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Silencio. María Jesús Jabato. Editorial Faktoría K de Libros (Recomendado 11-14 años)

3 Dic

amares

En silencio van los peces,
en silencio van y vienen,
en el silencio del agua
se deslizan mudos, leves.

Sobre la piel azulada
del mar frío de noviembre
se adentra en la noche un barco
con una luz en la frente.

En silencio van los peces,
en silencio van y vienen;
también el barco en silencio,
mudo silencio de redes.

María Jesús Jabato. A mares. Editorial Faktoría K de Libros

RECURSOS
Propuestas para mediadoras y para mediadores

Texto

En los primeros versos de esta poesía, leemos algo donde las palabras parecen un dibujo. Casi una fotografía. Porque en la imagen que nos dejan los versos, no suena nada. Sólo en nuestra imaginación, cuando leemos, imaginamos lo que sucede. ¿Cómo se titula la poesía? Pues sigamos en ese silencio. Podemos, para no romperlo, coger una hoja y, si los tenemos, unos lápices, unos rotuladores o cualquier material de dibujo. Porque la poesía se presta a ilustrarla. A lo mejor, no se te ha ocurrido nunca que a determinados textos que te gusten (esperamos que esta poesía sea uno de ellos), podrías encaminar una de tus habilidades.

Palabra magica

Hoy la palabra mágica es agua. Todo gira en torno a ella. El lugar elegido por la autora es el mar, un mar de aguas frías. El tiempo del día y del mes en que suceden todas las imágenes de la poesía son la noche (lleva una luz en la frente); y el mes del año: fría de noviembre. El dónde vamos es el barco. Es en él donde vemos los peces que van y vienen. Y, por fin, sabemos que el barco es de pescadores: mudo silencio de redes. Y en la magia del agua tiene lugar la otra palabra mágica del poema, que nos lleva al principio, al título: silencio.

Cuentame

El título de la poesía de María Jesús posee lo maravilloso que tiene lo desconocido. Si piensas ahora un poco, es posible que te resulte difícil encontrar situaciones donde lo fundamental es eso, el silencio. ¿O tú lo consigues cuando lo necesitas? ¿Crees que el silencio es necesario en determinadas circunstancias? Escribe una relación de circunstancias en las que necesitas silencio. Otra cosa son esas circunstancias en que es obligatorio guardar silencio. ¿Recuerdas en cuáles? Y como no dudamos de tu honestidad, cuéntanos cuándo cumples a rajatabla la indicación de guardar silencio y cuándo, por el contrario, no lo haces. ¿Por qué? ¿Es porque no puedes o porque no te importan esas indicaciones? Escríbenos las cuatro situaciones que consideras muy importante estar en silencio.

Y, ahora, las que te parecen excesivas: -es una “pasada” que te tengan en silencio. Aquí no pasaría nada si hablas.

Veremos en cuántas coincidimos.

vNq6
María Jesús Jabato

Nació en Burgos en 1959.
Doctora en Humanidades por la Universidad de Burgos, licenciada en Derecho por la Universidad de Valladolid y Graduado Social por la Universidad de Salamanca. Ha recibido varios premios por su poesía para niños.

Nuestro observatorio
Más datos curiosos y biográficos en la web de la autora.

Bibliografía
Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de la autora tomada de Canal Lector

La semifinal. David Walliams. Editorial Montena (Recomendado: 11-14 años)

1 Oct

elmagodelbalon

En cierta ocasión, Dennis faltó a clase un día que había partido porque estaba muy resfriado. Acababa de ver en el programa de Trisha la emocionante historia de una mujer que había descubierto que estaba manteniendo una aventura con su propio marido, y se disponía a comer una sopa de tomate Heinz mientras veía su segundo programa preferido, Loose Women, donde un puñado de señoras con cara de malas pulgas debatían sobre cosas importantes, como dietas y leotardos.
Sin embargo, justo cuando empezaba a sonar la sintonía del programa, alguien llamó a la puerta. Dennis se levantó de mala gana. Era Darvesh, su mejor amigo en la escuela.
-Dennis, tienes que venir a jugar hoy –suplicó.
-Lo siento, Darvesh, pero es que no me encuentro bien. No puedo parar de estornudar y toser. ¡Atchís! ¿Lo ves? –replicó Dennis.
-Pero hoy nos jugamos el pase a cuartos de final. Por favor…
Dennis volvió a estornudar.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacccccccccccccccccchhhh
Hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhííííííííííís!
Fue un estornudo tan fuerte que Dennis temió que todo su cuerpo fuera a volverse del revés, como un calcetín.
-Por favoooooor… -insistió Darvesh con expresión de súplica mientras limpiaba disimuladamente los mocos de Dennis que habían ido a parar a su corbata.
-De acuerdo, lo intentaré –respondió Dennis sin parar de toser.
-¡Bieeeeeeen! –exclamó Darvesh, como si ya hubiesen ganado el partido.
Dennis engulló a toda prisa unos tragos de sopa, cogió su equipo y salió corriendo de casa.
La madre de Darvesh los estaba esperando en su pequeño Ford Fiesta rojo con el motor al ralentí. Trabajaba como cajera en los almacenes Sainsbury, pero la ilusión de su vida era ver jugar a su hijo. Era la madre más orgullosa del mundo, lo que siempre hacía que su hijo se avergonzara un poquitín de ella.
-¡Menos mal que has venido, Dennis! –le dijo cuando este se subió a toda prisa al asiento trasero del coche-. El equipo te necesita, el de hoy es un partido muy importante. ¡Incluso diría que es el más importante de la temporada!
-¡Vámonos de una vez, mamá! –la apremió Darvesh.
-¡Vale, vale, ya nos vamos! ¡No le hables así a tu madre, Darvesh! –gritó fingiendo estar más enfadada de lo que realmente estaba. Pisó a fondo el acelerador y el coche arrancó a trompicones en dirección al campo de juego.
-Vaya, así que al final has decidido venir… -le soltó Gareth con cara de pocos amigos mientras aparcaban. No solo era más alto que todos sus compañeros de clase, sino que también tenía una voz más grave y una cantidad de vello corporal inquietante para un chico de su edad.
En las duchas parecía un orangután.
-Lo siento, Gareth, pero es que no me encontraba bien. Creo que he pescado un buen…
Antes de que pudiera decir “resfriado” se le escapó otro estornudo, más violento incluso que el anterior.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccchcccccccccccccchhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííííís!
-Vaya, lo siento, Gareth –se disculpó Dennis, limpiando un moco de la oreja de Gareth con un pañuelo de papel.
-Acabemos con esto de una vez –dijo Gareth.
Sintiéndose débil y enfermo, Dennis entró corriendo en el campo de juego con sus compañeros de equipo, tosiendo y moqueando sin parar.
-¡Os deseo mucha suerte, chicos! ¡Sobre todo a mi hijo Darvesh, y por supuesto a su amigo Dennis! ¡Vamos a ganar este partido! –gritó la madre de Darvesh a pie de campo.
Me hace pasar una vergüenza… -refunfuño Darvesh.
-A mí me parece genial que venga a vernos –dijo Dennis-. Mi padre nunca ha venido a verme jugar un partido.
-¡A ver si hoy marcas un bonito gol, Darvesh, hijo mío!
-Hummmmm…, vale, ya entiendo –reconoció Dennis.
Esa tarde se enfrentaban al St Kenneth, una de esas escuelas privadas cuyos alumnos miraban a los demás por encima del hombro solo porque sus padres tenían que pagar para que estudiaran allí. Pero hay que reconocer que tenían un equipo muy bueno, y no habían pasado ni diez minutos de partido cuando marcaron el primer gol. A partir de ese momento se desataron los nervios en el equipo local. Darvesh arrebató la pelota a un chico dos veces más alto que él y se la pasó a Dennis.
-¡Muy buena esa entrada, Darvesh, hijo mío! –gritó su madre.
La emoción de controlar el balón hizo que Dennis se olvidara por unos instantes del resfriado. Se abrió paso con agilidad entre los defensas hasta acercarse al guardameta del equipo contrario, un chico de abundante melena que estrenaba equipo y seguramente se llamaba Óscar, Tobías o algo por el estilo. De repente se encontraron cara a cara, y Dennis no pudo reprimir otro estornudo.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaccccccccccccccccccccchhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhíííííííííííííííííííííiííííííííííííííííííííííííííííííís!!!
Una lluvia de mocos explotó en la cara del portero, cegándolo por un momento. Lo único que Dennis tuvo que hacer fue darle un toque a la pelota para que esta entrara mansamente en la portería.
-¡Falta! –gritó el portero, aunque el árbitro no la pitó. Sí que era una falta, pero de educación.
-Oye, lo siento –dijo Dennis. Era verdad que no lo había hecho aposta.
-¡No pasa nada, tengo un pañuelo! –exclamó la madre de Darvesh-. Siempre llevo un paquete encima. –Ni corta ni perezosa, la mujer se lanzó al terreno de juego, remangándose el sari por el camino para no llenarlo de barro, y se acercó al portero del equipo contrario-. Aquí tienes, niño pijo –añadió, tendiéndole el pañuelo al portero. Darvesh puso los ojos en blanco al ver a su madre invadiendo el campo de juego. Entre lágrimas, el portero se limpió los mocos de Dennis de su pelo lacio-. Si quieres saber mi opinión, el St Kenneth tiene todas las de perder –añadió la madre de Darvesh.
-¡Mamáááááááá! –gritó Darvesh.
-¡Lo siento, lo siento! ¡Ya podéis seguir jugando!
Cuatro goles más tarde, de Dennis, de Gareth, de Darvesh y… otro que resultó de una pelota desviada “accidentalmente” por la madre de Darvesh, el equipo de Dennis había ganado el partido.
-¡Habéis pasado a la semifinal, chicos! ¡Qué ilusión! –exclamó la madre de Darvesh mientras llevaba a los chavales de vuelta a casa, aporreando el claxon del Ford Fiesta para celebrar la victoria. Para ella era como si Inglaterra hubiese ganado el mundial de Fútbol.
-Por favor, no vengas a la semifinal, mamá, te lo suplico. ¡No, si vas a montar el numerito otra vez!
-¡Qué cosas se te ocurren, Darvesh! Sabes que no me perdería el siguiente partido por nada del mundo. ¡Ay, qué orgullosa estoy de ti!
Darvesh y Dennis se miraron y sonrieron. Por un momento, su victoria en el campo de juego les hizo sentir como si fueran los amos del universo.
Hasta su padre sonrió cuando Dennis le dijo que su equipo había pasado a la semifinal.

