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La del once “jota”. Elsa Bonermann. Editorial Alfaguara (Recomendado: 13 años)

17 Jul

socorro elsa boner
Cuesta creer que la abuela no ame a sus nietos, pero existió la viuda de R., mujer perversa, bruja siglo veinte que sólo se alegraba cuando hacía daño. La viuda de R. nunca había querido a ninguno de los tres hijos de su única hija. Y mucho menos los quiso cuando a los pobrecitos les tocó en desgracia ir a vivir con ella, después del accidente que los dejó huérfanos y sin ningún otro pariente en océanos a la redonda.
Durante los años que vivieron con ella, la viuda de R. trató a los chicos como si no lo hubieran sido. ¡Ah… si los había mortificado! Castigos y humillaciones a granel. Sobre todo a Lilibeth –la más pequeña de los hermanos-, acaso porque era tan dulce y bonita, idéntica a la mamá muerta, a quien la viuda de R. tampoco había querido –por supuesto- porque por algo era perversa.
Luis y Leandro no lo habían pasado mejor con su abuela, pero –al menos- sus caritas los habían salvado de padecer una que otra crueldad: no se parecían a la de Lilibeth y –por tanto- a la vieja no se le habían transformado en odiados retratos de carne y hueso.
El caso fue que tanto sufrimiento soportaron los tres hermanos por culpa de la abuela que –no bien crecieron y pudieron trabajar- alquilaron un apartamento chiquito y allí se fueron a vivir juntos.
Pasaron algunos años más.
Luis y Leandro se casaron y así fue como Lilibeth se quedó solita en aquel once ”J”, dos ambientes, teléfono, cocina y baño completos, más balconcito enfrentado al jardín trasero del edificio.
Lili era vendedora en una tienda y –a partir del atardecer- estudiaba en una escuela nocturna.
Un viernes a la medianoche -no bien acababa de caer rendida en su cama- se despertó sobresaltada. Una pesadilla que no lograba recordar, acaso. Lo cierto fue que la muchacha empezó a sentir que algo le aspiraba las fuerzas, el aire, la vida.
Esa sensación le duró alrededor de cinco minutos inacabables.
Cuando concluyó, Lilibeth oyó –fugazmente- la voz de la abuela. Y la voz aullaba desde lejos.
-Lilibeeeeeth… Pronto nos veremos… Liiiiilibeeeth… Liliii… Liiiiii… Ag.
La jovencita encendió el velador, la radio y abandonó el lecho. Indudablemente, una ducha tibia y un tazón de leche iban a hacerle muy bien, después de esos momentos de angustia.
Y así fue.
Pero –a la mañana siguiente- lo que ella había supuesto una pesadilla más comenzó a prolongarse, aunque ni la misma Lili pudiera sospecharlo todavía. Las voces de Luis y Leandro –a través del teléfono- le anunciaron:
-Esta madrugada falleció la abuela… Nos avisó el encargado del edificio… sí… te entendemos… Nosotros tampoco, Lili…pero…claro… alguien tiene que hacerse cargo de… Quédate tranquila, nena… Después te vamos a ver… Sí…Bien…Besos, querida.
Luis y Leandro visitaron el once “J” la noche del domingo. Lilibeth los aguardaba ansiosa.
Si bien ninguno de los tres podía sentir dolor por la muerte de la malvada abuela, una emoción rara –mezcla de pena e inquietud a la par- unía a los hermanos con la misma potencia del amor que se profesaban.
-Si estás de acuerdo, nena, Leandro y yo nos vamos a ocupar de vender los muebles y las demás cosas, ¿eh? Ah, pensamos que no te vendrían mal algunos artefactos. Esta semana te los vamos a traer. La abuela se había comprado televisión en color, licuadora, nevera, aspiradora y lavadora ultra modernos, ¿qué te parece? Lilibeth los escuchaba como atontada. Y como atontada recibió –el sábado siguiente- los cinco aparatos domésticos que habían pertenecido a la viuda de R., que en paz descanse. Su herencia visible y tangible. (La otra Lili acababa de recibirla también, aunque… ¿cómo podía darse cuenta?… ¿Quién hubiera sido capaz de darse cuenta?)
Más de dos meses transcurrieron en los almanaques hasta que la jovencita se decidió a usar esos artefactos que promocionaban en múltiples propagandas, tan novedosos y sofisticados eran. Un día superó la desagradable impresión que le causaban al recordarle a la desalmada abuela y –finalmente- empezó con la licuadora. Aquella mañana de domingo, tanto Lilibeth como su gato se hartaron de bananas con leche.
A partir de entonces comenzó a usar –también- la aspiradora…enchufó la lujosa nevera con congelador…hizo instalar el televisor con control remoto y puso en marcha la enorme lavadora. Este aparato era verdaderamente enorme: la chica tuvo que acumular varios quilos de ropa sucia para poder utilizarlo. ¿Para qué habría comprado la abuela semejante armatoste, solitaria como habitaba en su casa?
