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Tistú. Maurice Druon. Editorial Juventud (Recomendado: 13-14 años)

5 Sep

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Donde se confía a Tistú al señor Tronadizo, que le da una lección de orden

No cabía duda de que el temperamento explosivo del señor Tronadizo tenía por causa su prolongado trato con los cañones.
El señor Tronadizo era el hombre de confianza de Señor Padre. El Señor Tronadizo vigilaba a los numerosos empleados de la fábrica y los contaba cada mañana para asegurarse de que no faltaba ninguno; miraba el interior de los cañones para saber si estaban bien derechos; comprobaba por la tarde el cierre de las puertas, y con mucha frecuencia se quedaba a trabajar hasta de las cifras muy avanzada la noche para convencerse de la alineación perfecta en los gruesos libros de cuentas. El señor Tronadizo era un hombre ordenado.
No es de extrañar, pues, que el Señor Padre pensara en él para proseguir al día siguiente la educación de Tistú.
-¡Hoy lección de ciudad y lección de orden! –gritó el Señor Tronadizo de pie en el vestíbulo, como si se dirigiera a un regimiento.
Es conveniente precisar que el Señor Tronadizo había pertenecido al ejército antes de pertenecer a los cañones; y si no fue él quien inventó la pólvora, por lo menos sabía emplearla.
Tistú se dejó resbalar por el pasamanos.
-Sírvase subir, y bajar por las escaleras –le dijo el Señor Tronadizo.
Tistú obedeció aunque le pareciese una inutilidad eso de volver a subir para volver a bajar, puesto que ya estaba abajo.
-¿Qué lleva usted en la cabeza? –preguntó el Señor Tronadizo.
-Una gorra a cuadros…
-Pues entonces póngasela usted derecha.
No vayáis a creer que el Señor Tronadizo era un hombre malo; es solamente que tenía las orejas muy coloradas y que le gustaba enfadarse por un quítame allá esas pajas.
“Hubiese preferido seguir aprendiendo con Mostacho”, se decía Tistú.
Y se puso en camino al lado del Señor Tronadizo.
-Una ciudad –empezó el Señor Tronadizo, que había preparado cuidadosamente la lección- se compone, como usted puede ver, de calles, de monumentos, de casas y de gente que vive en esas casas. A su juicio, ¿qué es lo más importante de una ciudad?
-El Jardín Botánico –repuso Tistú.
-No –replicó el Señor Tronadizo-; lo más importante de una ciudad es el orden. Sin orden, una ciudad, un país, una sociedad, no son más que viento y no pueden perdurar. El orden es una cosa indispensable y para conservar el orden hay que castigar el desorden.
“Sí, claro, el Señor Tronadizo debe de tener razón –pensó Tistú-, pero ¿por qué gritará tan fuerte? Es una persona mayor con voz de trompeta. ¿Tanto ruido hay que hacer a causa del orden?”
Por las calles de Mirapelo, las gentes se volvían a mirarlo y a Tistú le daba vergüenza.
-¡Tistú, no se distraiga! ¿Qué es el orden? –preguntó el Señor Tronadizo con expresión severa.
-¿El orden? Es cuando uno está contento –respondió Tisú.
El Señor Tronadizo dio un gruñido y las orejas se le pusieron más coloradas que de costumbre.
-Me he fijado –prosiguió Tistú sin dejarse intimidar- que mi poni Gimnasia, por ejemplo, cuando está bien almohazado, bien peinado, y tiene las crines trenzadas con papel de plata, parece mucho más contento que cuando todo anda lleno de porquería. Y también sé que el jardinero, Mostacho, sonríe a los árboles cuando están bien podados. ¿Verdad que eso es el orden?
Aquella contestación no pareció satisfacer demasiado al Señor Tronadizo cuyas orejas se pusieron aún más coloradas.
-¿Y qué se hace con la gente que extiende el desorden?–preguntó.
-Pues tienen que ser castigados; seguro… -repuso Tistú, pensando que “extender el desorden” era un poco como “extiendes los juguetes por todas partes”, “extiendes las migas por toda la mesa”.
-Se les encierra ahí –declaró el Señor Tronadizo señalando con un ampuloso gesto una inmensa pared gris, sin una ventana, una pared que no era corriente.
-¿Esto es la cárcel? –dijo Tistú.
-Aquí es –contestó el Señor Tronadizo-. Es el monumento que sirve para mantener el orden.
Anduvieron a lo largo de la pared y llegaron ante una alta reja negra, erizada de afiladas puntas. Y detrás de la verja negra había otras verjas negras, y detrás de la pared triste, otras paredes tristes. Y todas las paredes y todas las verjas estaban igualmente rematadas por pinchos.
-¿Por qué ha puesto el albañil estos pinchos tan feos por todos lados? –preguntó Tistú-. ¿Para qué sirven?
-Para impedir que los presos se escapen.
Si esta cárcel fuera más bonita –dijo Tistú- quizá tendrían menos ganas de marcharse…
Las mejillas del Señor Tronadizo se pusieron tan rojas como sus orejas.
-“Qué niño más extraño –pensó-. Habrá que enseñárselo todo.” Y añadió en voz alta:
-Deberías saber que los presos son hombres malos.
-¿Y los meten ahí para curarles la maldad?
-Se les mete aquí para impedir que hagan daño a los demás.
-Pues aprenderían mucho más deprisa si esto fuera más bonito…-insistió Tistú.
“Ah, es testarudo”, pensó el Señor Tronadizo.
Detrás de las rejas, Tistú vio a unos hombres que caminaban formando corro; iban con la cabeza baja, sin pronunciar palabra. Parecían terriblemente desgraciados con aquel cráneo afeitado, aquellos trajes a rayas y aquellos zapatones.
-¿Qué hacen ahí?
-Están en el recreo –contestó el Señor Tronadizo.
“¡Pues vaya! –pensó Tistú-. ¡Si ese es el recreo, lo que serán las clases! Esta cárcel es demasiado triste.”
Tenía ganas de llorar y no pronunció palabra en todo el camino de regreso. El Señor Tronadizo interpretó aquel silencio como un buen síntoma y pensó que la lección de orden había dado sus frutos.
Sin embargo, escribió en la libreta de notas de Tistú: “A este niño hay que vigilarlo de cerca; se hace demasiadas preguntas».