David Walliams. La increíble historia de… El mago del balón. Editorial Montena

RECURSOS
Propuestas para mediadoras y para mediadores
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Texto

El texto nos presenta a dos amigos. Muy amigos, de la escuela. El día no iba a ser un día cualquiera. Era un día enormemente importante: el pase a los cuartos de final. Algo importantísimo, como dice Darvesh, el gran amigo de Dennis.

Pero Dennis estaba fatal. Se encontraba mal, muy mal. El catarro era de los que hacen historia. No creemos que pudiera casi ni moverse. Pero fue tal la insistencia de su amigo, ante una cita futbolística tan importante que, al final, consiguió que fueran, en el coche que conducía la madre de Darvesh, hasta el campo. La madre de Darvesh era la más forofa del campo. Incluso a su hijo le daban vergüenza las cosas que hacía y decía su madre. Menos mal que no le dio por jugar al fútbol con algún animalito, como estos que vas a ver. ¿Qué crees que diría su madre? ¿Cómo crees que animaría a su hijo?

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es estornudo. Vamos a intentar evitar lo que le sucede al portero del equipo contrario, cuando Dennis hace lo más normal, si se está refriado o resfriada: estornudar. En la página siguiente, vais a ver estornudos de todo tipo.

Después de ver esto, hasta parece lógico que el portero del equipo contrario a Dennis y Darvesh pidiera falta y, de milagro no la pidió. Podría haber sido hasta tarjeta amarilla, por guarro. Lo que no podían entender fue el “tranquilo” paseo que se dio la madre de Darvesh por el campo, con un pañuelito para limpiar al portero. Darvesh ya no podía más. Le pidió a su madre, de todas las maneras posibles, que no se le ocurriera ir a la semifinal. Pero los dos amigos sabían que eso iba a ser absolutamente imposible.

Menos mal que Darvesh y Dennis se lo tomaron a risa. Además de que la madre de Darvesh era buena persona, aunque fuera muy pesada, los dos amigos estaban felices, porque habían conseguido un estupendo resultado.

Cuentame

Hoy te aconsejamos que hagas primero una cosa, antes de contarnos lo que te pedimos. Empezamos con una frase que ha dicho Darvesh a su madre, para que no vaya a la semifinal:  “-Por favor, no vengas a la semifinal, mamá, te lo suplico. ¡No, si vas a montar el numerito otra vez!

Montar el numerito es una frase hecha, que significa decir o hacer algo un poco escandaloso, que no debe hacerse. También significa llamar la atención por lo que se dice o se hace. El próximo ejercicio, consiste en unir las frases hechas con su significado.

1. A buenas horas, mangas verdes A. Es descubrir algo que era secreto
2. Me lo dijo un pajarito B. Me he enterado por alguien que tú no sabes
3. Como Pedro por su casa C. Ya es tarde, para decir o hacer algo
4. Descubrir el pastel D. Dar una cosa mala, por una buena. Son cosas que se parecen, pero no es la buena de verdad
5. Dar gato por liebre E. Algo que se conoce o se lo sabe, mejor que nadie

(La solución es la siguiente:  1-c;  2-b;  3-e;  4-a;  5-d)

Autor

David Walliams
Nació el 20 de agosto de 1971 en Merton, Londres (Inglaterra).
Su nombre verdadero es David Edward Williams pero es más conocido por David Walliams. Le gusta combinar su faceta de actor con la de escritor. Sus libros destacan por su humor. Su estilo literario ha sido comparado con el de Roald Dahl.

Nuestro observatorio
Podemos obtener más información sobre el autor en su web y en twitter.

Bibliografía
Ofrecemos, a continuación, una relación de títulos tomada de Canal Lector.

 

 

El Cruz del Sur. Llanos Campos. Editorial SM (Recomendado: 11-14 años)

16 Jul

tesorodebarracuda

Nadie, eso lo puedo asegurar, ha asistido jamás a una clase como la nuestra. Yo no había ido al colegio ni un solo día en toda mi vida, pero estaba seguro de que ningún profesor había tenido alumnos como aquellos: piratas llenos de tatuajes y cicatrices, con las ropas raídas (1), los dientes negros y los cuchillos al cinto, todos sentados en la bodega del Cruz del Sur, haciendo más muecas que una pandilla de monos. Entre los que no veían bien, los que no hablaban bien y los que no oían bien, Dos Muelas tenía el trabajo más difícil del mundo. Era como intentar enseñar a coser a una bandada de patos.
Tampoco Dos Muelas era lo que se dice un buen profesor, aunque el pobre hacía lo que podía. Había veces en las que se sujetaba la cabeza como si temiera que se le desenroscase del cuello y saliera volando para explotar en el aire. Le preguntábamos todos al mismo tiempo, y él intentaba recordar lo poco que sabía; yo creo que a veces hasta se lo inventaba, solo para que le dejásemos en paz.
Empezó por enseñarnos las letras, y nos pareció increíble que hubiera tantas. John la Ballena insistía en que él no decía ni la mitad al hablar, y daba igual que intentásemos convencerle de lo contrario; era terco como una mula. Claro que esto no fue nada comparado como cuando empezamos a juntarlas para hacer palabras. Aquello era interminable. Porque si era difícil saber cómo sonaban de dos en dos, en cuanto hacíamos montones de tres letras, ¡aquello era la repanocha! Allí estábamos todos abriendo la boca, sacando la lengua, poniendo morritos y frotándonos los ojos. Y claro, antes o después a alguien le daba la risa y ya teníamos montado el follón. Que si “De qué te ríes tú”, que si “Yo de nada”, que si “Te vas a reír de quien yo te diga”… En fin: pelea al canto.
A esto hay que añadir que el mismo Dos Muelas, como ya os he contado, tenía los conocimientos justos del asunto, y a veces ni eso. Muchas veces confundía letras, sobre todo la U y la V, con lo que en vez de “vida” leíamos “uida” (y encima así, sin H; ahora lo sé). Por eso nadie entendió lo que decía Erik el Belga cuando después de mucho esforzarse y ponerse azul de los nervios, leyó: “El anciano pasó su “uida” tumbado en la cama”. Se enfadó un montón cuando Jack el Cojo dijo:
-¡Pero qué dices, bruto! ¿Quién huye estando en la cama?
-¡Y yo qué sé! –respondió el Belga-. ¡Yo no lo he escrito! ¡Sólo lo leo!
-¡Que lo lee, dice! ¡Te lo inventas!
-¡Oye, John, no me toques las narices o vas a tener que leer sin dientes! ¡A ver cómo dices entonces “zafarrancho” o “zarparon”!
Discusiones como esta hubo miles. Todos los días se nos planteaban más preguntas que respuestas tenía Dos Muelas, ni aunque se las inventara. En cuanto parecía que empezábamos a coger carrerilla aprendiendo, nos venía con otra cosa nueva: las mayúsculas y las minúsculas, los acentos… Y cuando esto parecía aclararse, llegaban la B y la V, la G y la J…
-¡Bueno, ya está bien! –vociferó un día Boasnovas, mandando el libro a tomar viento de un manotazo-. ¡Te ríes de nosotros! ¿Cómo diantres se van a escribir distintas la G de “general” y la de “jerez”? ¡Si se dicen igual! ¡Nos engañas, maldito corso!
-¡Quieres hacernos pasar por estúpidos! –añadió John la Ballena.
-¡Eso! ¡Eso es! –se unió a la protesta el Belga-. ¡Quieres saber leer bien solo tú para no compartir con nosotros los secretos del libro de Phineas!
-¡Sí, sí! –apoyaron las quejas todos los demás a coro.
Antón el Corso, ahora conocido en el Cruz del Sur como Dos Muelas, estaba a punto de causar un motín de estudiantes a bordo. ¡Vivir para ver! Así se levantó, cogió el libro y subió de dos zancadas las escaleras de la bodega. Antes de cerrar la trampilla de cubierta dijo:
-¡Se acabó! ¡Os dije que no sabía enseñar a leer! ¡No tengo por qué soportar esto! ¡Buscaos otro idiota que os aguante!
Y dio un portazo.
Primero todos nos enfadamos, claro… Y luego supimos qué hacer.
Al día siguiente, la tripulación entera estaba de mal humor, Dos Muelas el que más. Se pasó todo el tiempo arriba, en su puesto de vigía en lo alto del palo mayor, aunque navegábamos por mar abierto y no había nada que ver aparte del agua, agua, más agua y mucha más agua. Tenía un enfado del quince.
Pasaron dos días de pocas palabras y muchas miradas. Al profe no se le pasaba el enfado. Pero a los demás empezó a ocurrirnos algo curioso. De repente nos dimos cuenta de que, sobre la puerta del camarote de Barracuda, alguien había escrito “Capitán”; que en los barriles de ron, efectivamente, ponía “Ron”, y no solo eso, sino que ponía también “de Puerto Rico”; y, lo que era más importante, que podíamos poner los barriles juntos en la bodega que ya sabíamos distinguir los de ron de los de pólvora, ya que ¡también lo ponía! ¡Ponía “pólvora”!
Claro que no todas las noticias fueron buenas. Que se lo digan al pobre Jack el Cojo, que vivía convencido de que un chamán (2) del Amazonas se había tatuado en el brazo derecho, bajo el dibujo de un jaguar, las palabras “Valor y Fiereza”, hasta que pudo leer él mismo que, en realidad, ponía “Gatito Lindo”. No queráis saber la de bromas que le hicieron a partir de ese momento. Pensó incluso en cortarse el brazo; pero conseguimos convencerle de que ya le faltaba una pierna, y que eso sería perder muchas cosas del cuerpo para una sola vida.

  1. Raídas: Muy usadas, gastadas.
  2. Chamán: Hechicero.

Llanos Campos. El Tesoro de Barracuda. Editorial SM

RECURSOS
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Texto

¡Vaya enfado! Y todo empezó por un problema con la lectura. ¿Hay alguien, en tu clase, que lleve algún tatuaje? Seguro que no, porque el tatuaje es algo muy complicado, que necesita del permiso de tus mayores y, además, hacértelo es muy doloroso. Lo que pasa es que los que llevaban tatuajes eran los piratas. Y claro, no hay más que saber lo que son los piratas. Dice el Diccionario de la Real Academia: pirata es una persona que, junto con otras de igual condición, se dedican al abordaje de barcos en el mar para robar. También ahora existen los piratas aéreos: los que obligan a la tripulación de un avión a cambiar su rumbo.