A lo largo de algunos días, Llibeth se fue acostumbrando a manejar todos los electrodomésticos heredados, tal como si hubieran sido suyos desde siempre. El que más le atraía era el televisor en color, claro. Apenas regresaba al apartamento –después de su jornada de trabajo y estudio- lo encendía y miraba programas nocturnos. Habitualmente, se quedaba dormida sin ver los finales. Era entonces el molesto zumbido de las horas sin transmisión el que hacía las veces de despertador a destiempo. En más de una ocasión, Lili se despertaba antes del amanecer a causa del “schschsch” que emitía el televisor, encendido inútilmente.
Una de esas veces –cerca de la madrugada de un sábado como otros- la jovencita tanteó el cubrecama, medio dormida, tratando de ubicar la cajita del mando a distancia que le permitía apagar la televisión sin tener que levantarse.
Al no encontrarlo se despabiló a medias. La luz platinosa que proyectaba el aparato más su chirriante sonido terminaron por despertarla totalmente. Entonces la vio y un estremecimiento le recorrió el cuerpo: la imagen del rostro de la abuela le sonreía –sin sus dientes- desde la pantalla. Aparecía y desaparecía en una serie de flashes que se apagaron –de pronto- tal como el televisor, sin que Lilibeth hubiera –siquiera- rozado el control remoto. A partir de aquel sábado, el espanto se instaló en el once “J” como un huésped favorito.
La pobre chica no se atrevía a contarle a nadie lo que estaba ocurriendo.
-¿Me estaré volviendo loca? –se preguntaba, aterrorizada. Le costaba convencerse de que todos y cada uno de los sucesos que le tocaba padecer estaban formando parte de su realidad cotidiana.
Para aliviar un poquito su callado pánico, Lilibeth decidió anotar en un cuaderno esos hechos que solamente ella conocía, tal como se habían desarrollado desde un principio.
Y anotó, entonces, entre otras muchas cosas que…
“La aspiradora no me obedece; es inútil que intente guiarla sobre los pisos en la dirección que deseo… (…) El aparato pone en acción ‘sus propios planes’, moviéndose donde se le antoja… (…) Antes de ayer, la licuadora se puso en marcha ‘por su cuenta’, mientras que yo colocaba en el vaso unos trozos de zanahoria. Resultado: dos dedos heridos. (…) La nevera me depara horrendas sorpresas. (…) Encuentro largos pelos canosos enrollados en los alimentos, aunque lo peor fue abrir la congeladora y hallar una dentadura postiza. La arrojé a la basura…(…) La desdentada imagen de la abuela continúa apareciendo y desapareciendo –de pronto- en la pantalla del televisor durante los programas nocturnos…(…) Mi gato Zambri parece percibir todo (…) se desplaza por el apartamento casi siempre erizado(…) Fija su mirada redondita aquí y allá, como si logara ver algo que yo no. (…) El único artefacto que funciona normalmente es la lavadora… (…) Voy a deshacerme de todos los demás malditos aparatos, a venderlos, a regalarlos mañana mismo… (…) Durante esta siesta dominguera, mientras me dispongo a lavar una montaña de ropa…”
(AQUÍ CONCLUYEN LAS ANOTACIONES DE LILIBETH. ABRUPTAMENTE, Y UN TRAZO DE BOLÍGRAFO AZUL SALE COMO UNA SERPENTINA DESDE EL FINAL DE ESA “A” HASTA LLEGAR AL EXTREMO INFERIOR DE LA HOJA.)
Tras un día y medio sin noticias de Lili, los hermanos se preocuparon mucho y se dirigieron a su apartamento.
Era el mediodía del martes siguiente a esa “siesta dominguera”.
Apenas arribados, Luis y Leandro se sobresaltaron: algunas vecinas cuchicheaban en el descansillo de la escalera, otra golpeaba la puerta del once “J”, mientras que el portero pasaba la mopa una y otra vez.
-No sabemos qué está pasando adentro. La señorita no atiende al teléfono, no responde al timbre ni a los gritos de llamada… Desde ayer que…
Agua jabonosa seguía fluyendo por debajo de la puerta hacia el corredor general, como un río casero.
Dieron parte a la policía. Forzaron la puerta, que estaba bien cerrada desde adentro. Luis y Leandro llamaron a Lili con desesperación. La buscaron con desesperación. Y –con desesperación- comprobaron que la muchacha no estaba allí.
El televisor en funcionamiento –pero extrañamente sin transmisión a pesar de la hora- enervaba con su zumbido.
En la cocina, “la montaña” de ropa sucia junto a la lavadora, en marcha y con la tapa levantada.
Medio enroscado a la paleta del tambor giratorio y medio colgando hacia afuera, un camisón de Lilibeth; única prenda que encontraron allí, además de una pantufla casi deshecha en el fondo del tambor.
El agua jabonosa seguía derramándose y empapando los pisos.
Más tarde, Luis ubicó a Zambri, detrás de un cajón de soda y semi-oculto por una pila de diarios viejos. El animal estaba como petrificado y con la mirada fija en un invisible punto de horror del que nadie logró despegarlo todavía. (Se lo llevó Leandro.)
El gato, único testigo.
Pero los gatos no hablan. Y la policía, las anotaciones del cuaderno de Lilibeth la parecieron las memorias de una loca que “vaya a saberse cómo se las ingenió para desaparecer sin dejar rastro”… “una loca suelta más”… “La loca del once J”… como la apodaron sus vecinos, cuando la revista para la que yo trabajo me envió a hacer esta nota.

