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El misterio de la risa (Segunda parte). Pilar Mateos. Editorial Anaya (Recomendado: 7-9 años)

26 Mar

pequenodaviron

¡La risa! Los dos hermanos se miraron con asombro. Jamás habían oído esa palabra. Los davirones no se ríen nunca, y eso es lo único que les falta para ser enteramente felices. Por lo demás, reúnen todas las condiciones de la gente feliz. Son muy generosos y no dejan de jugar aunque se hagan viejos. Son emprendedores (1) y activos a ratos, y muy perezosones (2) en otros momentos. Están convencidos de que todo el mundo dice la verdad y tiene buenas intenciones.
-¿Y qué es la risa?
La pobre abuela no sabía explicárselo.
-No sé cómo deciros.
-¿Es como el sonido de una campana?
-Casi, pero no.
-¿Es como el sol cuando hace culebrillas en el agua?
-Casi, pero no.
-¿Como la rosaleda en verano?
-Casi, pero no.
Los pequeños davirones se quedaron pensando un buen rato.
-¿Como si tuvieras una caja de música en el corazón?
-Casi, casi –dijo la abuela-, pero no.
Debía ser algo tan fantástico que no había manera de expresarlo con palabras; algo mucho más difícil que decir que zangandungo o que prestidigitador. ¿De qué podrían reírse los niños si era tan complicado?
-Los más simples se ríen de los demás. Los que están alegres se ríen con los demás. Los que son inteligentes se ríen de ellos mismos.
-¿Y nosotros por qué no nos reímos?
-Porque no sabemos –dijo la abuela-. Siempre ha sido así.
De pronto los pequeños davirones se volvieron transparentes, de una transparencia absoluta, que es el no color de la tristeza. Era porque acababan de darse cuenta de que les faltaba algo fundamental en la vida y que sin ello no valía la pena deslizarse por un tobogán, ni contar chistes, ni pegarle a un compañero un monigote en la cola. Por eso los chistes que contaban los davirones resultaban tan sosos y nadie les encontraba la gracia.
-¿Nunca podremos reírnos?
-Siempre ha sido así –insistió la abuela-, y ningún davirón se ha quejado por eso. Después de todo, somos bastante felices.
-Pero yo quiero reírme –dijo Davi davirón.
-¿Y cómo? –replicó su hermano-. Para eso hay que saber.
-Pues que te enseñen.
-¿Quién va a enseñarte? –intervino la abuela-. En Davirondalia no hay nadie que sepa reírse. Ni siquiera Davironorio, el sabio, ha conseguido aprender a sonreír. Y eso que conoce cincuenta y dos maneras distintas de tropezar con una piedra.
-Entonces no será tan sabio –refunfuñó Davi-davirón.
Estaba tan transparente, de pura pena, que a través de él se veían las florecitas de las sábanas, y las puntillas blancas de los almohadones manchadas de helado de menta. Pero enseguida empezó a teñirse de azul cielo, cada vez más intenso. Y era que estaba pensando.
-Iré a la ciudad –dijo en voz alta-. Y buscaré un niño para que me enseñe.
-¡Buena idea! –exclamó su hermano.
Y se había puesto rojo de contento. La abuela, en cambio, iba cobrando, poco a poco, un ligero matiz (3) amarillo, porque estaba un tanto asustada.
-No sé, no sé –musitaba- (4). A ver si te va a pasar algo.
-Pero no dijo:
-De ninguna manera.
Que es lo que hubieran dicho los padres.
-¿Qué me va a pasar?
-Qué sé yo. Que te atropelle un semáforo, o que te pierdas dentro de un buzón de correos. Hay muchas cartas que se pierden.
La abuela davirona jamás había estado en la ciudad, por eso tenía las ideas algo confusas. Pero sabía dónde estaba situada porque había estudiado geografía. Y era capaz de señalar en el mapa todos los pueblos de los alrededores, y el lugar exacto donde se fabricaban las figuras de azúcar.
-¿Está muy lejos la ciudad?
-Muy lejos. Atravesando los bosques de castaños y los siete puentes sobre las autopistas. Dejando atrás la fábrica de figuritas de azúcar. Más allá todavía de la estación del tren.
-¿Cuánto se tarda en llegar?
-Bastante. No llegarías antes de la primavera.
Eso que los davirones, ya sabéis, son muy veloces corriendo; más veloces que las ardillas. Gracias a esa cualidad son los primeros en alcanzar el nogueral, sacándoles bastante ventaja, tan pronto como maduran las nueces.
-Mañana, nada más levantarme, me pondré en camino –dijo Davi-davirón-. Conseguiré llegar antes que la primavera.

(1) Emprendedor: quien comienza algo alguna dificultad o peligro.
(2) Perezosones: muy perezosos. Que les cuesta trabajo hacer algo.
(3) Matiz: rasgo poco perceptible.
(4) Musitar: susurrar, hablar en voz muy baja.