Seguro que a tu profesora o profesor no se te ocurre llamarlos con el mote que le ponían estos piratas: Dos Muelas. Y es que claro, de piratas tenemos poco o nada. Pero los piratas, en la literatura, en los comics y en muchas historietas, son personajes muy habituales. Fíjate, si no, en estos que quizá tú conoces. Son Astérix y Obélix. En el capítulo de Astérix y Cleopatra, encontramos esto. Son piratas que intentan ir ¡al abordaje!, como en nuestro texto de hoy. Lo único es que no sabían de qué son capaces esos famosos galos.

¿Verdad que después de ver lo que les pasa a los piratas con Astérix y Obélix quedan pocas ganas de ser pirata? La pena es que sean sólo un cómic. Pero de los mejores que se pueden leer.

Palabra magica

Hoy la palabra mágica es bodega. Nos lleva, por arte de magia, a las palabras relacionadas con un barco. En las siguientes páginas, te explican cómo se llaman y dónde están las partes de un barco.

Después de ver cualquiera de estos videos, puedes resolver, con un premio de diez puntos (10 puntos) si lo consigues, qué definición corresponde a cada palabra que presentamos. El trabajo consiste en enlazar, correctamente, los números y las letras.

a) Popa 1) Parte delantera del barco
b) Babor 2) Parte derecha del barco
c) Proa 3) Parte trasera del barco
d) Estribor 4) Parte izquierda
e) Trampilla 5) Espacio que hay dentro
f) Bodega  de los buques 6) Ventanilla hecha en el suelo

 

(Solución: a-3; b-4; c-1; d-2; e-6; f-5)

Cuentame

Hemos leído un capítulo de El Tesoro de Barracuda. Si nos pusiéramos a pensar cuál podría ser nuestro tesoro, saldrían cosas fantásticas. Podemos creer que no somos capaces de convertirnos en escritoras o escritores, porque no tenemos edad para ello. Puede que sí, que eso sea cierto. Pero también podemos tomar ejemplos como este.

Y si te apetece, podrías hasta dejar un libro propio, precioso, si consigues, según se indica en la próxima página, seguir las pautas. ¡Que tengas muchísima suerte!

vNq6
Llanos Campos Martínez

Nació el 25 de abril de 1963 en Albacete (España).
Comenzó la carrera de Psicología aunque finalmente estudió interpretación en el Teatro Escuela Municipal de Albacete.
Se ha dedicado principalmente al teatro, como actriz, productora y autora. Ha realizado todo tipo de espectáculos. Cuando fundó su propia compañía, Falsaria de las Indias, empezó a escribir textos y a realizar adaptaciones. El Tesoro de Barracuda es la primera novela que escribe y con ella recibió el Premio Barco de Vapor 2014.

Nuestro observatorio
En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos más sobre Llanos Campos y su Compañía.

Bibliografía
Si te gustan las historias de piratas, no te pierdas esta dirección. Hay muchas cosas en Canal Lector.

La caja de cerillas. Erich Kästner. Editorial Salvat-Alfaguara (Recomendado: 11-14 años)

2 Jul

elhombrepequenito

Me parece que ya os he contado que Mäxchen dormía por la noche en una caja de cerillas. En lugar de sesenta cerillas que normalmente contenía, dentro había un colchoncito de algodón, un pedacito de manta de pelo de camello y una almohada, que era tan pequeña como la uña de mi dedo medio. La caja se quedaba a medio cerrar, porque si no el niño se hubiera quedado sin aire.
La caja de cerillas estaba encima de la mesilla de noche que había junto a la cama del mago. Y todas las noches, cuando el profesor Jokus von Pokus se volvía hacia la pared y empezaba a roncar suavemente, Mäxchen apagaba la lamparita de la mesilla de noche y no tardaba en dormirse él también.
Aparte de ellos dos, en la habitación del hotel dormían también las dos palomas Mina y Emma, y el conejo blanco Alba, en su cesto de mimbre. Las palomas se acurrucaban arriba, encima del armario. Escondían la cabeza entre las plumas del pecho y arrullaban en sueños.
Los tres animales eran del profesor y le ayudaban cuando actuaba en el circo: las palomas salían de frente aleteando de las mangas de un frac, y al conejo lo sacaba, por arte de magia, del sombrero de copa, que estaba vacío. Minna, Emma y Alba tenían mucho cariño al mago, y estaban también encantadas con el niño. Cuando por las mañanas habían desayunado juntos los cinco, Mäxchen podía incluso algunas veces sentarse encima de Emma, y entonces ella se echaba a volar con él por la habitación.
Una caja de cerillas mide seis centímetros de largo, cuatro centímetros de ancho y dos centímetros de alto. Para Mäxchen era perfecto. Ya que medía, incluso cuando ya tenía diez o doce años, cinco centímetros escasos y cabía dentro perfectamente. Pesaba sesenta gramos en la balanza del portero del hotel, siempre tenía apetito y nunca había estado enfermo. Desde luego había tenido el sarampión. Pero el sarampión no cuenta. Casi todos los niños lo tienen.
Cuando tenía siete años quiso ir a la escuela, como es natural. Pero hubo demasiadas dificultades. En primer lugar tendría que haber tenido que cambiar de colegio cada vez que el circo se mudaba. ¡Y muchas veces incluso de idioma! Pues en Alemania se enseñaba en alemán, en Inglaterra en inglés, en Francia en francés, en Italia en italiano y en Noruega en noruego. Quizá el Hombrecillo hubiera podido arreglárselas, ya que era más listo que la mayoría de los niños de su edad. Pero para colmo todos sus compañeros eran muchísimo más grandes que él y se creían que el ser grande era algo especial. Por eso, el pobrecillo tenía que aguantar de todo.
Por ejemplo, una vez en Atenas, en el recreo, tres niñas griegas le metieron en un tintero. Y en Bruselas, cuando los zoquetes belgas le pusieron encima de la barra de la cortina. Claro, se bajó inmediatamente. Pues en aquellos tiempos trepaba mejor que nadie. Pero esas bromas no le habían gustado nada. Así que un día dijo el mago:
-¿Sabes lo que pienso? Lo mejor será que te dé clases particulares.
-¡Estupendo! –exclamó Mäxchen-. ¡Es una idea fenomenal! ¿Cuándo empezamos?
-Pasado mañana a las nueve –dijo el profesor von Pokus-. ¡Pero no te hagas ilusiones demasiado pronto!
Pasó algún tiempo hasta que descubrieron cómo podría arreglárselas mejor. Poco a poco averiguaron el secreto, y entonces la clase les gustaba cada día más. Lo más importante, a parte del libro de texto y del cuaderno, era una escalera doble con cinco escalones y una potente lupa.
Cuando Mäxchen estaba aprendiendo a leer se subía al peldaño más alto de la escalera, ya que, cuando se sentaba con la nariz delante del libro, las letras eran demasiado grandes para él. Solamente cuando se ponía en cuclillas encima de la escalera podía ver cómodamente las letras impresas.
Para escribir utilizaban otro sistema. Entonces Mäxchen se sentaba en un atril minúsculo. El minúsculo atril lo ponía arriba, encima de la mesa grande. Y el profesor se sentaba junto a la mesa y examinaba con la lupa los garabatos de Mäxchen. Aumentaba siete veces el tamaño de la escritura, y solamente así podía reconocer las letras y las palabras. Sin la lupa él, el camarero y las doncellas, hubieran confundido los garabatos con salpicones de tinta o cagaditas de mosca. Sin embargo se trataba, como se podía ver claramente con la lupa, de unos trazos bonitos y elegantes.
En clases de aritmética ocurría lo mismo. Para los números necesitaban también la escalera y la lupa. Así que Mäxchen siempre andaba de un lado para otro, lo que le iba a servir de mucho. Tan pronto estaba sentado en lo alto de la escalera, como en un atril encima de la mesa.
Una hermosa mañana dijo el camarero, que iba a llevarse la vajilla del desayuno:
-Si no supiera que el niño está aprendiendo a leer y escribir, hubiera creído con toda seguridad que tenía clase de gimnasia–todos se rieron. Incluso Minna y Emma, que estaban sentadas encima del armario, también se rieron. Pues eran palomas reidoras.
Mäxhen no tardó mucho en aprender las letras. Al cabo de poco tiempo leía con tanta facilidad, que parecía que siempre había sabido leer. Y en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en un apasionado lector. El primer libro que Jokus von Pokus le regaló fue los cuentos de Grimm. ¡Y seguramente no hubiera tardado ni una semana en leerlos, de no haber sido por la condenada escalera!
Cada vez que tenía que dar la vuelta a la hoja, lo único que podía hacer era bajarse de la escalera, ponerse de un salto encima de la mesa, volver la hoja y encaramarse otra vez encima de la escalera. Solamente así podía enterarse de cómo continuaba el cuento. ¡Y cuando había leído dos páginas tenía que bajar otra vez para alcanzar el libro! Y así todo el rato: dar la vuelta a la hoja, subir la escalera, leer dos páginas, bajar la escalera, saltar encima de la mesa, volver rápidamente la hoja, subir la escalera, leer las dos páginas siguientes, bajar la escalera, volver la hoja, arriba, ¡era como para volver loco a cualquiera!
Una tarde llegó el profesor justamente en el momento en que el niño se encaramaba en la escalera por vigésimo tercera vez, se tiraba de los pelos furioso y gritaba:
-¡Esto es horroroso! ¿Por qué narices no habrá libros pequeños con letras minúsculas?
En primer lugar, el profesor se rió del enfado de Mäxchen. Después se quedó pensativo y dijo:
-En realidad llevas toda la razón. Y si esos libros todavía no existen, los imprimiremos para ti.
-¿Pero hay alguien que pueda hacerlo? –preguntó el niño.
-No tengo ni idea –dijo el mago-, pero en marzo el circo actuará en Munich. Allí vive el relojero Unruh. El nos informará.
-¿Y por qué lo sabe el relojero Unruh?
-No sé si lo sabe. Pero es posible que lo sepa, porque a veces se ocupa de esas cosas. Por ejemplo, hace dos años escribió por detrás de un sello la “Canción de la Campana”, de Schiller. Y eso que el poema tiene 425 líneas.
-¡Qué maravilla! –exclamó Mäxchen, asombrado- libros del tamaño de un sello, ¡me vendrían como anillo al dedo!
Para decirlo en pocas palabras: el relojero Unruh conocía en efecto una imprenta, donde era posible imprimir libros tan pequeños. Desde luego la broma resultaba cara. Pero el profesor ganaba mucho dinero con su trabajo de mago, y los padres de Mäxchen habían dejado algunos ahorros. Así que al cabo de poco tiempo, el niño tenía ya una preciosa biblioteca en miniatura.
Ahora ya no necesitaba hacer malabarismos en la escalera, sino que podía leer cómodamente. Cuando más le gustaba leer era por las noches, cuando estaba acostado en la caja de cerillas y el profesor dormía roncando suavemente. ¡Qué acogedor era! Allá arriba, encima del armario, las dos palomas arrullaban. Y Mäxchen estaba embebido en uno de sus libros preferidos, “La nariz de enano”, “El pequeño Pulgarcito”, “Nils Hofgersson” o, el favorito entre todos, “Gulliver”.
A veces el profesor gruñía medio dormido:
-¡Apaga la luz, granuja!
Entonces Mäxchen susurraba:
-¡En seguida, Jokus!
A veces ese en seguida duraba media hora. Pero al final siempre apagaba la luz, se dormía y soñaba con Gulliver en el país de Liliput, donde los habitantes le habían confundido con un gigante.