Elsa Bonermann. ¡Socorro! (12 cuentos para caerse de miedo).  Ed. Alfaguara

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Vamos a imitar, ahora, el trabajo que hizo Lilibeth en un cuaderno. Allí había algunas de las sensaciones que se vivieron en el once “J”. Tenía que ordenar lo que había pasado y eso es lo que hoy puedes hacer tú. Vas a leer momentos, situaciones, personajes que estaban allí, como el gato Zambri, extraños acontecimientos… Y un largo etcétera. Lilibeth se decidió a anotarlo en un cuaderno. Ahora te toca a ti. Puedes utilizar un cuaderno, como ella, unos folios, un archivo o lo que uses habitualmente. Numera los acontecimientos, según van sucediendo en la lectura. Escribe luego Verdadero (V) o Falso (F), como corresponda.

a)   Luis y Leandro se casaron y la hermana Lilibeth se quedó sola    V / F
b)   La más pequeña de los hermanos fue la que más sufrió        V / F
c)   Ninguno de los tres hermanos sintió la muerte de la abuela    V / F
d)   Una noche, Lilibeth vio la imagen de la abuela muerta. Una imagen sin dientes de su cara apareció en el televisor    V / F
e)   Lilibeth encuentra una dentadura postiza en la congeladora   V / F
f)   La historia la escribe alguien que trabaja en una revista           V / F
g)   El único testigo de las cosas que pasaron fue el gato       V / F

 Palabra magica
Hoy la palabra mágica es pesadilla.

