto que seleccionemos: el humor. Ya pueden ser los propios nombres o las situaciones más hilarantes, disparatadas, nunca en el humor negro, pero sí en esa acidez contenida, que hace que pervivan y sean vigentes en la actualidad, por la que no pasa el tiempo.

La trayectoria de Gosciny está indisolublemente unida a la de excelentes ilustradores: Uderzo, en Asterix y Sempé, en El pequeño Nicolás. Si Asterix es un repaso por la Historia de galos y romanos, Nicolás es un paseo por la vida, la de un pequeño sagaz, imaginativo, preguntón y travieso.

Muchos de sus trabajos fueron llevados al cine.

Desde 1986, Francia otorga anualmente el Premio René Goscinny al guionista de historietas más destacado del año.

Nuestro observatorio

Libros de humor, con diferentes temáticas son siempre recomendables para los lectores de estas edades.  En Canal Lector encontramos varios.

Y si nos interesan los libros de travesuras, aquí podemos ver unas cuantas direcciones.

En las siguiente páginas se puede ampliar datos sobre René Goscinny. La primera es una web sobre el autor, la segunda se trata de  Wikipedia y la tercera es un especial sobre el cómic en El Mundo.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de René Goscinny,  tomada de Canal Lector.