Erich Kästner. El hombre pequeñito (Vol.3) Editorial Salvat- Alfaguara.

RECURSOS
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Texto

Lo que sí parece, después de la lectura, es que a nuestro autor le gustaban las cosas pequeñas. Y lo que más raro nos resulta, casi increíble, es que pudieran entrar el profesor, Mäxchen y todo lo que iba con ellos: dos palomas y el conejo, en el hotel. Pero claro, llegaba el circo y todos y todas con ellos. Había, además del tamaño, algunos problemas que se deberían solucionar.

Pero no podemos olvidar que estamos en el mundo de los cuentos. Sabemos, eso sí, cuál era el preferido de Maschen. Leía muchos aunque había uno sobre todos: Gulliver. En homenaje a él, te ofrecemos este video. Puede que lo conozcas, porque tiene muchos, muchos años o que te resulte algo infantil. Pero consideramos que tiene la calidad suficiente para que lo disfruten las y los amantes de la buena literatura, como puedes ser tú. Está basada en la novela de aventuras de Jonathan Swift, dirigida por Dave Fleis. ¡Fíjate en el año en que se creó!, porque puedes considerarla como una reliquia histórica. Es lo que también piensan usuarias y usuarios, como podrás leer.

Palabra magica
La palabra mágica hoy es circo. Los profesionales que trabajan en el circo, suelen decir, cuando salen a escena: “Señoras y señores. Bienvenidos al circo. Ese lugar mágico, donde todo es posible.”

Lo que sí podemos contemplar ahora, en las ciudades y en los pueblos de nuestra península y de muchos lugares de Europa, es uno de los circos más famosos en el mundo entero. Es el Circo del Sol. Verás ahora unas imágenes que han cautivado a miles y miles de personas. A ver si te gustan a ti.

Viendo todas estas imágenes del famosísimo Circo del Sol, nos damos cuenta de lo que significa montar un espectáculo circense en cualquier ciudad. Y si, además, había que montar todo lo que necesitaba el hombre pequeñito, para algo tan normal como poder leer, las cosas se complicaban terriblemente. Pero, ¿consiguió el profesor Jokus von Pokus que el relojero Unruh imprimiera libros en miniatura? ¿Podría leer Maxchen sin hacer malabarismos, subiéndose a la escalera? Elige, entre las siguientes opciones, la que creas que se acerca más a la realidad de la lectura de hoy.

1) El relojero dijo que él no podía perder el tiempo. Lo primero que tenía que hacer era arreglar relojes. Ese era su oficio.
2) Al cabo de poco tiempo, entre el dinero que ganaba el profesor y los ahorros que habían dejado sus padres, Maxchen disponía de una fantástica biblioteca en miniatura.
3) Decidieron que lo mejor era llevar a Maxchen a una óptica especial. Ponían gafas que servían para leer letras hasta una distancia de cincuenta kilómetros.

(Solución: la respuesta correcta es la número 2.)

Cuentame
Mäxchen tenía una serie de libros preferidos. Pero entre todos ellos, el que más le gustaba, quizá por su tamaño, era Gulliver. ¿Nos dejas, por favor, dar un paseo por tu biblioteca? Suponemos que tienes, en tu habitación, algo más cómodo que la caja de cerillas de Mäxchen, para leer. Antes de hacer tu lista, recuerda cómo se pone la referencia bibliográfica de un libro:

Nombre de la autora o autor.
Nombre del libro.
Nombre de la editorial que lo ha publicado.
Seguro que tienes una buena colección de libros leídos en papel y en documento informático. ¿Hay alguno, en especial, que te interese leer? A lo mejor, podemos indicarte dónde se puede conseguir.

Autor
Erich Kästner
Nació el 23 de febrero de 1899 en Dresde (Alemania) y murió el 29 de julio de 1974 en Múnich (Alemania).
Fue llamado a filas en la primera guerra mundial. La experiencia fue traumática para él y marcó su antimilitarismo. Estudió en varias universidades alemanas Historia, Literatura, Filosofía y lengua alemanas.  Trabajó como periodista y crítico teatral para pagarse los estudios. En el periodo nazi sus libros fueron prohibidos y algunos quemados. Escribió poesía y libros infantiles. Su libro Emilio y los detectives (1928) popularizo el tema de los detectives en la literatura infantil. Recibió varios premios.
En el año 2001 se inauguró un Museo dedicado a Kästner en la casa de un tío suyo. El museo se autocalifica «micromuseo», debido al poco espacio que ocupa. Los visitantes pueden tocar, leer y probar casi todo.
Nuestro observatorio
En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre Erich Kästner, además de conocer su museo.

Bibliografía
Ofrecemos, a continuación, una relación de libros tomada de Canal Lector.

 

Gasipum y popotraques. Roald Dahl. Editorial Alfaguara (Recomendado: 11-14 años)

11 Jun

grangigantebonachon

Sofía no solo empezaba a sentir apetito, sino que también estaba muy sedienta. De estar en su casa, ya habría terminado el desayuno mucho antes.
-¿Estás seguro de que no hay nada para comer, por aquí, aparte esos repelentes pepinásperos? –preguntó.
-¡Ni una pipipulga! –contestó el Gran Gigante Bonachón.
-En ese caso, ¿puedo beber un poco de agua?
-¿Agua? –repitió el GGB, frunciendo el ceño-. ¿Qué es el agua?
-¡Lo que nosotros bebemos! –dijo Sofía-. ¿Qué tomáis vosotros?
-¿Nosotros? ¡Gasipum! –contestó Bonachón-. Todos los gigantes beben gasipum.
-¿Y es tan malo como los dichosos pepinásperos? –quiso saber Sofía.
-¿Malo? -protestó el GGB-. ¡Nada de malo! El gasipum es dulce y alegroso.
Se levantó de la silla y se dirigió a un segundo armario enorme del que sacó una botella de vidrio que mediría dos metros de altura. Estaba medio llena de un líquido verde pálido.
-¡Esto es el gasipum! –anunció, alzando la botella con orgullo, como si se tratase de algún vino viejo y raro-. ¡Delicioso y picoso gasipum!
Agitó la botella, y el líquido verde comenzó a burbujear como loco.
-¡Oh, pero si las burbujas van al revés! –exclamó Sofía.
Y así era. En vez de subir y estallar en la superficie, las burbujas descendían y estallaban en el fondo, donde se formaba una espuma verde.
-¿Qué demonio quieres decir con eso de que van al revés?–gruño Bonachón.
-En nuestras bebidas gaseosas –explicó Sofía-, las burbujas siempre suben y estallan arriba.
-¡Pues eso es mal! -afirmó el GGB-. Las buruburubujas no tienen que subir. Es la tontería más torontonta que he oído.
-¿Por qué?
-¿Y tú me preguntas por qué? –gritó el gigante, moviendo la botella de un lado a otro, como si dirigiese una orquesta-. ¿De veras quieres hacerme creer que no entiendes qué es un dispirate, eee… un disraspate, eso de las buruburujas tengan que subir en vez de bajar?
-No entiendo. ¿Quieres explicarte de una vez? –preguntó Sofía, muy educadita.
-¡Claro! –voceó el Gran Gigante Bonachón-. Es una torontontería, eso de las buburujas subiendo. Y si no lo entiendes, es que es más boba que un perripato. Tu cabeza debe de ser llena de rabos de recuajo y patas de mosquito. ¡Me asusta ver que no sabes pensar!
-¿Por qué no han de subir las burbujas –inquirió Sofía.
-Te lo diré, pero antes isplícame cómo se llama vuestro gasipum.
-Tenemos la Coca –contestó Sofía-. Otra es la Pepsi, pero hay muchas marcas y clases de bebidas gaseosas.
– ¿Y en todas suben las buruburuburujas?
-¡Sí, claro!
Catastroso! –exclamó el GGB-. ¡Buruburuburujas subiendo son una catastrosa desástrofe!
-Dime por qué –insistió la niña.
-Si escuchas bien, trataré de explicártelo –dijo el gigante-. Pero tu seso es tan lleno de pulguirrabijos, que no creo que lo entiendas.
-Haré cuanto sea posible –respondió Sofía con paciencia.
-Bien… Cuando tú bebes esa coquia vuestra, cae diridectamente a tu barriga, ¿no? ¿O me evicoco?
-No te equivocas –dijo Sofía.
-Y las burburujas van también a la barriga. ¿O no es así?
-Sí que van, claro.
-¿Y esas burburujas suben?
-¡Naturalmente!
-Lo que quiere dicir que saldrán todas, blup-blup, por la garganta y por la boca y os harán soltar un uructo asqueroso…
-Eso sucede con frecuencia, sí –admitió Sofía-. Pero un pequeño eructo de vez en cuando, no tiene importancia. Casi es divertido.
Uructar es muy feo! –exclamó Bonachón-. Los gingantes nunca lo hacemos.
-Sin embargo, con esa bebida… -señaló Sofía-. ¿Cómo la llamáis?
-Gasipum.
-Con el gasipum –dijo la niña- las burbujas de vuestras barrigas bajarán y… tendrán un resultado todavía peor.
-¿Por qué peor? –preguntó el GGB, sorprendido.
-Porque… -respondió Sofía, sonrojándose un poquito-, si bajan en vez de subir, tendrán que salir por otra parte, con un ruido aún más fuerte y más ordinario.
-¡Ah, con un popotraque, quieres decir! –exclamó el Gran Gigante Bonachón, muy sonriente-. ¡Los gingantes soltamos popotraques continuamente! Eso es señal de filicidad. ¡Es música para nuestros oídos! No vas a dicirme que un poco de popotraqueo es cosa prohibida entre los guisantes humanos…
-Se considera de muy mala educación –contestó Sofía.
-Pero tú bien debes soltar algún popotraque de vez en cuando ¿no? –quiso saber el GGB.
-Todo el mundo lo hace –reconoció la niña-. Los reyes y las reinas popotraquean, como lo llamáis. Y los bebés. Pero en mi tierra no es fino hablar de eso.
Rindículo! –dijo el gigante-. Si todo el mundo hace popotraques, ¿por qué no hablar de ello? Ahora mismo voy a beber un trago del dilicioso gasipum, y verás qué buen resultado.
El GGB agitó la botella con fuerza. El líquido verde pálido empezó a burbujear alegremente. Entonces, Bonachón quitó el tapón y tomó un enorme y gorgoteante sorbo.
-¡Hum, qué sabigustoso! –comentó-. ¡Me tusiásmisa!
El GGB permaneció inmóvil durante unos segundos, y una expresión de embeleso empezó a extenderse por su cara larga y arrugada. Hasta que, de pronto, la bebida hizo su efecto y el gigante soltó una serie de ruidos, los más sonoros y ordinarios que Sofía hubiese oído jamás. Retumbaban contra las paredes de la cueva como truenos, y los botes de vidrio temblaron en sus estantes. Pero lo más asombroso fue que la fuerza de las explosiones levantó al gigante del suelo, casi como un cohete.
-¡Yuppiii! –gritó Bonachón al fin, cuando se vio de nuevo en el suelo-. ¡Y ahora te toca a ti!
Sofía se echó a reír, no podía contenerse.
-¡Pruébalo! –insistió el Gran Gigante Bonachón, al mismo tiempo que inclinaba hacia ella la colosal botella.
-¿No tienes una taza? –preguntó la niña.
-Nada de tazas. Sólo botella.
Sofía abrió la boca y el gigante vertió en ella, con sumo cuidado, un poco de aquel formidable gasipum.
-¡Mmmmm, sí era riquísimo! Dulce y muy refrescante. Sabía a vainilla y crema, con un ligero aroma de frambuesas al paladearlo bien. Y las burbujas resultaban agradabilísimas. Sofía notó cómo le saltaban y estaban en el interior de su barriga. Era una sensación estupenda. Le parecía tener centenares de diminutos seres danzando en su interior y haciéndole cosquillas con los dedos de los pies. ¡Qué divertido!
-¡Oh, qué gracia! –dijo.
-¡Espera, espera! –respondió el GGB, con unas orejas que se movían como abanicos.
Sofía sintió que las burbujas bajaban y bajaban por su barriga, hasta que, de repente y sin que ella pudiera evitarlo, ¡se produjo la explosión! Sonaron las trompetas y las paredes de la cueva resonaron como antes.
-¡Bravo! –gritó el Gran Gigante Bonachón, agitando la botella-. ¡Muy bien, para ser una primcipiante! ¡Vamos a tomar otro trago!