Maurice Druon. Tistú el de los pulgares verdes. Ed. Juventud

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
En el texto que acabamos de leer, hay dos personajes. Dos formas distintas de ser, de pensar lo que es la vida. De estar en el mundo y observar a la gente, lo que piensa, lo que hace y cómo es. El señor Tronadizo, uno de los personajes, tenía un trabajo que no era el más animado y creativo, especialmente. Trabajaba en una ¡fábrica de cañones! ¡Sí, de cañones!

Pero antes, creemos que te vendría bien saber un poco de este estupendo libro. Casi seguro que luego lo leerás completo y te garantizamos que no te defraudará.

Tistú era el hijo del Señor Padre, que quería que su hijo aprendiera todo lo referente a sus negocios. En este caso, le había tocado ir a la fábrica de cañones, uno de esos negocios del Señor Padre. Al mando de la fábrica estaba el Señor Tronadizo, que era un hombre de confianza del Señor Padre. Comprobaba que los empleados trabajaban bien y que los cañones estaban en perfectas condiciones. Un difícil trabajo que el Señor Tronadizo realizaba a la perfección y, por eso, el Señor Padre pensó que él podría dar unas buenas lecciones a Tistú.

Pero Tistú pensaba cosas muy distintas. Lo sabemos desde el principio del texto. Cuando los dos, el Señor Tronadizo y Tistú dicen lo que es importante en una ciudad. El Señor Tronadizo dice: lo más importante es el orden. Tistú dice: el Jardín Botánico.

Con lo que ya llevamos leído, pensemos sólo una cosa: ¿tendrá que ver el título del libro, Tistú el de los pulgares verdes, con esta afición por el Botánico?

No te queremos desvelar el libro entero, por si te apetece leerlo. Pero sí te avanzamos que en Tistú hay una magia, en esos pulgares verdes. ¿Cuál de estas razones crees que tiene más posibilidad de ser la verdad de esta historia? No olvides que hay una magia en esos pulgares (es la pista que te damos).

1)Tistú escribía siempre con un rotulador de color verde y se le manchaban los dedos.
2)Todo lo que tocaba Tistú con aquellos pulgares verdes se convertía, mágicamente, en una planta.
3)Tistú padecía una rara enfermedad. A los que les gustaba el Jardín Botánico, se les volvían verdes tres partes del cuerpo: los dedos, las orejas y las uñas de las manos y de los pies.

(La verdadera es la 2)

 Palabra magica                            

Hoy la palabra mágica es orden. ¿Piensas que el Señor Tronadizo tenía razón? La verdad es que si reflexionamos, llegamos a diferentes conclusiones. Por lo que parece en la lectura, da la impresión de que para el Señor Tronadizo es muy, pero que muy importante esa palabra. Casi imprescindible para vivir. Y, sin embargo, creemos que para Tistú no lo es tanto. Como no estamos totalmente seguros o seguras, vamos a hacer una cosa: de las siguientes situaciones, ¿dónde crees que es muy positivo llevar un orden? ¿Y dónde depende de las aficiones, de los acuerdos a que hayamos llegado, de la suerte que hemos tenido, de la capacidad que tengamos, de la preparación y el entrenamiento que hayamos realizado, de cosas que a ti se te ocurran? Valora, en las acciones siguientes, del 1 al 10, la importancia que concedes al orden. Escribe luego, tres acciones en las que el orden es importantísimo y tres en las que el orden no se necesita para nada, porque depende de otras cosas.

