Al día siguiente, al despertarse, Tritus empezó a meter su hociquillo por entre los pelos de la barriga de Pompón.
-¡Eh, eh, alto ahí! –gruñó éste-. Ya te dije que no hay nada que mamar. ¡Que soy un perro, hijo, un perro, no una perra!
Tritus se quedó mirando debajo de su hocico, la cabeza doblada, con aire de estar diciéndole:
-De acuerdo, lo comprendo, no se puede mamar… pero, a pesar de todo, ¡tengo hambre!
El viejo perro se sacudió, se aseó rápidamente a base de unas rápidas lametadas, imitado punto por punto por el pequeño.
-Tienes razón –dijo finalmente-. Es preciso encontrar algo que comer. Y también tenemos que encontrar un sitio donde dejarte. Compréndelo, lo he pensado bien, realmente no puedes venir conmigo a buscar a Gran-Lobo-Salvaje. Eres demasiado pequeño.
Husmeó el aire, volviendo la cabeza a todos los lados.
-Por allá hay un pueblo –dijo finalmente, señalando en una dirección-. No está del todo en mi itinerario, pero, en fin, quien dice pueblo dice montañas de desperdicios, y cubos de basura, y también gente a quienes les gustan los perrillos.
Así pues, echaron a andar por el carrascal. A su alrededor no había más que hierba pobre, escasa y baja, piedras blancas, olorosas flores, recias matas de tomillo.
Por encima de ellos, el sol iba subiendo a lo largo del cielo azul, calentando más y más.
-El setter me dijo –comentó a media voz el viejo Pompón- que nuestros antepasados los lobos sólo caminaban por la noche, y que durante el día dormían ocultos, igual que todos los demás animales salvajes. Pero que desde que vivimos con los hombres, hacemos igual que ellos. ¡Somos idiotas!
Finalmente divisaron un poblado. Desparramándose por la ladera, un rebaño de techos ocres descendía escalonadamente, hasta llegar al verdor de la llanura.
Encontraron un pequeño ribazo que bajaron con precaución. Las piedras rodaban bajo sus patas. Dos o tres veces, Tritus perdió el equilibrio, rodaba unos cuantos metros y siempre acababa, con cara de asombro, detenido por un matorral.
Pompón lo levantaba dándole un empujón con el morro.
De repente, se acabó la pendiente. Había hierba y, más lejos, el gran lecho seco de un río que sólo llevaba entre las arenas un hilillo de agua que corría perezosamente de charco en charco.
Pompón echó a correr seguido por Tritus y empezó a beber a grandes tragos.
Al oír el chasquear de la lengua, Tritus se dijo que allí había algo bueno y acercó el morro a la superficie del agua. Aquello no olía a nada, no tenía aspecto de nada; sobre todo, no se parecía en nada a la leche, tan buena, de su madre. Aspiró por la nariz y retrocedió.
Pompón comprendió que el cachorro nunca había bebido todavía agua. Entonces le pasó varias veces por el morro su lengua húmeda. El perrillo, extrañado al principio, se lamió finalmente el borde del hocico; sintió que estaba seco y su cuerpecito sediento se estremeció de placer. Intentó entonces mamar en la superficie líquida, pero el agua entró por las narices. Estornudó.
Pompón se echó a reír.
-¡Así no, hijo, así no…! Mira, así…
Le enseñó cómo hacerlo y el cachorro le imitó.
Después de beber agua hasta hartarse, se dirigieron hacia el pueblo, al que rodearon en busca de alimento.
Guiado por su olfato, Pompón se dirigió a una calle desierta de la que aún no habían retirado la basura. Desgraciadamente, los cubos colgaban de unos ganchos, fuera de su alcance.
Finalmente, un poco más lejos, vieron dos o tres cubos sobre la acera. Pero ya otro perro andaba rebuscando por allí: un cocker marrón de pelo largo, que había desparramado el contenido de uno de los cubos y lo estaba revolviendo tan alegremente.
-¡Hola! –dijo el cocker moviendo amistosamente su pequeño trocito de rabo-. Acercaos sin miedo. Donde come uno, comen tres. Además, si estoy revolviendo los cubos de basura no es porque tenga hambre, sino porque me divierte, y porque está prohibido, y porque me gusta mucho hacer lo que está prohibido.
Se retiró un poco, e invitó a Pompón a servirse de un papelón lleno de cortezas de queso, de recortes de carne, de huesos de pollo y mendrugos de pan.
-¡Hale, amigo, cosa fina!
Fue a rebuscar un poco más lejos y volvió haciendo rodar, con su hocico largo y fino, una lata abierta de leche condensada, hasta donde estaba Tritus.
-¡Venga, pequeño, disfruta! Cuando acabes con ésta, hay más latas.
Pompón y Tritus no se lo hicieron repetir dos veces. Arremetieron el uno contra los restos, el otro contra la lata de leche condensada, y pronto quedaron hartos. El cocker jugueteaba junto a ellos, encantado de verlos comer con tanta satisfacción.
Cuando hubieron acabado, se miraron los tres.
Iba Pompón a dar las gracias al cocker cuando se oyó el ruido de una puerta que se abría:
-¡Mis cubos de basura! –gritó una estridente voz de mujer.
Los tres perros echaron a correr al mismo tiempo, en medio de una nube de polvo.
René Escudié. Gran-lobo-salvaje. Editorial SM.
Propuestas para mediadoras y para mediadores.
RECURSOS