Roald Dahl. El gran gigante bonachón. Editorial Alfaguara

Propuestas para mediadoras y para mediadores

Texto

Partimos de un principio, que se basa sólo en el nombre del título del libro de Roald Dahl: El Gran Gigante Bonachón.
Oscar Wilde escribió El gigante egoísta, ahora en editorial Laberinto. En la página de Ciudad Seva, podemos leer, también, el texto completo de Oscar Wilde.
Sí, casi nunca han tenido buena prensa los gigantes en los cuentos. Han sido egoístas, perversos, malvados y toda una serie de adjetivos que no les hacían ningún favor. Hasta se han hecho películas, libros, dibujos animados y muchas cosas, para prevenirnos de los espantosos gigantes, como Jack el Caza Gigantes

Pero sólo el título de Roald Dahl plantea algo diferente: el aumentativo bonachón (no podía ser menos, tratándose de un gigante) es el que es muy bueno, amable, dócil, crédulo. Nada que ver con la imagen que nos han dado la literatura o el cine, de los gigantes.

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es beber. Toda la historia se desarrolla en torno a esa palabra. Fue Sofía la que sentía hambre y sed. Y ya casi le importaba menos el hambre que tenía. Quería, sobre todo, beber. Y no pedía ninguna cosa rara y difícil de conseguir. Pedía sólo agua. ¿Se puede pedir menos a alguien que un vaso de agua?

Pues ese fue el principio. El gigante era tan bueno, tan bonachón, que quiso ofrecerle lo más maravilloso, lo más preciado para los gigantes a la pobre Sofía. Y ahí empezaron a desarrollarse los acontecimientos. ¿Sería que el Gigante Bonachón era uno de los defensores más importantes del planeta, en el ahorro de agua?

¿Conocería la información que ahora puedes ver?

No. Nada más lejos de todo esto. Él sólo quería ofrecer a Sofía, para su sed, lo mejor que tenía. Es un rasgo de generosidad impresionante. Le ofrecía algo que era como una joya de la que él disfrutaba. Le ofrecía ¡Gasipum! Tan maravilloso era el gasipum para el Gigante, que empezó a decir cosas raras con sus palabras. Seguro que lo has descubierto ya.

Cuentame

¿Cómo crees que reaccionó Sofía, cuando el Gigante le ofreció el gasipum? ¿Crees que tú habrías hecho lo mismo? Probablemente, la pregunta que te harían los mayores que te quieren y las personas de las que podemos fiarnos del todo, sería: ¿cómo se te ocurre probar algo que no conoces? Lo que has leído es literatura, donde todo es posible. Hasta que existan los gigantes, que además sean bonachones y que, encima, tengan una bebida riquísima, aunque produzca efectos de ruidos, que dan bastante vergüenza. Lo que sin duda, es bastante divertido. Pero lo que nos apetece que nos cuentes son varias cosas. A ver si puedes estrujar un poco tu memoria.

¿Hay, donde vives, alguien con tamaño suficiente como para llamarlo Gigante? Puede ser una chica o un chico. ¿Se dedica a algo en especial? ¿Juega al baloncesto? ¿Se dedica a subir a hombros a los pequeños, que hacen cola para ser los primeros que van en el gigante? ¿Te gustaría tener un tamaño para que te llamaran gigante o prefieres ser como eres?

Por si te apetece, y antes de decidir sobre tu tamaño futuro, aquí puedes ver un video sobre el hombre más alto del mundo.

En estas otras páginas nos hablan del Gran Gigante Bonachón y del próximo estreno de la película dirigida por Steven Spielberg.

Autor

Roald Dahl

Nació el 13 de septiembre de 1916 en Llandaff (Inglaterra) y murió en Oxford (Inglaterra) el 23 de noviembre de 1990.

De origen noruego. Su padre murió cuando él tenía 3 años. Fue a una escuela cercana a su casa hasta los 9 años y después a un internado en un colegio inglés. Terminó el bachillerato con 18 años. A su madre le hubiera gustado que estudiara en la Universidad pero él no quiso y comenzó a trabajar para una compañía de petróleo. Su deseo era viajar y se marchó a África. De esa época dice: “Era una vida fantástica (…) Aprendí a hablar swahili. Viajaba hacia el interior del país visitando minas de diamantes, plantaciones de sisal, minas de oro y todo lo demás. Había jirafas, elefantes, cebras, leones y antílopes por todas partes, y también serpientes…”

Se casó en 1953 y fue padre de cinco hijos a los que contaba cuentos. Escribía los libros en una cabaña que había al fondo de su casa.

Él decía que estaba siempre a favor de los niños. Le gustaban los deportes y la fotografía. Muchos de sus libros han sido llevados al cine.

El ilustrador de la mayoría de sus libros fue Quentin Blake. Este dijo de Roald Dahl que tenía la capacidad de imaginar situaciones surrealistas igual que él. Además comentó que supo crear en sus libros un mundo entre lo real y lo insólito.

Nuestro observatorio
En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre Roald Dahl, además de conocer su página web y un estudio sobre su vida y obra de Imaginaria.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector.

 

Mil grullas (Segunda parte). Elsa Bornemann. Editorial Anaya (Recomendado: 11-14 años)

23 Abr

nosomosirrompanaya

Ocho de la mañana del seis de agosto en el cielo de Hiroshima. Naomi se ajusta el obi (4) de su kimono (5) y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?
“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez un cielo. El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.
En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Una docena de chicos canturrea: Donguri-Koro Koro-Donguri Ko…(6) por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos recados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa mañana. Y con ellos, desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el pasado de Hiroshima.
Ya, ninguno de los supervivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
En diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera instalado dentro de ellos, en su misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno se insinuaba ya, en el aire y el muchacho no sabía si era el frío exterior o su pensamiento lo que le hacía tiritar.
Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobre su mesilla, unas cuantas grullas de papel desparramadas.
-Voy a morirme, Toshiro… -susurró, cuando su amigo se paró, en silencio, al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta…
Mil grullas o Semba-Tsuru (7), como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesilla. Sólo veinte. Después las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta.
-Te vas a curar, Naomi –le dijo entonces, pero su amiga no le oía ya: se había quedado dormida.
El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporalmente) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de periódico, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían guardar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.
La tijera la llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó, primero, novecientos ochenta cuadraditos y, luego, los pegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía. El muchacho se encontraba pasando hilos a través de las siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del milagro y las colocó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Con los dedos heridos y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro de su furoshiki (8) y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por primera vez, tomó, sin pedir permiso, la bicicleta de sus primos.
No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
Prohibidas las visitas a esta hora –le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.
Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su pecho. Por favor…
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma aparente impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió entrar: -Pero cinco minutos ¿eh?
Naomi dormía. Tratando de no hacer ruido, Toshiro puso una silla sobre la mesita y luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el techo. Pero lo alcanzó. Y en un momento estaban las mil grullas pendiendo (9) del mismo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres.
Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba observando.
Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.
-Son hermosas, Toshi-chan …(10) Gracias…
-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas –y el muchacho abandonó la sala sin volverse.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera dejó entrar, al entreabrir, por unos instantes, la ventana.
Los ojos de Naomi seguían sonriendo.
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos. ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer al horror instalado en su sangre?

FEBRERO de 1976
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres.
Como es serio y poco comunicativo, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se juntan algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular.
rullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes…
Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de creer en aquella superstición japonesa.
-Algún día completará las mil… -cuchichean entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?
Ninguno sospecha la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.

