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El menino. Ricardo Lísias. Editorial OQO (Recomendado: 17 años)

10 Jul

mantadeestrellas

El menino había despertado al abrir el día, pero no se había movido para no despertar a los otros. Se levantó, con cuidado de no apoyarse en nadie, y salió del túnel, andando hacia la plaza, donde podría encontrar algo de comer. Quería llegar a la iglesia preparado para las clases, así no perdería tiempo. Tras un bidón de basura encontró un trozo de bocadillo, aún blando y, ¡qué bien!, sin parte verde.
Buscó más, pero como no encontró, decidió ir a la iglesia. Si había alguna mujer en la cocina, podría comer mientras el padre estaba en misa. Esperó sentado tras la ventana mayor, ansioso por empezar.
No quiere perder tiempo; cuanto más rápido aprenda, antes podrá mandar la carta a mamá y comprar casa.
No sabe cómo será, pero seguro que diferente a la que tenían. No era buena, de madera vieja y con el colchón en el suelo de tierra. Cuando llovía, era penoso; todo se llenaba de barro y se ensuciaba.
Su papá se alteraba, empezaba a gritar y les pegaba.
Después salía a la lluvia y mamá detrás. Eran días horrorosos; el menino se quedaba solo y, a veces, aparecían luces y ruidos del cielo.
Su casa va a ser distinta, con ladrillos y todo; tendrá una puerta para que no entren los bichos, muchos grifos y una bañera grande. Como va a aprender a leer y escribir, tendrá una cama para dormir; debe de ser genial. Sobre todo, será una casa con un suelo de verdad, porque si no, todo se convierte en lodo.
El padre tardó. Cuando apareció, el menino, feliz, fue a comer algo a la cocina con él. Se sentaron en la mesa grande, la que tiene el niño Jesús en medio, y el padre dijo que era importante la manera de coger el lápiz. El menino pensaba que sabía, pero estaba equivocado; era más difícil de lo que parecía.
El lápiz tiene que estar afilado y no puede ser pequeño para no machacar los dedos. Debe cogerse con el dedo gordo y con el de al lado, apoyando en un tercero. Esa parte fue difícil y tuvo que inventarlo varias veces; pero el lápiz resbalaba al apretar sobre el papel.
Como no conseguía cogerlo bien, el padre inventó algunos ejercicios para que se acostumbrara. Así pasaron la mañana: el padre intentando enseñarle a cogerlo y el menino practicando, haciendo ceros y ondas en el cuaderno.
A la hora de comer, el padre le dijo que tenía que marcharse porque iba a salir, pero que no se desanimara, que todo marchaba bien.
El menino estaba fastidiado y, mientras buscaba a los otros, pensaba que haciendo ondas y rayas nunca iba a aprender a leer y escribir. Como no los encontró, excepto al que un día se cayó de la estatua, decidió ir a jugar a la laza. Pero cuando estaba llegando, tuvo una idea mejor: buscó un palito parecido a un lápiz y practicó en la arena, para volver a la iglesia mejor preparado.
De noche, la furgoneta trajo mucha sopa. El menino comió dos platos: si por la mañana no encontrara nada de comer, ya tendría la barriga llena. Algunos mendigos también tomaron sopa, pero anduvieron peleando con los niños; por eso no les gustan, siempre acaban quitándoles la sopa. Esa noche durmió delante de la tienda. No soñó; ¡a ver si es que el suelo estaba duro y frío! Se puso nervioso antes de acostarse: alguien le había robado la manta roja. Por la mañana, para despertar, estiró los brazos e hizo ruido con la boca. Antes de ir a la iglesia, los niños le preguntaron adónde iba, pero no quiso hablar porque, si ellos también fueran a aprender, armarían jaleo.
Los niños le pidieron que se quedara, pero no quiso; les dijo que iba a la avenida. Cuando llegó a la iglesia, el padre había acabado la misa y estaba sentado a la mesa, leyendo el libro de tapa negra.
El padre encontró el cuaderno entre montañas de papeles, lo llamó para que se sentara y le preguntó si ya estaba acostumbrado al lápiz; y también qué quería escribir. El menino le respondió que el nombre, para poder mandar una carta a mamá. Al padre le pareció bien y decidió enseñarle letra a letra.
En cuanto hiciera bien la primera, pasaría a la segunda y a las otras.
En la parte de arriba de la hoja, el padre escribió el modelo.
Al principio fue difícil porque la letra era muy redonda y había que hacer tres curvas hacia arriba, hasta la mitad de la línea.
Una manera de aprender, dijo el padre, era practicando, hasta cansar la mano; así no se olvidaría.
A la hora de irse, el menino le pidió el papel con las letras escritas, para practicar en el suelo de la plaza.
El padre arrancó la hoja y se la dio; lástima que le dijo que no volviera en dos días, que no iba a estar.
Cuando salió de la iglesia, corrió hacia la plaza, pero no encontró el palito que había usado el día anterior y buscó otro. Alguien había pisado en el rincón que hacía de cuaderno y tuvo que volver a preparar la tierra. Más tarde recordó que no le había preguntado al padre el nombre de la letra; no sabía cómo sonaba, y de nada le serviría aprender a escribir sin aprender a leer. Entonces corrió junto al hombre del puesto de naranjas y le enseñó el papel para que le dijera el nombre de la letra. Tampoco sabía, y lo mandó junto al vendedor de periódicos; siempre lee revistas y debe de ser inteligente, y tan bueno es que da periódicos a los niños para que se tapen cuando hace frío.
El hombre cogió el papel y dijo que era la eme. De vuelta a la plaza, el menino repitió muchas veces el nombre para no olvidarlo.
Con el palito, hizo las tres curvas hacia arriba; en la siguiente clase, le saldría mejor.