Puedes ver, en internet, este video que nos transmite imágenes de lo que suponen las pesadillas, en los seres humanos que las padecen. También te diremos que hay profesionales que interpretan las pesadillas, si se las contamos. Es decir, que se pueden interpretar los sueños. En la siguiente página, encontrarás varias explicaciones que dan los profesionales a los sueños o a las pesadillas que tenemos. Porque todas y todos tenemos, alguna vez, ese tipo de sueños. A ver si encuentras lo que buscas y, sobre todo, que esta noche, cuando te acuestes, tengas ¡felices sueños!

Cuentame
Creemos que ha llegado el momento (para ti y para nosotros). Como lo que te hemos deseado es que, esta noche, pases felices sueños, una de las mejores maneras es recordar. A lo mejor, si recuerdas antiguas noches en que has tenido pesadillas, podrás escribirlo. Es una cuestión de memoria y, diciéndolo, puede que te liberes de esa horrible pesadilla que se te ha repetido. Así pues, haz ese ejercicio del recuerdo y cuéntanos aquella o aquellas terribles noches.

De todas las maneras, también es bueno contar los malos momentos a las personas que te quieren: familia, amigas o amigos, médicos que conozcas y gente que te puede ayudar. No te olvides de ellos o de ellas y todo en tus días y en tus noches ira por muy buen camino. ¡Mucha suerte!

 vNq6

Elsa Bonermann
Nació el 20 de febrero de 1952, en el barrio de Parque de los Patricios, en Buenos Aires (Argentina) y murió el 24 de mayo de 2013 en la misma ciudad.
Escritora vocacional pues ya desde pequeña tenía claro que quería serlo. Licenciada en Letras. Su literatura aunó inteligencia y audacia, aportando una fantasía sin límites, en historias de amor, de miedo o de terror. Escribió cuentos irreverentes, políticamente incorrectos para la época.
Ha recibido varios premios.

Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre la autora en Imaginaria.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una relación  de libros tomada también de la página web de Imaginaria.

 

Mi año. Roald Dahl. Editorial SM

9 May

miano

Sólo una vez descubrí en nuestro huerto una topera nueva en el mes de febrero. Me encanta observar las toperas, porque me indican que sólo a unos centímetros bajo el suelo unos simpáticos e inofensivos individuos pasan la vida muy ocupados horadando túneles arriba y abajo en busca de comida. Pero raramente suelen hacerlo en febrero. Lo hacen en otoño, porque cuando en octubre y noviembre el tiempo se enfría, las lombrices y los gusanos de los que se alimentan se meten en las profundidades de la tierra y, por tanto, los pequeños topos deben cavar túneles nuevos y más hondos para atraparlos.

¿Sabéis algo sobre los topos? Son unos animales extraordinarios, tímidos y mansos, y sus abrigos de piel tienen un tacto más suave que el del terciopelo. Son tan tímidos que rara vez veréis alguno en la superficie. Cada topo posee su propia red de túneles, que no se encuentra a más de quince centímetros de la superficie. Las pezuñas delanteras de estas diminutas criaturas tienen forma de espada y les sirven para cavar más fácilmente. Las toperas que habéis visto en alguna ocasión no son sus casas, por supuesto. Se trata de simples montones de tierra suelta que un topo ha apartado de su camino porque, después de todo, si se cava un túnel subterráneo, en algún lado habrá que poner la tierra sobrante.

Un topo puede cavar unos noventa centímetros en una hora, y normalmente le pertenecen alrededor de noventa metros de túneles privados que ningún otro topo utiliza. Todos prefieren llevar vidas solitarias, cada uno corriendo arriba y abajo por su red de túneles y buscando comida día y noche. Su comida consiste en larvas de mosca, de escarabajo, de ciempiés y lombrices, y lo más fantástico es que cada topo tiene que comer cada día ¡la mitad de su peso! de estas pequeñas delicias para sobrevivir. No me extraña que sean unos tipos ocupados. ¡Imaginad cuánto deberíais comer vosotros para consumir la mitad de vuestro peso! Cincuenta hamburguesas, cien barras de pan y un cubo de chocolatinas Mars, y lo mismo un día tras otro. Pensarlo hace que uno se ponga malo.