(4) Obi: faja que acompaña al kimono.
(5) Kimono: vestimenta tradicional japonesa, de amplias mangas, larga hasta los pies y que se cruza por delante, sujetándose con una especie de faja llamada obi.
(6) Donguri-Koro: verso de una popular canción infantil japonesa.
(7) Semba-Tsuru: mil grullas. Una creencia popular japonesa asegura que haciendo mil de esas aves –según enseña a realizarlo el origami (nombre del sistema de plegado de papel)- se logra alcanzar larga vida y felicidad.
(8)Furoshiki: tela rectangular que se usa para formar una bolsa, atándola por sus cuatro puntas después de colocar el contenido.
(9) Pendiendo: colgando.
(10) Toshi-chan: diminutivo de Toshiro.

Elsa Bonermann. No somos irrompibles. Editorial Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Texto

El texto de hoy, Mil grullas, que has leído en dos partes, es tan triste como lo que siempre es una guerra. Se trata del lanzamiento de la primera bomba atómica. El arma más destructora que ha creado el ser humano.

Los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki fueron ataques ordenados por Harry Truman, Presidente de los Estados Unidos, contra el Imperio de Japón. Se efectuaron el 6 y el 9 de agosto de 1945, y pusieron el punto final a la Segunda Guerra Mundial. El arma nuclear Little Boy fue soltada sobre Hiroshima el lunes 6 de agosto de 1945, seguida por la detonación de la bomba Fat Man, el jueves 9 de agosto, sobre Nagasaki. Hasta la fecha, estos bombardeos constituyen los únicos ataques nucleares de la historia.

Nuestra autora no renuncia a contar, en ese escenario terrible de las bombas, una maravillosa historia de amor. Naomi y Toshiro vieron rota esa historia por la espantosa bomba. Estaban muy enamorados. Empezaban una vida en un mundo, donde eran nuevos. Ese mundo no había existido antes para ellos. ¿Qué podían esperar de la vida que empezaban ahora? Lo que pensábamos todos cuando éramos pequeños. ¡Qué bien que ya conozco todo lo que me rodea! Juegos, palabras, paisajes, personas… Y una, sobre todo, con quien era feliz. No se podía pedir más. Era fantástico. Pero pasó lo peor que podía haber pasado. Su vida acabó no en un final feliz, que es lo que a todas y a todos nos habría gustado. No fue así. La verdad es la que cuenta Elsa Bornemann. Toda la vida de tantos cientos, miles de personas acabó aquel fatídico día. Ese que no dependía de unos militares que iban en los aviones. Porque sólo cumplían las órdenes de quienes mandaban. Aquellos tripulantes de los aviones, desde donde se lanzaron las bombas, quizá tampoco pudieron dormir ni si quiera vivir, pensando en lo que habían hecho. Habían acabado con tantos miles de seres humanos.

Elsa Bornemann, con este libro, quiere decirnos a qué conduce la guerra. Pensemos en todo aquello que podamos hacer, para que siempre exista la paz. Trabajemos por ella. Viajemos con las mil grullas.
En la última, cómo hacer una grulla de papel.

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es ojos. Sí, después del espanto, del horror y la infinita tristeza, en aquel hospital donde estaba Naomi, que sabía que iba a morir (murió al día siguiente), algo sonreía en la niña: sus ojos. “Los ojos de Naomi seguían sonriendo”.

Quizá fueran aquellos ojos los que conservó, en su mente y en su corazón, Toshiro Ueda, durante toda su vida. Estaba lejos de Japón. Siguió haciendo grullas y más grullas. Siempre hacia esas mil, que colocará en su despacho, mientras su amor sigue vivo, recordando el primero. El de su amada Naomi.

Cuentame
Hemos tenido la inmensa fortuna de no vivir una guerra. ¿Conoces a alguien que haya tenido que sufrir esa experiencia? Por desgracia, en el mundo en que vivimos siguen existiendo las luchas entre seres humanos. En la siguiente página, verás cómo los humanos seguimos luchando. Sin parar. Sin tregua.

Podría ser útil e interesante que, de los periódicos que lees, de los que compramos en papel, en el quiosco o de los que leemos en internet, te hagas un archivo, con las guerras, conflictos bélicos que hay en el momento en que escribes. Si preguntas a alguien mayor que viva en tu casa o que conozcas (por amistades, de las vacaciones, familias de compañeras y compañeros, etc.) podrás saber lo que significa vivir en paz o en una guerra. Hagamos todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades, para asegurar la paz, para siempre. Cuéntanos tus acciones.
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Elsa Bonermann
Nació el 20 de febrero de 1952, en el barrio de Parque de los Patricios, en Buenos Aires (Argentina) y murió el 24 de mayo de 2013 en la misma ciudad.
Escritora vocacional pues ya desde pequeña tenía claro que quería serlo. Licenciada en Letras. Su literatura aunó inteligencia y audacia, aportando una fantasía sin límites, en historias de amor, de miedo o de terror. Escribió cuentos irreverentes, políticamente incorrectos para la época.  Ha recibido varios premios.

Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre la autora en Imaginaria.

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una relación de libros tomada también de la página web de Imaginaria.
Otro texto de la autora en Los Fundamentales de Canal Lector, La del once «jota»

Mil grullas (Primera parte). Elsa Bornemann. Editorial Anaya (Recomendado: 11-14 años)

16 Abr

nosomosirrompanaya

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien lo que estaba pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas partes.
Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.
¡Ah… y también se estaban descubriendo el uno al otro!
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos.
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio…
Pero Naomi sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa.
-No tengo hambre –le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía. –Te dejo mi comida –y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora del regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.
Naomi… poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún…
El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano que llegó puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que tendrían que dejar de verse durante un mes y medio inacabable.
A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían, entonces, la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.
Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque…
Se fue julio, y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque…
Y aunque no lo supieran: ¡Por fin llegó agosto! –pensaron los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto con sus padres, hacia la aldea de Miyashima. (1) Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra… -decía el abuelo. Todo acaba algún día… -comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi.
¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo.
Abandonó el tatami (2), se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro.
El dos y el tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus (3):

Lento se apaga
El verano.
Enciendo
Lámpara y sonrisas.

Pronto
florecerán los crisantemos.
Espera,
corazón.

Después, lió en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de la curiosidad de sus hermanos.
El cuatro y el cinco de agosto se los pasó ayudando a su madre y a las tías. ¡Era tanta la ropa para remendar!
Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que quizá resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que con cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar un deseo para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de su papá el anhelo de que Toshiro no la olvidara nunca…
Y los deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes…

(1) Miyashima: pequeña isla situada en las proximidades de la ciudad de Hiroshima.
(2) Tatami: estera que se coloca sobre el suelo, en las casas japonesas tradicionales.
(3) Haiku o haikai: breve poema de dieciséis sílabas, típico de la poesía japonesa.

Elsa Bonermann.No somos irrompibles. Editorial Anaya

Un indio ciego. Ricardo Gómez Gil. Editorial SM (Recomendado: 11-14 años)

5 Mar

ojo de nube

Un crow ciego era un obstáculo para la tribu, cuando tenía que viajar desde las montañas hacia las praderas, o al revés.                            Tampoco era útil para el poblado un ciego crow cuando la supervivencia diaria dependía de la caza, de la pesca y de la recolección. Ni cuando había que escapar de las amenazas de animales que corrían o se arrastraban por la tierra. O cuando tenían que defenderse de los ataques de otras tribus…
Por eso, entre los crow nadie censuraba al padre o al hijo que abandonaba a un ciego, si este representaba un obstáculo para la vida de la comunidad. Y la persona ciega, cuando era mayor, aceptaba con resignación volver con el Gran Espíritu, porque sabía que ya era un estorbo para la vida de los demás.
Pero la madre de Cazador Silencioso, que había vivido con su hijo durante esas dos semanas y que había sentido cómo su alma se alojaba en su pequeño cuerpo, no quería abandonar a su hijo, a pesar de las advertencias de la abuela Luz Dorada.
Al repetirle que ese niño era un problema para la familia y el resto de la tribu, Abeto Floreciente respondió con energía a su madre:
-Madre, no insistas. ¡Yo seré sus ojos!
Al regresar Arco Certero a la noche siguiente y enterarse de que su hijo era ciego y que no podría cazar con él ni en las praderas ni en las montañas, sintió una tristeza tal que no dijo una sola palabra y se encerró en su tipi.
Pero su mujer envió a sus hijas y a su hijo al cuidado de la abuela y pasó la noche con su marido, consolándole y susurrándole al oído mientras le acariciaba:
-No te preocupes, querido, porque yo seré sus ojos.
A la mañana siguiente, Abeto Floreciente comunicó a su madre, a sus hijas y al resto de las mujeres de la tribu que su hijo se quedaría con ella y que a partir de ese momento el niño se llamaría Ojo de Nube.
Pasaron las semanas y, a excepción de su ceguera, Ojo de Nube creció como un niño sano.
Cuando lloraba, lo hacía con energía. Cuando dormía, lo hacía con placidez. Y las horas en que estaba despierto, producía un ronroneo que parecía una canción: gau-gaugau-gau
Mientras Abeto Floreciente realizaba la recolección en el bosque con otras mujeres, hablaba a su hijo y le contaba cómo era el mundo que esos ojos nunca podrían contemplar:
-Hemos venido a buscar piñas maduras, de las que caen del árbol al suelo antes de que broten las nuevas. Debemos llegar antes de que lo hagan las ardillas. Las mejores son las piñas que comienzan a cuartearse y que mantienen la capa de resina. Acabarán de abrirse los próximos días al lado de nuestros fuegos y luego podremos romper la cáscara y guardar los piñones.
Por las noches, cuando su marido y sus hijas dormían, la madre se acurrucaba junto al niño y le susurraba al oído:
-Al llegar la próxima luna llena tendremos que abandonar las montañas e ir hacia las praderas porque llegará el invierno, la nieve lo cubrirá todo y los grandes animales del bosque bajarán al arroyo para buscar el alimento que les corresponde.
O le contaba alguna antigua leyenda:
-Eso que oyes es el Viento del Norte, que dentro de poco se hará más y más gordo y que vendrá cargado con sacos llenos de nieve. Hace muchos, muchos años, el Viento del Norte llevaba la nieve solo de la cima de una montaña a la cima de otra montaña, viajando con su saco cargado entre barrancos y ríos, sin dejar caer un solo copo, pero una vez se encontró con el Gran Espíritu, que le preguntó si podría darle un poco de esa nieve…
Abeto Floreciente no se separaba de su hijo en ningún momento. Lo llevaba al pecho o a la espalda, se acurrucaba en el lecho contra él para contarle los sucesos del día, o cuidaba del fuego con él en el regazo. Cierva blanca y Montaña Plateada lo comprendían, porque la madre debía ser los ojos del pequeño.
Arco Certero, cuando estaba a solas, movía la cabeza y se lamentaba pensando que su hijo sería muy infeliz. Y se entristecía pensando que nunca podría cazar con él en las montañas ni en las grandes praderas.
Ojo de Nube escuchaba a veces a su madre en silencio. También en silencio dejaba que ella posase sobre su pequeño pecho una hoja de tejo, una cinta de cuero o una pluma de pájaro, para que conociera en su piel las cosas que sus ojos no podrían ver. Pero otras veces parecía responder con maullidos que semejaban canciones: Mau-gau-maugau-gaugau
Llegó la quinta luna llena y, con ella, los primeros vientos fríos. Repletos los sacos de frutos y semillas y secadas las carnes de los animales cazados, los crow recogieron sus pieles, sus tipis y los palos que sostenían las tiendas, preparándose para el viaje.
Antes de partir, cada familia dejó en el centro de donde había plantado su tipi un puñado de frutos y semillas y una ofrenda de carne y de pescado, como agradecimiento a la Madre Tierra por haberles dejado utilizar su suelo y tomar su agua.
También agradecieron al Gran Espíritu del Bosque que les hubiera permitido recolectar frutos, recoger resinas o quemar leña.
Y dieron las gracias al Gran Espíritu porque los peces se hubieran dejado pescar y los ciervos se hubieran dejado cazar.
Por último, en una danza en la que participaron de ancianos a niños, se alegraron por haber pasado en las montañas cinco lunas más, deseando estar de regreso cuando las nieves se hubiesen retirado y los grandes animales del bosque se hubieran saciado de la comida que les correspondía.
Después de todo eso, el pequeño grupo de indios crow emprendió su viaje anual hacia las grandes praderas.