1)   En la cola de un cine
2)   En la elección de tu juego favorito
3)   En la resolución de problemas de matemáticas  
4)   En quién acaba primero la comida
5)   En la cola de un transporte público

Cuentame
Hoy te vamos a pedir un favor. ¿Nos puedes decir, como si fueras Tistú, lo que a ti te parece más bonito, más interesante, más misterioso, más divertido, de la localidad donde vives? Necesitamos fotos, palabras, dibujos y todo lo que consideres que nos puede ayudar a hacer una visita o una excursión a ese precioso lugar donde vives. Imagina, para tu información, que somos cinco personas de un instituto y que estamos en 3º de ESO. ¿Hay algún transporte en el que podamos viajar? Dinos qué cosas, qué lugares, qué edificios nos van a encantar en la visita.

 Autor

Maurice Druon

Nació en París (Francia) el 23 de abril de 1918 y murió en la misma ciudad el 14 de abril de 2009.
Pasó su infancia en Normandía y realizó sus estudios secundarios en el Liceo Michelet. Comienza a publicar en revistas y periódicos literarios a los dieciocho años, mientras cursaba la carrera de Ciencias políticas (1937-1939). Se unió al movimiento de la Resistencia  y compusó junto a un tío suyo la canción Chant des Partisans. Al acabar la Segunda Guerra Mundial se dedica al periodismo y a la literatura. Participó también en la política a partir de 1973.
 Nuestro observatorio

Más datos biográficos del escritor.

 

Cinco. Erik Orsenna. Ed. Salamandra (Recomendado: 13-14 años)

15 May

laisladelaspalabras

El sol se pavoneaba (1) ya en lo alto del cielo. En la placita, un perro bostezaba, tres cabras mordisqueaban un neumático y una mariposa pasaba y repasaba bajo el hocico de un rollizo gato negro.
Después de tanta agitación, aquella calma daba vértigo.
Sentado en un tronco de árbol, el señor Enrique acariciaba su guitarra. De vez en cuando, sus dedos se paseaban por las cuerdas y volvía a oírse la canción de la víspera, la misma que había acunado nuestro sueño. ¿Nos habría acompañado toda la noche para ahuyentar las pesadillas, las horribles pesadillas que sin duda persiguen a los supervivientes de una tragedia? ¿Quién era aquella gente que tan bien sabía cuidar a los náufragos? ¿Y cuáles eran sus poderes mágicos? Me moría de ganas de saber más. Cuando me entra la impaciencia, no puedo estarme quieta. Reprimí tres pasos de baile.
El señor Enrique sonrió.
– Parece que ya estamos mejor. Es tarde. Os llevo al mercado. Así comprenderéis lo que pasa en nuestra isla.
Guirnaldas de pimientos, trozos de pez espada, atún y barracuda (2), cabras descuartizadas, pedazos de otros animales, ojos, lenguas, hígados y gruesas bolas negras (criadillas de toro), amarillentas montañas de boniatos, botellas blancas (ron casero), ensaladeras, cascanueces, desatascadores de color rosa para el lavabo, patas de conejo (para atraer la buena suerte), murciélagos disecados (para ahuyentar la del prójimo), palitos que se chupan llamados “palos tiesos” (para curar la pereza de los maridos)…
Y una abigarrada muchedumbre que parloteaba, discutía, chismorreaba, se insultaba, se desternillaba… Sin contar, a ras de tierra, el doble ejército de los niños, que berreaban de lo lindo y chillaban “mamá”, y de los perros, que, boquiabiertos y babeantes, como auténticos cubos de la basura vivientes, engullían todo lo que caía al suelo e iban a tumbarse al sol para masticarlo pensativamente.
Al final de la calle, cambio de atmósfera: cuatro tiendecitas alrededor de una rotonda. Parecía la plaza de un pueblo en miniatura…Todos los clientes se acercaban hablando entre dientes y lanzando miradas inquietas a diestro y siniestro, como quien tiene secretos que proteger.
-Éste es nuestro mercado de palabras –dijo el señor Enrique-. Aquí es donde hago mis compras. Aquí encontraréis o recuperaréis todo lo que necesitáis.
Y se acercó a la primera tienda, que un trozo de percal (3) colgado sobre la entrada anunciaba así:
EL AMIGO DE LOS POETAS  Y DE LA CANCIÓN

Curioso amigo aquel tendero, un gigante escuálido con cara de sueño que no ofrecía nada. Nada salvo un viejo libro con las hojas arrugadas. El resto del mostrador estaba vacío. Tras los saludos y abrazos de rigor, el señor Enrique hizo su pedido:
-Mi último estribillo me trae por la calle de la amargura. ¿No tendrás alguna palabra que rime con “dulce” y otra que rime con “mamá”?
Mientras lo atendían me acerqué a la tienda de la izquierda.
VOCABULARIO DEL AMOR.  TARIFA REDUCIDA PARA  LAS RUPTURAS