Hoy hemos leído una historia de perros. Sí, de perros que andaban por ahí: Pompón, un perro que ya tiene más edad. Tritus, un cachorro abandonado en la carretera y Mally Pop, un perro de la ciudad. Los tres se encuentran y se unen, porque uno, Pompón, andaba buscando al Gran Lobo Salvaje.
Las historias de perros abandonados no hacen más que aparecer en la televisión, en periódicos, en nuestras pantallas del ordenador, en muchos sitios. Demasiados. Y menos mal que aparecen en los medios de comunicación y personas concretas, asociaciones, grupos de gente que protegen a los animales se unen. Dan su trabajo, su dinero, su lugar de vida para que estos abandonados puedan vivir. Y también hay gente, como dice el texto, “a quienes les gustan los perrillos”. Gracias a esta fantástica gente podemos ver a algunos que se han salvado, como Lucy. Son los de la suerte.
Cachorros abandonados con suerte: 1, 2, 3, 4

La palabra mágica hoy es hambre.
Hemos visto lo que sucede en este planeta con algunos de los compañeros habitantes: los animales. Pero nos parece mucho más increíble que personas, niñas y niños de este hermoso lugar en el firmamento pasen hambre hasta morir. Los datos, como ahora leerás dicen que más de seis millones de niños mueren al año de hambre.
Muchos artistas, gran cantidad de gente intenta, como puede, luchar contra ese terrible mal que afecta a la Humanidad. Procura informarte, en el lugar donde vives, qué podemos hacer nosotros, las ciudadanas y los ciudadanos de a pie, para ayudar a esos millones de personas que pasan hambre.
Aquí tienes dos páginas de artistas que quizá conozcas. Disfruta con ellos, y atiende a sus mensajes.
Michael Jackson, Melendi
Ojalá que algún día podamos estrecharnos las manos y estrechar las de algún niño que ahora no pasa hambre.

Hemos leído y visto muchas cosas tristes y terribles sobre el hambre en el mundo. Pero nos vamos a quedar con otra palabra mágica, que nunca queremos olvidar para nuestra vida: ilusión. Hemos visto la tristeza, el dolor, el hambre, la muerte. Pero queremos seguir luchando, para que el mundo mejore. Y lo que seguimos teniendo es, a nuestro lado, la palabra mágica ilusión. No vamos a perderla. ¿Te interesa, te animas, te apetece, o el verbo que tú quieras, seguir para que el mundo mejore?
Si sabes de un lugar, en tu ciudad, en tu Comunidad, donde haya algún centro, Organización o personas, coméntalo, si te lo preguntan. A lo mejor, encuentras a alguien que esté interesada o interesado en las medidas que se pueden adoptar para ver si, entre todos, ayudamos a los que lo necesitan.
Aquí tienes una página que te puede servir en esta labor. Que tengas muchísima suerte y a ver si logramos algo interesante.
Coordinadora de ONGD

René Escudié
Nació en el año de 1941 en Clermont-Ferrand (Francia)
Se dedica a la escritura y la dramaturgía en un pequeño pueblo cerca de Montpellier, Cournonsec (Francia). Sus libros se han publicado en muchos países, siendo él mismo en muchos casos el que traduce sus obras.
Durante muchos años, ha dirigido talleres de escritura dentro y fuera de la escuela, así como cursos a docentes sobre escritura. Miembro fundador de La Charte des auteurs et illustrateurs du livre de jeunesse de Francia.

Se puede consultar su biografía en Ricochet.
Bibliografía
Ofrecemos, a continuación, otro libro de René Escudié en Canal Lector.
Etiquetas: Cubos de basura, Hambre, Perros
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