Ricardo Gómez Gil. Ojo de Nube. Editorial SM

Propuestas para mediadoras y para mediadores
Texto
Unos lectores nos presentan el libro del que hemos tomado el texto que acabas de leer.

Además, nos vamos a situar, de maravilla, viendo cosas de ese mundo en que vivía el protagonista de la historia: Ojo de nube. Estas son las casas de los indios crow.

Esta es una página informativa que ofrece desde el número de personas que caben en un tipi, el lugar donde se encuentran, el dinero que cuesta pasar una noche allí, los paisajes que puedes contemplar, las ciudades más próximas al asentamiento de los tipis, las actividades en la Naturaleza que recomiendan, la comida que puedes tomar y todo un completo servicio para visitar y vivir en un lugar mágico. Cuéntalo a tus mayores y a ver si se animan y hay dinero para conseguir ir allí. ¿Te imaginas? Bueno, por probar, no se pierde nada.

Palabra magica

Hoy la palabra mágica es tribu. Lo primero que haremos es saber qué dice el diccionario como definición de esta palabra. Así, podremos acercarnos a las diferentes tribus que vamos a conocer, gracias a internet.

Una tribu es un grupo humano, de diferente número de personas. Integran la tribu personas que tienen unas características comunes, que suelen formar pandillas, con los mismos gustos y aficiones. Vemos en la página siguiente, algunas tribus de indios norteamericanos, en el pasado siglo XX.

Y en las próximas páginas, verás que aparecen nuevas tribus. Las que ya en el siglo pasado se denominaban tribus urbanas. Son grupos de gente, casi siempre jóvenes y adolescentes, que se visten de forma parecida, viven en ciudades, normalmente muy pobladas, donde pretenden encontrar nuevas vías de expresión, porque las que ven no les parecen adecuadas.

Cuentame
Solo una pregunta antes: ¿conoces algún Ojo de nube? Es decir: ¿tienes, en tu familia, amigas o amigos, vecinos, algún niño que esté o haya estado ciego? ¿Y con alguna otra discapacidad? ¿Qué le dices a ese niño o a esa niña, a quien le falta el sentido de la vista o algún otro? ¿Sabes que en nuestro mundo actual existen organizaciones que se dedican a la ayuda de gente que tiene alguna discapacidad? Cuéntanos qué se hace en tu centro escolar, en tu barrio o pueblo, para ayudar a la gente que tiene algún problema físico o psíquico, mental. ¿Conoces estas asociaciones,  grupos de trabajo, personas, que se dedican a ayudar a la gente? Aquí tienes unas cuantas.

Si puedes y te interesa, no lo dudes. Contacta con personas que ayudan a la gente que lo necesita. Es probable que te haga falta hablar con los mayores que tienen la responsabilidad de tu vida. Habla con ellos y plantéales tus reflexiones. Hay mucha gente que nos necesita y podemos echar una mano. Mejoremos su vida, en la medida en que podamos. Que tengas y tengan suerte. Ese es nuestro deseo.
Autor
Ricardo Gómez Gil
Nace en Segovia en 1954. Estudia Matemáticas y fue profesor de esta asignatura durante más de veinte años. Su incursión en el mundo de la literatura se produce a mediados de los años noventa  del siglo pasado. Desde entonces ha cultivado distintos géneros: poesía, novela y relato corto, y ha recibido numerosos premios y menciones.
Nuestro observatorio
Se pueden consultar más datos biográficos sobre Ricardo Gómez en su página web.


Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector.

¿Lo conseguirás? Carlos Borrego Iglesias. Editorial Montena (Recomendado: 11-14 años)

15 Ene

114enigmas

Este es el libro del que hemos extraído la lectura número 35. La de Carlos Borrego Iglesias. Es un libro enigmático, oculto, secreto, misterioso… Y todas esas palabras sinónimas. Esas que significan cosas muy parecidas. Para disfrutar con esta lectura que te recomendamos, necesitamos una mente ágil, rápida, con muchos ejercicios de comprensión lectora realizados. Hay, como nuestro autor de hoy, auténticos profesionales; de esos o esas que te dejan boquiabierto. De los que incluso después de darte la solución del enigma, dices: ¿cómo? ¿De verdad me estás contando eso?

Pues atención, porque tú puedes. A lo mejor, no eres consciente de las veces que has practicado, como profesional, la solución a muchos enigmas. Quizá tengas en un archivo o en un cuaderno ese enorme grupo de preguntas solucionadas por ti.

114 enigmas para el 2014. Carlos Borrego Iglesias. Editorial Montena

1. La palabra escondida

Hoy no vamos a llamar a esta sección, como hemos hecho en todas las lecturas anteriores, La palabra mágica. Esa que te ayuda a resolver cosas del texto que has leído. Ahora mismo, en cuanto leas la pregunta, te darás cuenta de lo que buscamos. Por eso la hemos llamado La palabra escondida.

Con las siguientes letras, encuentra una de las palabras más largas de la lengua española. Esa que está escondida
R D O M C L I S E T O E E D T A S N D E I O

Pista: Es un músculo la mar de famoso.

2. De loros y jaulas

En su tienda de animales, Luis tiene loros y jaulas para loros. Si Luis mete un loro por jaula le sobra un loro. Si pone cuatro loros por jaula, le sobran once jaulas. ¿Cuántos loros y jaulas tiene Luis?

Pista: ¿Seguro que necesitas una pista? Este enigma es muy fácil.

3.  La misteriosa aparición

Aparezco una vez en un minuto, dos veces en un momento, pero nunca en cien años. ¿Quién soy?

Pista: Quizá tu hermano pequeño que está aprendiendo a leer te puede ayudar.

4.  Besos el día de Pasquetta

En Italia, la gente –tanto los hombres como las mujeres- se saluda con dos besos empezando por la mejilla izquierda. En Semana Santa, el día de Pasquetta se juntan siete personas de la familia de Valeria. ¿Cuántos besos se van a dar cuando se encuentren todos?

Pista: Valeria no se besa a sí misma, pero sí a 6 familiares dos veces.

5. El conductor del camión en dirección prohibida

Un conductor de un camión entra en una calle de dirección prohibida. Inmediatamente después se encuentra con un policía. El policía saluda sonriente y no le pone ninguna multa. ¿Cómo puede ser?

Pista: El policía y el conductor del camión no se conocen de nada.

Soluciones:

1. La palabra escondida.
El músculo se llama: esternocleidomastoideo.

2. De  loros y jaulas.
15 jaulas y 16 loros.

3. La misteriosa aparición
La letra M

Para que compruebes esta información, ¿sabías que cada vez que pronuncias la letra M juntas los labios? Prueba a pronunciar “momento” sin juntar los labios.

4. Besos el día de Pasquetta
Valeria besa 12 veces a 6 familiares. El padre de Valeria besa 12 veces a 6 familiares, pero los besos a Valeria ya los hemos contado. La madre de Valeria besa 12 veces pero los besos al padre de Valeria y a Valeria ya se han contado. Así sucesivamente para los otros 4 familiares de Valeria. El último familiar besará doce veces, pero ya se habrán contado todos sus besos. Por tanto el número total de besos será:

2 + 10 + 8 + 6 + 4 + 2 + 0 = 42 besos

5. El conductor del camión en dirección prohibida
El conductor del camión va a pie.

Mostaza, mi amigo de toda la vida. Elvira Lindo. Editorial Seix Barral (Recomendado: 11-14 años)