En ese preciso instante, una mujer deshecha en lágrimas suplicaba:
-Mi marido me ha dejado sin piedad. Querría una palabra para que comprenda mi dolor, una palabra terrible, para que lo avergüence.
El vendedor, un jovencito, sin duda principiante, empezó por ruborizarse (4) –enseguida, enseguida-, abrió un libro viejo y se puso a pasar hojas como un poseso (5).
-Tengo lo que necesita, un segundito. Aquí está. Tiene usted donde elegir: aflicción…
-Eso suena mal.
-Neurastenia…
-Parece un medicamento.
-Desesperación.
-¡Ésa, ésa me gusta! ¡Desesperación, estoy en plena desesperación!
La mujer deslizó una moneda en la mano del vendedor y se marchó reconfortada. Llevaba su nueva palabra en brazos, desesperación, desesperación… Ya no estaba sola, había encontrado a alguien a quien hablar.
El siguiente comprador era un viejo de al menos cuarenta años; yo no sabía que a la gente de esa edad le importara el amor.
-Verá, mi mujer ya no soporta los “te quiero”. “Después de veinte años, podrías variar; inventa otra cosa o me voy”, me dice.
-Eso es fácil. Podría decirle: “Tengo la mosca detrás de la oreja”
-¿Para que se crea que no me lavo?
-Pues entonces: “Me muero por tus pedazos.”
-¿Y eso qué significa?
-Mi amor por ti es tan completo que sufro hasta cuando te cortas las uñas. Me gustan todos y cada uno de tus pedazos. Te quiero desde la punta del pelo hasta los dedos gordos de los pies.
-Bueno, voy a probar. Si esa frase no funciona, se la devuelvo.
Nos habríamos quedado hasta que anocheciera. La cola de clientes era cada vez más larga. Tomás aguzaba el oído tanto como yo: “Voy a hacerte un traje de besos”, “Dime cómo te llamas y te pido para Reyes”… Le brillaban los ojos, ponía cara de inteligencia. Se estaba aprovisionando. Cuando volviéramos, sabría hablar con las chicas, las dejaría de una pieza. Con lo que hacía que buscaba una fórmula para ligar con las mayores, con las demasiado mayores para él…
Las otras tiendas estaban igual de concurridas. Me habría gustado pasar un rato con
DIOSDADO. NOMBRADOR DIPLOMADO DE PLANTAS Y PECES

o con la misteriosa
MARÍA LUISA. ETIMÓLOGA EN CUATRO LENGUAS

Ante mi expresión de desconcierto, el señor Enrique me aclaró:
-La etimología explica el origen de las palabras. “Infierno”, por ejemplo, procede del latín infernus, inferior, lo que está debajo. Pero venid, hay muchos otros sitios de la isla que me gustaría enseñaros.

Notas

(1) Se pavoneaba: presumía.
(2) Barracuda: pez de los mares tropicales y templados, con el cuerpo alargado y provisto de fuertes dientes. La carne es comestible, pero al llegar a cierta edad se vuelve venenosa.
(3) Percal: tipo de tela.
(4) Ruborizarse: ponerse colorado.
(5) Poseso: poseído, alucinado, loco.

Erik Orsenna. La isla de las palabras. Editorial Salamandra
Texto
Juana y Tomás inician sus vacaciones viajando en un crucero rumbo a América. Una tempestad inesperada provoca el naufragio del barco.
Cuando Juana recobra la conciencia está en una playa junto a Tomás. Los dos están mudos, porque la tempestad les había arrebatado las palabras.
Lo bueno es que están en la Isla de las palabras, donde el señor Enrique les ayudará a recobrar el lenguaje que les quitó aquel terrible huracán. Porque allí hay tiendas de todo tipo de palabras, aunque busques la más difícil. También está en aquella isla, algo muy importante: la fábrica, donde Juana y Tomás recuperan definitivamente su capacidad para manejar esas palabras. Es decir, la gramática.
Y en una novela como ésta, no podía faltar un malvado, que quiere que todo vaya mal. Aquí se llama Necrolo. Este malvado quería que sólo existieran las palabras que él dijera que son útiles, porque son las suyas, las que sólo él utiliza.

No sé si te habrá parecido interesante, atractivo y rico todo lo que el señor Enrique (aquí decimos Don Enrique) les enseña a nuestros protagonistas. A propósito, como suponemos que has leído las notas que hay en la lectura, ¿sabrías calcular la edad de una barracuda, como la que ofrecían? Yo, desde luego, no me la comería. Ya sabes que a cierta edad se vuelve venenosa.

Lo que sí es cierto es que el mercado, los mercadillos, el rastro y otros lugares de venta de alimentos y más cosas son divertidos. Algunos, estupendos. Pero eso de cabras descuartizadas, pedazos de animales, ojos, lenguas, hígados y todo lo demás da bastante asco. No pierdas tu posibilidad y, en tu cuaderno de preguntas, escribe un menú apetecible y que te encantaría si lo ofreciera un restaurante. ¿Qué pondrías de primeros platos? ¿Y de segundos? ¿Y de postre? No olvides tu bebida favorita. Calcula, eso sí, que el menú no sea muy caro y que puedas, con ayuda de algunos mayores de tu casa, poder pagarlo y pasar un maravilloso rato en compañía. Aquí tienes uno, por si te sirve como ejemplo.