El topo no es un marido muy atento. Cuando llega la época de apareamiento, sencillamente se mete en el túnel de una vecina y, después de haberse apareado, regresa de nuevo a su territorio, dejando que ella dé a luz y críe a los cachorros sola. Todos conocemos a algunos humanos que se comportan más o menos de la misma forma pero no entremos en eso.

Yo, que soy jardinero, siempre he considerado al topo como un amigo porque se come todos los asquerosos ciempiés, todas las larvas de mosca y todas las demás plagas que dañan nuestras flores y verduras.

Muchos campesinos emprenden salvajes cruzadas contra ellos por sus toperas, y los matan con toda suerte de métodos crueles, usando trampas, veneno o gas tóxico. Pero yo voy a revelaros la forma más sencilla de convencer a un topo de que abandone vuestro jardín o vuestra tierra. Los topos no pueden soportar ningún tipo de ruido. Le ponen más nerviosos de lo que ya son. Así que cuando veo una topera en el jardín, busco una botella de vino vacía (hay muchas alrededor de nuestra casa) y la entierro cerca, dejando fuera sólo el cuello.

Entonces, cuando el viento sopla a través de la boca de la botella produce un suave murmullo. De día y de noche, porque siempre hay algo de brisa. El ruido constante encima de su túnel enloquece al topo, que muy pronto hace las maletas y se va a otra parte. No es broma. Realmente funciona. Yo lo he comprobado muchas veces.

Roald Dahl.  Mi año. Ed. SM

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Hoy vamos a acompañar a Roald Dahl cuando observaba su huerto. ¿Cuánta vida se descubre al observar?

Sí, es una cosa tan exigua, tan simple, tan pequeña como un topo. Un animalito del tamaño de un ratón, con ojos diminutos y casi ocultos por el pelo, que abre galerías subterráneas donde vive, para alimentarse de gusanos y larvas de insectos.

La ventaja que tiene este texto es que nos permite transitar, casi como topos, por nuestra propia vida. ¡Cuántas cosas que nos acercan a este mundo que nos rodea, en el que estamos! Lo que sí sabemos, por esas líneas finales es que Roald Dahl utiliza una manera no violenta de que salgan de su jardín. No plantea la bondad de los topos que van al jardín. Sabe y sabemos, a ciencia cierta, que los topos pueden ser perjudiciales para varias cosas. Y si no, seguro que hay algún lector que ha oído en casa, a los mayores o a amigos que han sufrido con la presencia de los topos. ¡Me han destrozado el huerto! ¡Me han hecho polvo el jardín! ¡Hay que acabar con esos topos!

Sí, Dahl no niega esa circunstancia. Pero lo que sí hace es aportar una solución que no pasa por la violencia. Al contrario, es un remedio pacífico, no lesivo para el entorno, que permite librarse de lo que puede llegar a ser casi una plaga. La imaginación, el trabajo, la buena voluntad y la convivencia pacífica con la Naturaleza convierte al autor casi en un naturalista, una persona con conocimientos en las ciencias naturales. Queda clara su discrepancia con los procedimientos de exterminio utilizando las palabras: «Salvajes cruzadas», «Métodos crueles», «Trampas», «Veneno», «Gas tóxico».

Consideramos que el comentario sobre cualquier campaña, organismo, actuación, incluso planteamiento personal en defensa y protección del entorno natural es un buena opción para, partiendo de la literatura, llegar a decisiones de gran trascendencia en el futuro de la vida del Planeta.

 Palabra magica

La palabra mágica hoy es observar. Hemos acompañado a Roald Dahl en su paseo y vamos a hacer lo mismo que él en los nuestros. Observar, dice el diccionario que es examinar atentamente, mirar con atención. Pero el juego con nuestra lengua nos permite ir a sus sinónimos, a esas palabras que tienen igual o muy parecido significado.