25 Sep

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Todos los finales de curso Mostaza canta una canción. Canta mejor que Joselito y que Tutto Pavarotti. Yo, la verdad, es que había hablado con él muy poco; sólo le había escuchado cantar. Mostaza casi nunca habla con los de mi banda. Siempre habla bajito y nada más que con el que se siente a su lado. Hace eso porque la sita dice que es tímido, como casi todos los hombres ilustres de niños. Eso quiere decir que yo nunca seré un hombre ilustre, porque yo no soy tímido. Lo intento; hay veces que me lo propongo por las mañanas. Pienso: “Hoy voy a empezar a ser un tímido, seré un tío callado, interesante, de esos que guardan dos o tres grandes secretos”, pero por más que me pongo, no me sale. En cuanto la sita hace una pregunta, ya estoy yo con la mano levantada me sepa o no me sepa la respuesta. Hablo con todo el mundo, soy un niño sin vida interior.
Pero ahora, en mitad del verano, con Carabanchel desierto, Mostaza es el único niño con el que yo puedo jugar.
-¿Por qué nunca vienes al Parque del Ahorcado con nosotros?
-No me acerco porque tú eres de la panda de Yihad y Yihad se chulea de mí continuamente y vosotros le reís la gracia.
Le tuve que decir que Yihad también se chuleaba de mí y que no era vedad que yo le riera las gracias. Mentía. Seguramente Mostaza tenía razón. Como Yihad siempre se está metiendo conmigo, la verdad es que me alegra que de repente se ponga chulito con otro. Es humano. Y también es horrible. Me puse colorado por dentro, que es una modalidad que yo tengo para que no se note.
-Bueno, ahora que no está Yihad podemos hacer una panda –le dije yo, para romper la tensión ambiental-. Somos tres contando al Imbécil.
-No, somos cuatro.
En su diminuta habitación estaba su hermana pequeña, Melani, que sería de la edad del Imbécil.
-Mola –le dije yo.
Dejamos a los pequeños jugando a los Legos, y Mostaza preparó para nosotros dos supercolacaos y nos hartamos de comer chocopripis. Molaba un pegote su casa diminuta.
-No tienes que hacerle caso al chulo de Yihad –le estaba cogiendo gusto a eso de dar consejos-, mi abuelo dice que llegará un día en que yo le daré capones con la barbilla. Tú lo tendrás más fácil; como serás un cantante famoso, ni el más macarra se podrá meter contigo. A lo mejor Yihad se arrodilla un día y te dice: “Mostaza, Mostaza, perdóname por todo lo que hice y déjame llevarte la guitarra, que estoy en el paro.”
Mostaza se partió de risa con la idea.
-Antes de ser famoso cantando, me voy a hacer dentista.
Nunca se me hubiera ocurrido elegir esa profesión. A mí los dientes de la gente a veces me dan mucho asco; pero Mostaza tenía sus razones:
-Así podré pagarme el aparato que me hace falta y tener dinero para que mi madre se arregle las muelas que tiene picadas.
Mostaza abrió la boca para que le viera los dientes de delante un poco salidos.
-Yo de mayor –le dije- me quitaré las gafas y me pondré unas lentillas azules.
-Mola –dijo Mostaza-. También te puedes hacer oculista, y te arreglas lo de las lentillas.
-Ya, pero es que desde hace un mes quiero ser un actor bastante famoso internacionalmente.
-Bueno, te puedes hacer primero oculista y cuando ya tengas tus lentillas graduadas azules, te buscas trabajo como actor. Es mucho más fácil que te den trabajo como actor internacional si te presentas con los ojos azules que con los marrones que tenemos nosotros, que son unos ojos que no van a ninguna parte.
-Chachi. –Me gusta la idea.
Mostaza tenía soluciones prácticas para todo y no había nada en que no estuviéramos de acuerdo. Me di cuenta de que nos estábamos haciendo amigos de toda la vida. De repente oímos unos gritos estremecedores. Venían de la habitación. Fuimos corriendo. El Imbécil y la hermana de Mostaza se tenían el uno al otro cogidos de los pelos. Los dos estaban rojos y los dos gritaban. Mostaza agarró a su hermana por la espalda y yo al Imbécil. Nos costó mucho separarlos. Por fin pudimos. Cuando al fin lo logramos, cada uno de los dos enanos tenía un manojo de pelos del otro en la mano. Se quedaron mirando con mucho odio y jadeando.
-Al nene le ha hecho mucho daño ésa –dijo el Imbécil, y se echó a llorar en mis brazos.
-Me estaba matando –dijo Melani, y también se echó a llorar en los brazos de su hermano.
Nos costó mucho que volvieran a jugar juntos. Tuvimos que quedarnos a vigilar, porque de vez en cuando se les escapaba un tortazo mortal y volvían a la carga.
-La mía tiene una mano muy larga –dijo entonces Mostaza.
-El mío es muy caprichitos. Es que está muy malcriado –dije yo.
Cuando nos despedimos, les obligamos a que se dieran un beso. Los dos sabíamos que nuestros terribles alumnos tendrían que llevarse bien quisieran o no quisieran porque iban a pasar muchísimas tardes juntos.
Antes de irnos le dije a Mostaza:
-¿Le harás una dentadura nueva a mi abuelo para que no se le descoloque?
-Fijo que sí.
-Mañana en el Ahorcado a las cuatro. Mi abuelo os puede comprar un helado. Como cobra una pensión tan pequeña, se la gasta toda en helados y cosas así.
-Qué Morrazo –dijo Mostaza.
Luego se asomó a la ventana de su piso bajo diminuto para decirnos adiós.
-Tendré que llevarme a la Melani, porque mi madre no vuelve hasta las seis.
-Y yo al Imbécil, porque mi madre no puede vivir sin echarse la siesta.
¿Cómo podía haber estado yo tres años en la misma clase sin haberme hecho amigo íntimo de Mostaza? Seguramente porque Yihad no le había dejado nunca acercarse. Carabanchel sin Yihad molaba muchísimo más. El Orejones era mi mejor amigo, claro, pero no le importaba traicionarme a la primera de cambio. Además, me había dejado solo y tirado todo el verano; ni tan siquiera me había invitado a ir a Carcagente, sabiendo como sabía que mis padres no tenían dinero este verano para llevarnos a ningún sitio de veraneo.
Por mí se podían quedar todos mis amigos por ahí de vacaciones para siempre. Sin moverme de mi barrio me había echado un amigo de toda la vida.

Elvira Lindo. ¡Cómo molo! Ed. Seix Barral

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
Hoy vamos a ver y a escuchar a dos personas que, sobre todo, son amigos. Buenos amigos. En la primera página tienes a la autora de Manolito Gafotas, Elvira Lindo. En la segunda, tienes a Emilio Urberuaga, el ilustrador que ha dado una imagen, esa que todos tenemos en nuestra mente, de Manolito y de todos los personajes de los libros de Elvira.

Y aquí, el nacimiento de un personaje.

Los personajes en las obras de Manolito Gafotas:

Madre de Manolito. Orejones (Ore) López. Yihad. El abuelo Nicolás Moreno. Manolo García: Es el padre de Manolito, uno de los protagonistas de «Manolito on the road». Susana Bragas-Sucias. Paquito Medina. Jessica la ex-gorda. Arturo Román. Mostaza. Melani. La Luisa. Bernabé. Sita Asunción. Melody Martínez (MM). Señor Solís.

Puedes leer cómo es cada uno, en esta página.

En el texto de hoy, nos encontramos, en las primeras líneas que hemos seleccionado del libro ¡Cómo molo!, una situación escolar especial: es el final de un curso. Momento perfecto para hacer una recopilación del quiénes somos, cómo somos y dónde estamos. Surgen ahora esos amigos que antes ni existían. Hoy, por ejemplo, nos enteramos de quién era Mostaza. Dice Manolito: “¿Cómo podía haber estado yo tres años en la misma clase sin haberme hecho amigo íntimo de Mostaza?”

Este es un maravilloso encuentro para Manolito. Nos permite conocer su intimidad, lo que de verdad siente por la amistad, la importancia que da a la “traición” del amigo Orejones, a quien tanto consideraba. Pero todo se desmoronó. Porque Orejones, que sabía de él mucho más que Mostaza, que hasta le contó que sus padres no tenían dinero, para ir a ningún sitio de veraneo, ni siquiera lo invitó a ir a Carcagente. Pero aquí surge el gran Manolito, ese que es capaz de hacer de la necesidad virtud. ¿Se puede pedir más a un lugar de vida, a ese barrio de Madrid, que es Carabanchel Alto, donde hay de todo y hasta se puede echar uno un amigo de toda la vida?

También en las primeras líneas del texto, Manolito nos dice algo importante: sabe cómo cantan el tenor Pavarotti y el antiguo cantante Joselito, que quizá no conozcas, porque hace muchos, muchísimos años de eso. Quizá su madre o su padre o su abuelo lo conocieran. Y los tuyos. Todos los finales de curso Mostaza canta una canción. Canta mejor que Joselito y que Tutto Pavarotti. Lo que parece que no gusta mucho a Manolo. A ver qué te parecen a ti. ¿Estás de acuerdo con él? De todas formas, dinos cuál te gusta más de los dos y qué cantante crees que era de más calidad?

 Palabra magica

Hoy la palabra mágica es Gafotas. Sí, la palabra que va unida a Manolito, el protagonista de la historia. Pero ¿sabes qué tipo de palabra es Gafotas? De las siguientes definiciones, elige la que tú creas que corresponde a estas dos palabras: Gafotas y Orejones.

1.- Son dos nombres que nos indican el país de donde vienen esos dos personajes.
2.- Gafotas y Orejones son los apellidos de esas dos personas.
3.- Son dos motes. Mote es el sobrenombre que se da a una persona, que lo caracteriza y hace distinto a otros.
4.-Son los sobrenombres que se ponía a los hermanos gemelos, en esa ciudad.
5.- 5)   Son dos personajes de la película Blancanieves y los siete enanitos.

(La respuesta correcta es la 3. Son dos motes.)

Cuentame
Para esta lectura, antes de empezar a contarnos cosas, te vamos a hacer unas preguntas muy importantes, que deberás responder como en los juicios: diciendo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

¿Estás dispuesta o dispuesto a contarnos tus cosas muy personales: lo que más te gusta, lo que menos, tus personas más queridas y lo contrario, las menos queridas, los sitios donde más te gusta ir y los que menos, cómo son tu amiga o amigo más queridos? ¿Tienes secretos terribles, que nunca contarás a nadie? ¿Utilizas internet para comunicarte mejor con la gente? ¿Te fías de lo que consigues ver o prefieres otras maneras de informarte? ¿Cuál ha sido el chasco más grande que te has llevado? ¿Y la mayor alegría al saber que esa amiga o ese amigo eran de verdad amigos íntimos, como Manolito y el Orejones? ¿A quién recurrirías si tienes un problema muy importante?

En cualquier caso, gracias por tu colaboración y tu trabajo. Sólo deseamos que seas feliz y que tengas muchísima suerte en eso que tanto te interesa.

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Elvira Lindo

Elvira Lindo nació en Cádiz (España) el 23 de enero de 1962 y se trasladó con su familia a Madrid a los doce años.
Comenzó trabajando como periodista en Radio 3 en 1981 y posteriormente estuvo en la cadena SER y en Radio 1. También ha realizado guiones para TVE y Tele 5. En su paso por la radio participó en programas muy variados, desde informativos hasta programas musicales.
Su personaje literario más importante, “Manolito Gafotas”, cobró vida en la radio a través de guiones escritos e interpretados por la propia autora. Posteriormente pasó a ser literatura escrita y también ha sido llevado al cine.

Nuestro observatorio

Más información sobre la autora en Canal Lector y en su web

Bibliografía

Libros en Canal Lector sobre Elvira Lindo y en su página web