Suerte y ¡que aproveche!
Palabra magica
Hoy la palabra mágica es rimar. ¿Recuerdas lo que buscaba el señor Enrique, Don Enrique, en aquella tienda donde había un gigante muy delgado, escuálido? Pues sí. Buscaba una palabra que rime con “dulce” y otra que rime con “mamá”. Desde luego, es lógico que al señor Enrique le trajera por la calle de la amargura encontrar palabras que rimen con la palabra dulce. Pero seguro que tú encuentras palabras que rimen (o sea, que acaben igual) que la palabra mamá.

La prueba consiste en encontrar, en ese enlace, diez palabras que rimen con la palabra mamá. Hazlo con atención, porque luego tienes que poner el significado de, por lo menos, tres palabras que riman con mamá.

Cuentame
Es probable que tú, con las palabras y frases que manejas y dominas, no necesites ir a ninguna de las tiendas donde venden eso, palabras y expresiones de amor y cariño. Pero quizá te habría gustado entrar, como a los protagonistas de este texto, en Diosdado, ese nombrador diplomado de plantas y peces. ¿Y si resulta que tú sabes un montón de nombres de eso: plantas y peces? Anímate y escribe todos los que conozcas. Si ves que está muy bien tu lista, ¡enhorabuena! Puede que, algún día, te llame Diosdado, para que se la pases.

PLANTAS                                                           PECES

Autor
Erik Orsenna

Nació el 22 de marzo de1947 en París (Francia). Su verdadero nombre es Eric Arnoult. Estudió Filosofía, Ciencias Políticas y Economía. Ha dado clases hasta 1981, que es cuando comenzó a colaborar en el Ministerio de Cooperación francés. Experto en Economía Internacional, ha promovido las relaciones entre Francia y los países del Tercer Mundo
Escribe todos los días. Le gusta mucho el universo, también viajar, el mar y la música.

Nuestro observatorio

Otros muchos más datos sobre sus gustos y vida en su página web.

Bibliografía

Libros en Canal Lector de Erik Orsenna

El cuarto planeta. Antoine de Saint-Exupéry . Editorial Alianza (Recomendado: 13-14 años)

10 Abr

principito

El cuarto planeta era el del hombre de negocios. El hombre estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza cuando llegó el principito.
-Buenos días –le dijo éste.
-Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
-¿Quinientos millones de qué?
-¡Eh! ¿Estás siempre ahí? Quinientos millones de… Ya no sé… ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete…
-¿Quinientos millones de qué? –repitió el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta, una vez que la había formulado.
El hombre de negocios levantó la cabeza:
-En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace veintidós años por un abejorro que cayó Dios sabe de dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverme. Yo soy serio. La tercera vez… ¡Hela (1) aquí! Decía, pues, quinientos un millones…
-¿Millones de qué?
El hombre de negocios comprendió que no había esperanza de paz.
-Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
-¿Moscas?
-No, cositas que brillan.
-¿Abejas?
-¡No! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar.
-¡Ah! ¿Estrellas?
-Eso es. Estrellas.
-¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
-Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy serio, soy preciso.
-¿Y qué haces con esas estrellas?
-¿Qué hago?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
-¿Posees las estrellas?
-Sí.
-Pero he visto un rey que…
-Los reyes no poseen; “reinan”. Es muy diferente.
-¿Y para qué te sirve poseer estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
Éste, se dijo el principito, razona un poco como el ebrio (2)
Sin embargo, siguió preguntando:
-¿Cómo se pueden poseer estrellas?
-¿De quién son? –replicó, hosco (3), el hombre de negocios.
-No sé. De nadie.
-Entonces son mías, pues soy el primero en haberlo pensado.
-¿Es suficiente?
-Seguramente. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
-Es verdad –dijo el principito-. ¿Y qué haces tú con las estrellas?
-Las administro. Las cuento y las recuento –dijo el hombre de negocios-. Es difícil. ¡Pero soy un hombre serio!
El principito no estaba satisfecho.
-Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas!
-No, pero puedo depositarlas en el banco.
-¿Qué quiere decir eso?
-Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después cierro el papelito, bajo llave, en un cajón.
-¿Es todo?
-Es suficiente.
Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
-Yo -dijo aún- poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino (4) todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas…
El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró respuesta y el principito se fue.
Decididamente las personas mayores son enteramente extraordinarias, se dijo simplemente a sí mismo durante el viaje.

Notas

(1) Hela aquí: aquí está.
(2) Ebrio: borracho, que ha bebido demasiado alcohol.
(3) Hosco: antipático.
(4) Deshollino: limpio, les quito las sustancias negras como alquitrán.

Antoine de Saint-Exupéry . El Principito.  Ed. Alianza

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
El principito narra las aventuras de un niño, que viene de un lejano planeta, muy pequeño. Parece increíble, pero es así. ¿Cómo no le iba a gustar un planeta tan maravilloso como éste, en el que vivimos?