El pequeño Davirón. Pilar Mateos. Editorial Anaya.

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Esta vez, con el texto de Pilar Mateos que hemos seleccionado, introducimos una nueva manera de leer. Son dos lecturas (esta y la primera parte, pero un solo texto, aunque dividido en dos partes. Las edades en las que pensamos que el texto (y el libro completo: El pequeño davirón, editado por Anaya) pueden hacer disfrutar a lectoras y a lectores son los siete a nueve años. No son fijas esas edades, por supuesto, como siempre comentamos. Es el conocimiento de la mediadora o del mediador quien va a adjudicar las edades de lectura. Temas, personajes, situaciones, sensaciones, actitudes, juegos, relaciones familiares, etc., se dan cita en una lectura muy apropiada a las edades comprendidas a partir de 7 años.

Si disponemos del libro (en la biblioteca o porque alguien lo tenga en casa, por ejemplo), podemos hacernos una idea de quiénes eran los davirones, por las ilustraciones de Javier Serrano, gran ilustrador de la literatura infantil y juvenil. Si no es así, podemos plantear una actividad relajante, ingeniosa y que dé rienda suelta a la creatividad de los integrantes del grupo.
Texto
Las posibilidades que este texto ofrece son sumamente interesantes y, sobre todo, muy variadas. Podemos elegir, si nos centramos en la edad intermedia de las recomendadas (7-9), es decir, los ocho años, aspectos y cuestiones como las siguientes:

¿En qué se parecen los davirones a gente como nosotros? ¿Podríamos llamarnos davirones? Qué te parece ese nombre: ¿crees que sería posible que a nuestro grupo de amigos y amigas nos llamaran así? ¿Y a gente de nuestra familia?

Vamos a ver, primero, cómo son los davirones y cómo somos nosotros. A lo mejor, de esta manera, llegaríamos a alguna conclusión. Vete pensando, mientras, qué nombre pondrías a ese tipo de gente a la que tú perteneces. Piensa, por ejemplo, dónde viven los davirones. ¿Se parece al lugar donde vives tú? Y cómo es la casa de los davirones: ¿se parece a la tuya? ¿En qué se diferencian?

Cuéntanos cómo es tu familia. Esa con la que vives. ¿Tienes hermanos o hermanas más pequeños? ¿Y mayores? Cuéntanos un secreto. Prometemos que sólo lo vamos a saber tú y nosotros. ¿Eres tú, acaso, el benjamín o la benjamina de la familia? ¿Qué número haces en la familia, después de los mayores?

Y ahora vemos estos dibujos animados:

¿Os parecéis en algo a Jelly y Jamm, amigos para siempre, en la pandilla de tus amigas y amigos? Cuéntanos a quién elegirías como amiga o amigo para siempre. ¿Por qué? ¿Es porque te llevas muy bien o porque haces un deporte en el que ganáis, cuando vais juntos o juntas? ¿O es porque vivís cerca y podéis salir cuando queráis? O porque…
Palabra magica
Hoy la palabra mágica es buhardilla. Ya sabes: ese lugar al que Davi-davirón no quería subir aquella noche. Él quería dormir con la abuela. Normalmente estaban allí, arriba, porque era más fácil jugar a muchas cosas. Pero aquella noche, no. Ese día tenía miedo y lo que quería era dormir con la abuela. ¿Tienes buhardilla en tu casa? Podías contarnos un poco cómo es tu casa y decirnos dónde prefieres estar.
Y después de ver estas casas con buhardillas, una pregunta secreta: ¿crees que si vivieras en una buhardilla te pasaría lo mismo que a Davi-davirón, que tenía miedo?
Cuentame
Antes de que tú nos cuentes cosas de tus amigas y amigos, te proponemos ir a esta página. A ver si conoces el juego que se propone. Es, para que te vayas haciendo una idea, el juego del amigo invisible o amigo secreto. A lo mejor, te pasas un buen rato, divertido y, como el pequeño davirón, consigues reírte un montón.

Nuestra pregunta es muy fácil para ti. ¿Has jugado, alguna vez al amigo invisible? ¿Has sido tú quien ha recibido algún regalo de alguien? ¿Te imaginabas quién podía ser o te pilló completamente de sorpresa? ¿Conocías mucho a tu amiga o amigo invisible? ¿Te gustó el regalo? ¿Cuándo hicisteis la entrega de regalos? ¿Dónde se hizo?