Ricardo Lísias. Manta de estrellas.  Ed. OQO

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto
El autor no nos dice en qué ciudad de Brasil despierta nuestro protagonista, el menino, al abrir el día. Lo que nos cuenta es la historia real de un niño en Brasil. Puede que fuera en alguna de estas ciudades, que son de las más grandes de ese país: Sao Paulo, con más de 11 millones de habitantes;  Río de Janeiro, con poco más de seis millones de habitantes son las dos ciudades más pobladas de Brasil. Además de estas, hay otras ciudades importantes y muy pobladas, como por ejemplo Belo Horizonte, con casi tres millones de habitantes; Fortaleza, con dos millones y medio; Salvador y Brasilia, con poco más de dos millones de habitantes.

No sabemos la ciudad exactamente, pero sí leemos lo primero que hace en el día. Andar con cuidado para no despertar a los otros. Salir, porque quería comer algo. Tenía hambre. Hubo un poco de suerte y consiguió un trozo de bocadillo, detrás del cubo de basura.

A partir de aquí, sólo hay una idea clave para el menino: lo más importante en su vida es aprender. Todo se solucionará si él aprende: podrá escribir a mamá, tener una casa nueva con una cama para dormir, un suelo de verdad…, y tantas cosas.

Vemos ahora una información sobre los niños en este país: Brasil. Son enlaces donde aparece una realidad que existe. No es una ficción, una historia:

Alguno, como el próximo (del Proyecto Humanidad), están en portugués, pero fácilmente comprensible.

Y dejamos para el final, ilusionados y para salir con espíritu de esperanza en un futuro mejor, un reportaje titulado Cambiar las pistolas por guitarras. Eso es lo que pretende un taller de música en Brasil que vimos en La Sexta Televisión.

Y has oído ahora, cómo los petardos avisan de que la policía va a entrar en la favela. Aunque los niños siguen tocando la guitarra. Aquí tienes un reportaje de cómo es una favela y de lo que hace la gente para reciclar las basuras. Al final, han conseguido que la basura se ¡convierta en luz!, para miles de personas.

Palabra magica
Hoy la palabra mágica es sopa. ¿Te gusta la sopa? A los meninos de Brasil les gusta y mucho. Pueden llevarse algo a la boca para combatir el hambre. Pero hay una niña, con un nombre que seguro conoces, que odia la sopa. Es Mafalda. Un personaje creado hace ya muchos años, por un maravilloso autor: Quino. Este es su sitio oficial.

Mafalda es símbolo de libertad y de los derechos del niño. Además de no gustarle la sopa, tampoco soporta la injusticia, la guerra, la violencia y el racismo. Cuando Quino la creó, a Mafalda le gustaría trabajar en la ONU de mayor, para ayudar al mundo. ¿Sabes cuáles son los derechos del niño? Busca en internet y dinos qué página te resulta más informativa sobre este tema.

Las reflexiones que plantea Mafalda y los valores que enseña son buenas razones para leer sus tiras cómicas tú sola o solo, con gente amiga o en familia. Que las disfrutes.

Cuentame
La historia de Mafalda es una tira cómica. Se llaman tiras cómicas las historietas que tienen dibujos y textos a los que hacen referencia. En esta página de Google verás diferentes tiras cómicas.

Cuéntanos si has leído alguna o varias. ¿Cuál te gusta más? ¿De qué tema prefieres que traten las historietas? ¿Conoces a algún autor o autora de historietas? Y qué me dices de los dibujos: ¿te gustan los de Mafalda,  los de Garfield…?

Por si te apetece, aquí encontrarás información sobre este tipo de publicaciones.

Autor

Ricardo Lísias

Nació en Sao Paulo (Brasil) en 1975.  Su abuelo era un inmigrante libanés. En su casa disfrutó de una buena biblioteca.  Leyó temprano influenciado por su madre. Licenciado en Letras por la Unicamp (Universidad Estal de Campinas), realizó un Máster en Teoría de la Literatura. Ha recibido varios premios.

 
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