Recomendamos, encarecidamente, la lectura de una de las obras maestras de la Literatura. Creemos que, en esta edad que proponemos (13-14 años), es donde mayor disfrute se puede obtener de su lectura. En cualquier caso, si la lectura del soporte libro tuviera algún problema (imaginemos una discapacidad de vista, por ejemplo), existe también esta versión. Un audio-libro, que facilitará su lectura oída.

En su llegada al planeta Tierra, va contando las aventuras que tuvo en los otros seis planetas que fue visitando. El texto de hoy corresponde a su visita al cuarto planeta. No se trata de describir cómo eran físicamente esos planetas que visitaba. El libro no tiene que ver con la geografía. La pregunta es ¿quiénes los habitaban? ¿Cómo eran las personas que en ellos había?

El que hoy has leído es el cuarto planeta. ¿Recuerdas quién dice que lo habitaba?

1)   Lo habitaba un extraterrestre, que se había construido una lujosa mansión, para que fueran los demás habitantes.
2)   Lo habitaba el hombre de negocios, que quería que todo, absolutamente todo fuera para él.
3)   Lo habitaba un visitante que llamaban “el planetario”.

(La respuesta correcta es la número 2)

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica es poseer. Cuando el verbo poseer se aplica a una persona, como es el caso, significa tener algo en poder de esa persona. Es lo que pensaba el hombre de negocios. Que poseía las estrellas. Pero el principito pensaba en la realidad. Es imposible poseer las estrellas. Por eso piensa que, cuando decía que posee las estrellas, parecía que estaba ebrio, que había tomado más alcohol del que debía tomar.

Pues ahora, vamos a pensar un rato en qué cosas puedes poseer. Es decir, tener en tu propiedad. El diálogo entre el hombre de negocios y el principito es:

        (Hombre de negocios): -Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
        -Es verdad –dijo el principito-. ¿Y qué haces tú con las estrellas?
        -Las administro. Las cuento y las recuento –dijo el hombre de negocios-. Es difícil. ¡Pero soy un hombre serio!
        El principito no estaba satisfecho.
Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas!
        -No, pero puedo depositarlas en el banco.

¿Cuáles de estas palabras son sinónimas de poseer, es decir, significan algo igual o parecido?

Compartir          Tener           Ofrecer          Usar

¿Qué cosas podrías decir, después de esto, que posees, explicando por qué las posees o no las posees?

La libertad         La economía         El mar
El país               La sabiduría          La ilusión

Cuentame
Hoy te proponemos una aventura galáctica.

Estos son los planetas del sistema solar. Falta Plutón  porque muchos geógrafos no lo consideran como planeta del sistema solar. Es el planeta enano.

A lo mejor te encantaría ir en una nave, a visitar alguno de estos planetas. Pero hoy nos vamos a conformar con ser príncipe pequeño, principito o princesa pequeña, princesita. Y tampoco tiene nada que ver con los cuentos de hadas. No, esos los leímos cuando éramos más pequeños. Eran fantásticos, pero muchos ya te los sabes.

Como los planetas están habitados por diferentes tipos de gente, podemos imaginar qué nos gustaría. Aprovecha ahora, cuando todo es posible, e inventa el nombre de un planeta. ¿Hacia dónde cae, aproximadamente? ¿Está en el sistema solar, al lado de los que conoces: Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón o está en un lugar todavía no explorado por los geógrafos o geógrafas, con sus grandes telescopios? ¿Quién habita ese planeta, el más lejano del universo, que se descubrirá el año 4500? Lo que seguro que sí sabes, con tu imaginación portentosa, es quién o quiénes te gustaría que lo habitaran. Numera, del uno al cinco, según tus gustos, los tipos de gente que querrías encontrar, cuando viajes, en tu planeta imaginario.

Mucha suerte y que tengas el más maravilloso viaje jamás contado.

9e7o

Antoine de Saint-Exupéry

Nació en Lyon (Francia) el 29 de junio de 1900 y murió cerca de la costa de Marsella el 31 de julio de 1944, en un accidente aéreo. Pasó una infancia feliz a pesar de la muerte de su padre, cuando él tenía 4 años. Estudiará en Suiza. Obtiene el título de piloto de aviación. Descubre que le gusta escribir y dedicará su vida a la aviación y a la escritura. Sufrió más de un accidente por realizar misiones peligrosas, en una de ellas su avión desapareció y ya no se supo más de él.