Ahora, podías hacer memoria y recordar el día en que más te has reído. ¿Por qué fue? ¿Te gustaría pasar un día como aquél, el que te tronchaste de risa? Dínoslo, a ver si conseguimos reírnos nosotros. Y gracias, por hacernos pasar un rato fantástico. ¡Hasta las próximas carcajadas!
vNq6
Pilar Mateos
Nace en Valladolid (España) en 1942.
Estudia en las universidades de Valladolid, Salamanca y Madrid.
Ha realizado guiones para cine, radio y televisión. Desde 1980 se dedica exclusivamente a escribir obras para un público infantil y juvenil.

Nuestro observatorio
Se pueden consultar más datos biográficos en su página web

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de la autora tomada de Canal Lector y de su web

El misterio de la risa (Primera parte). Pilar Mateos. Editorial Anaya (Recomendado: 7-9 años)

18 Mar

pequenodaviron

Los davironlenses duermen en el interior de los troncos de los árboles. Los escogen de buen tamaño y los tienen muy bien acondicionados, con dos o tres pisos, para que los benjamines no entorpezcan el sueño ligero de los más viejos. Los benjamines suelen dormir en la buhardilla, que es su sitio preferido. Allí pueden organizar guerras de almohadas y jugar al escondite sin que nadie los moleste, y asomarse por arriba, a ver lo que están haciendo los pájaros, si comen o no, y si ya ha nacido la cría rezagada del último huevo.
Esa noche, sin embargo, Davi-davirón no quiso subir a la buhardilla. Dijo que tenía miedo y que quería dormir con la abuela. Y su hermano mayor, que le llevaba un año, puso la misma disculpa.
-Yo tengo miedo –dijo-. Quiero dormir con la abuela.
Y la abuela se apresuró a hacerles un sitio en la cama, porque los tenía muy consentidos y siempre los estaba malcriando. Por si fuera poco, les llevó a escondidas una buena ración de helado de menta que había guardado para el domingo, con lo que se pusieron los dos perdidos de churretes y dejaron las sábanas pringosas. Pero eso no les importó. Los davirones, todo hay que decirlo, son un poco cochinos y no les molesta nada mancharse de barro o de tinta de bolígrafo; mucho menos de helado de menta.
Lo de que tuvieran miedo esa noche era una simple disculpa. Más cierto era que estaban muriéndose de curiosidad y querían preguntarle una cosa a la abuela; a sus padres, no, porque sus padres enseguida les mandaban a buscar la respuesta en el diccionario. Por eso se lo preguntaron a ella.
-¿Es verdad que existen los niños?
Esta abuela davirona era de las más listas del territorio y nunca en su vida había dicho una mentira. Eso que había cumplido ciento setenta años y no le habían faltado oportunidades.
-Es verdad –afirmó-. Los niños existen.
Los dos hermanos se sentaron en la cama, completamente verdes, desde el pelo hasta la cola; porque el color de la curiosidad es verde. Gracias a esa feliz coincidencia no se les notaban los churretes de helado de menta.
-¿Y cómo son?
Las abuelas casi siempre conservan el color original de los davirones, que es canela claro, como ya he dicho, debido a que todo se lo toman con mucha calma, y sólo se alteran cuando alguien les pierde las tijeras de las uñas. Entonces se ponen moradas furiosas.
-Yo los vi un día –dijo tranquilamente- cuando era así, poco mayor que vosotros. Vi tres niños bajando por el río, metidos en una barca.
-¿Tenían ruedas?
-Los que yo vi, no –dijo la abuela.
Se quedó callada un momento y añadió en un susurro.
-Se reían.
-¿Se reían?
Se hizo un silencio tan grande que se oyó rebullir a los pájaros en sus nidos, y el rumor de las hojas creció como una tormenta.
-Y eso qué es?
-Eso es cuando les da la risa-dijo la abuela. (Continuará).

El pequeño Davirón. Pilar Mateos. Editorial Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Esta vez, con el texto de Pilar Mateos que hemos seleccionado, introducimos una nueva manera de leer. Son dos lecturas (esta y la segunda parte), pero un solo texto, aunque dividido en dos partes. Las edades en las que pensamos que el texto (y el libro completo: El pequeño davirón, editado por Anaya) pueden hacer disfrutar a lectoras y a lectores son los siete a nueve años. No son fijas esas edades, por supuesto, como siempre comentamos. Es el conocimiento de la mediadora o del mediador quien va a adjudicar las edades de lectura. Temas, personajes, situaciones, sensaciones, actitudes, juegos, relaciones familiares, etc., se dan cita en una lectura muy apropiada a las edades a partir de 7 años.

Si disponemos del libro (en la biblioteca o porque alguien lo tenga en casa, por ejemplo), podemos hacernos una idea de quiénes eran los davirones, por las ilustraciones de Javier Serrano, gran ilustrador de la literatura infantil y juvenil. Si no es así, podemos plantear una actividad relajante, ingeniosa y que dé rienda suelta a la creatividad de los integrantes del grupo.