Elijamos, de entre estos, el que cada lector prefiera por gusto a esa palabra, porque la usa más, porque se acerca más a lo que él o ella hacen, porque le interesa para empezar un cuento, un escrito, una novela que le encantaría escribir…

Entre los sinónimos encontramos, palabras como:       acechar        espiar           vigilar                experimentar            examinar         comprobar      ensayar       descubrir     apreciar, etc.

Cualquiera de ellas puede ser un motivo para el juego léxico y de pensamiento. ¿Qué te gusta más y por qué? ¿Cuándo lo utilizas/aplicas? ¿A quién asociamos ese verbo? ¿Qué profesión tiene quien lo utiliza? No olvidemos que somos «investigadoras o investigadores» de palabras.

La relación con la vida real y/o profesional puede generar charlas sumamente interesantes, donde el respeto, la no violencia, el turno de palabra, serán casi una normativa de la comunicación.

Cuentame

Hoy puedes ser una maga o un mago. Puedes, para empezar a hacer pruebas con tu magia, utilizar algo fundamental: la palabra mágica, que esta vez ha sido observar. ¿Y cómo conseguir magia con la palabra observar? Pues es una magia natural. La misma que conseguía Roald Dahl observando a los topos. Sabía lo que hacían, dónde vivían, qué comían, qué les gustaba y qué no les gustaba… Así lograba, casi por arte de magia, llevar a los topos a otra parte, que no fuera su jardín, pero que vivieran tranquilos y que nadie acabara con ellos. Y ahora, cuéntanos.

¿Conoces bien a algún animal? ¿Tienes animales en casa, como mascota? Cuéntanos cuál es tu preferido y háblanos un poco de su vida. Dónde está, cómo vive, qué come. ¿Vas a algún sitio con él? Qué hace: ¿anda?, ¿nada?, ¿vuela?, ¿salta?, ¿corre?… Dinos qué has pensado para cuando los meses o los años vayan pasando. ¿Qué harás con tu mascota? Y, sobre todo, cuéntanos ese secreto que tienes tan bien guardado. Sólo para amigas y amigos muy importantes. Te pedimos ese favor. Dinos cómo se llama. ¿Quién le puso el nombre? ¿Cuándo se lo puso? ¿Por qué le puso ese nombre?

Dinos lo que más te gusta y lo que menos de tu mascota. Seguro que harías cosas muy buenas por esa mascota maravillosa. Que tengas suerte y te vaya muy bien con ella o con él.

Autor

Roald Dahl

Nació el 13 de septiembre de 1916 en Llandaff (Inglaterra) y murió en Oxford (Inglaterra) el 23 de noviembre de 1990.

De origen noruego. Su padre murió cuando él tenía 3 años. Fue a una escuela cercana a su casa hasta los 9 años y después  a un internado en un colegio inglés. Terminó el bachillerato con 18 años. A su madre le hubiera gustado que estudiara en la Universidad pero él no quiso y comenzó a trabajar para una compañía de petróleo. Su deseo era viajar y se marchó a África. De esa época dice: “Era una vida fantástica (…) Aprendí a hablar swahili. Viajaba hacia el interior del país visitando minas de diamantes, plantaciones de sisal, minas de oro y todo lo demás. Había jirafas, elefantes, cebras, leones y antílopes por todas partes, y también serpientes…”

Se casó en 1953 y fue padre de cinco hijos a los que contaba cuentos. Escribía los libros en una cabaña que había al fondo de su casa.

Él decía que estaba siempre a favor de los niños. Le gustaban los deportes y la fotografía.  Muchos de sus libros han sido llevados al cine.

El ilustrador de la mayoría de sus libros fue Quentin Blake. Este dijo de Roald Dahl que tenía la capacidad de imaginar situaciones surrealistas igual que él. Además comentó que supo crear en sus libros un mundo entre lo real y lo insólito.

Nuestro observatorio

En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre Roald Dahl, además de conocer su página web y un estudio sobre su vida y obra.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor  tomada de  Canal Lector.