Nuestro observatorio
Más datos biográficos e imágenes de Antoine de Saint-Exupéry

Bibliografía 

Otros libros de Antoine de Saint-Exupéry:

Vuelo nocturno. Ed. Anaya
Carta a un rehén. Ed. Salamandra
Tierrra de hombres. Ed. Salamandra

 

El muro. Gerald Durrell. Editorial Alianza

19 Dic

mifamilia
Un día encontré sobre el muro una obesa (1) hembra de escorpión, vestida con lo que a primera vista parecía un abrigo de piel color crema. Examinada con atención, la extraña vestimenta resultó estar formada por una masa de bebés diminutos agarrados al dorso de su madre. Embelesado (2) ante aquella familia, decidí llevarla a casa de tapadillo para conservarlos en mi cuarto y verlos crecer. Con infinito esmero (3) pasé madre y prole al interior de una caja de fósforos y corrí a la villa. Fue una desdichada coincidencia que en el momento de traspasar yo el umbral se sirviera el almuerzo; por lo cual coloqué con cuidado la caja sobre la repisa del cuarto de estar, para que los escorpiones tuvieran aire en abundancia, y luego me reuní en el comedor con los demás. Jugueteando con la comida, alimentando a Roger subrepticiamente (4) por debajo de la mesa y escuchando las discusiones familiares me olvidé por completo de la emocionante captura del día. Por fin Larry, acabado el almuerzo, fue al cuarto de estar por tabaco, y reclinándose de nuevo en su silla se llevó un cigarrillo a sus labios y echó mano a la caja de fósforos que había traído consigo. Inconsciente de la catástrofe que se venía sobre mí, yo le observaba con interés mientras, charlando aún por los codos, abrió la caja.
Hasta el día de hoy sigo en mis trece de que la hembra de escorpión no llevaba malas intenciones. Lo que pasa es que estaba agitada y un poco molesta por el largo encierro, y aprovechó la primera oportunidad para escapar. En una fracción de segundo se irguió sobre la caja, con los bebés aferrándose desesperadamente, y trepó al dorso de la mano de Larry. Allí, no muy segura de qué partido tomar, se detuvo con el aguijón curvado en estado de alerta. Larry, sintiendo el roce de sus garras, bajó la vista a ver qué era, y a partir de ese instante los acontecimientos se sucedieron de manera cada vez más confusa. 
Larry exhaló (5) un rugido de pavor que hizo que Lugaretzia dejara caer un plato y que Roger saliera como un rayo de debajo de la mesa, ladrando ferozmente. De un manotazo envió al desdichado animal de cabeza a la mesa, donde aterrizó entre Margo y Leslie, esparciendo bebés cual confeti al estrellarse contra el mantel. Ciega de ira ante semejante trato, la criatura se lanzó hacia Leslie, con el aguijón temblando de furia. Leslie se puso en pie de un salto, volcó la silla y empezó a descargar servilletazos a diestro y siniestro, uno de los cuales mandó al escorpión rodando por el mantel en dirección a Margo, quien prestamente (6) dio un alarido que cualquier locomotora se habría sentido orgullosa de producir. Mamá, completamente aturdida por tan repentino e instantáneo paso de la paz al caos, se puso las gafas y oteó buscando la causa del bochinche, y en ese momento Margo, en un esfuerzo vano por detener el avance del escorpión, le arrojó un vaso de agua. La ducha erró (7) su objetivo totalmente, pero empapó con éxito a Mamá, que siendo incapaz de aguantar el agua fría se quedó al punto sin respiración, boqueando (8) inmóvil al otro extremo de la mesa, sin poder protestar siquiera. Para entonces el escorpión había caído al suelo bajo el plato de Leslie, en tanto que sus bebés pululaban desatados por la mesa. Roger, alucinado por el pánico pero resuelto a cumplir con su deber, corría dando vueltas y vueltas a su habitación, ladrando histérico.
          -¡Otra vez ese maldito niño… -vociferó Larry.
          -¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Que vienen! –chillaba Margo.
          -Lo único que necesitamos es un libro –rugía Leslie-; no perdáis la calma, pegadles con un libro.
          -¿Qué demonios os pasa a todos? –seguía implorando Mamá, secándose las gafas.
          -Es ese maldito niño… un día nos va a matar… Fíjate cómo está por debajo de la mesa… hasta la rodilla de escorpiones…
          -Deprisa… deprisa… haz algo… ¡Cuidado, cuidado!
          -Deja de aullar y trae un libro, por lo que más quieras… Eres peor que el perro… ¡Cállate, Roger!
          -Por un milagro de Dios no me ha mordido…
          -Cuidado… ahí hay otro… de prisa, de prisa…
          -Oh, cállate y tráeme un libro o algo…
          -Pero ¿cómo llegaron ahí esos escorpiones, hijo?
          -Ese maldito niño… No hay en toda la casa una caja de fósforos que no sea una trampa mortal…
          -Ay, que me tira… de prisa, haz algo…
          -Dale con el cuchillo… el cuchillo… Venga, dale…
Como nadie se había molestado en explicarle el asunto, Roger sacó la errónea impresión de que la familia estaba siendo atacada, y de que era su deber defenderla. Dado que lo único extraño allí presente era Lugaretzia, lógicamente era ella la responsable, y en consecuencia le mordió en un tobillo. Lo cual no arregló mucho las cosas.
Cuando por fin se pudo restablecer un poco de orden, todos los escorpiones se habían refugiado ya bajo diversos platos y cubiertos. Tras ardientes apologías por mi parte, fecundadas por Mamá, se desestimó la sugerencia de Larry de asesinar a todo el rebaño. Mientras la familia, todavía trémula (9) de ira y espanto, se retiraba al cuarto de estar, yo estuve media hora recolectando los bebés con ayuda de una cucharilla y reintegrándolos al lomo de su madre. Luego los saqué al jardín con un plato y los deposité en el muro con gran pesar. Roger y yo nos fuimos a pasar la tarde al monte, pues me pareció más prudente dejar que la familia durmiese la siesta antes de volver a verme.

(1)  Obesa: muy gorda
(2)  Embelesado: cautivado, asombrado
(3)  Esmero: cuidado
(4)  Subrepticiamente: de manera oculta, a escondidas
(5)  Exhaló: emitió, dio
(6)  Prestamente: de forma rápida
(7)  Erró: equivocó
(8)  Boqueando: abriendo la boca
(9)  Apologías: discurso en favor de algo o alguien
(10) Trémula: temblorosa

Gerald Durrell. Mi familia y otros animales.  Ed. Alianza

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
Aunque sea con un naturalista que sabía tanto como Gerald Durrell, el texto nos habla de un animal peligroso. ¡Muy peligroso! Esto es algo en lo que insisten los que saben mucho: cuidado con determinados animales, si no conocemos bien cómo son y lo que nos pueden hacer. Y uno de ellos es, precisamente, ¡el escorpión!

Te puedes imaginar lo que sucedió en aquella casa, cuando Larry echó mano a la caja de fósforos, donde estaba el escorpión con su prole al hombro. Margo, Leslie, Roger, Lugaretzia y, por supuesto, Mamá, que no hacía más que preguntar qué les pasaba a todos. Se montó un cisco tremendo, ante la aparición de tan terrorífico animal allí, en el comedor, con tanta gente. Un verdadero caos.

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica es caos.
En el texto de Durrell, encontramos lo siguiente:
“Mamá, completamente aturdida por tan repentino e instantáneo paso de la paz al caos, se puso las gafas y oteó buscando la causa del bochinche, y en ese momento Margo, en un esfuerzo vano por detener el avance del escorpión, le arrojó un vaso de agua”.

Pues bien. Ya hemos hablado de algunos animales muy peligrosos, como el escorpión, la araña y otros. También hemos dicho el cuidado que hay que tener con ellos.
De las palabras siguientes, elige las que también podría haber utilizado el autor, porque son sinónimas de caos. Tienen el mismo o parecido significado. Ten en cuenta que, algo como el caos es lo que se va a producir cuando, después de la siguiente actividad, consigas crear la araña más espantosa y terrible que se ha podido ver.

Barullo     Escándalo     Desorden     Alegría     Desbarajuste

Y ahora, es tu turno. Ten cuidado cuando la enseñes, después de construirla, porque el caos que se producirá será espantoso. Suerte y que no tengas que llamar a una ambulancia, por los desmayos.

Cuentame
¿Has leído algún otro libro de Gerald Durrell? Si te ha gustado este texto, te recomendamos: La excursión y La selva borracha

Pero lo más probable es que hayas leído algún otro libro o visitado alguna página que te haya gustado, sobre animales, lugares donde viven, costumbres que tienen, relación con los humanos, etc. Es ahora el momento de convertirte en alumna o alumno predilecto de quienes siguen al gran naturalista que fue Durrell. A lo mejor no tienes posibilidad de visitar el zoológico que creó pero seguro que nos puedes contar cuál has visitado y cuál te ha gustado más. ¿Qué animales te resultaron los más interesantes? ¿Cuáles te parecieron muy difíciles de cuidar? ¿Había animales peligrosos a los que tenías que ver de lejos? ¿Desde dónde habían traído animales a ese zoológico que viste?

 Autor

Gerald Durrell

Durrell nació en Jamshedpur (India) el 7 de enero de 1925 y murió el 3 de enero de 1995.  De su vida en el país natal, Durrell recuerda principalmente su primera visita a un zoo, a la que atribuye su posterior pasión por los animales. La familia se trasladó a Inglaterra y después marchó a la isla de Corfú. En esa época Durrell no asistió a la escuela, sino que recibió sus enseñanzas de varios amigos de la familia y tutores privados. La familiaregresa a Londres en 1939 porque se produce la segunda guerra mundial. Trabajó como ayudante en un acuario y en una tienda de mascotas. Después de la guerra entró como becario en un zoo.
Comenzó a organizar expediciones para la captura de animales, con destino a zoológicos, museos e instituciones dedicadas a la protección de las especies salvajes.  Fue su hermano mayor, Lawrence, el que le animó a escribir las experiencias con los animales y publicó un montón de libros. Su estilo es ameno, anecdótico. Fundó un zoológico y colaboró en programas de televisión.

Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre Durrell en varias páginas dedicadas al autor.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector.