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Pippi Calzaslargas. Astrid Lindgren. Editorial Blackie Books (Recomendado: 9-11 años)

29 May

pippi
Tommy y Annika habían anunciado a la profesora que iba a llegar una nueva alumna llamada Pippi Calzaslargas. La profesora había oído hablar de Pippi a la gente del pueblo, y, como era muy amable y simpática, decidió hacer cuanto fuera necesario para que Pippi se sintiera en el colegio como en su propia casa.
Pippi se dejó caer en el primer asiento que encontró libre, sin que nadie la hubiera invitado a sentarse; pero la profesora no hizo caso de sus toscos modales y le dijo cariñosamente:
-Bienvenida a la escuela, Pippi. Deseo que estés a gusto aquí y que aprendas mucho.
-Estoy segura de que aprenderé. Y supongo que tendré vacaciones por Navidad, pues he venido por eso. ¡La justicia ante todo!
-Si quieres darme tu nombre y apellidos, te matricularé –dijo la profesora.
-Me llamo Pippilotta Delicatessa Windowshade Mackrelmint y soy hija del capitán de barco Efraín Calzaslargas, que fue el rey de los mares y hoy es el rey de los caníbales. Pippi es la abreviatura de Pippilota, nombre que, según mi padre, resultaba demasiado largo.
-Tu padre tenía razón –dijo la profesora-. Bien, pues también nosotros te llamaremos Pippi… Ahora conviene que te haga un pequeño examen para ver qué es lo que sabes. Supongo que sabrás bastante, pues ya eres una niña mayor. Empecemos por la aritmética. ¿Puedes decirme cuántos son siete y cinco?
Pippi se quedó sorprendida y contrariada a la vez. Al fin contestó:
-Si tú no lo sabes, no esperes que te lo diga yo.
Todos los alumnos miraron a Pippi con una expresión de horror. La profesora le dijo que en la escuela no se contestaba así, y que a la profesora no se le hablaba de tú, sino de usted.
-Lo siento mucho –se excusó Pippi-. No lo sabía. No lo volveré a hacer.
-Eso espero –dijo la profesora-. Y ahora te diré que siete y cinco son doce.
-¡Ah! –exclamó Pippi-. ¿Con que lo sabías? Entonces, ¿por qué me lo has preguntado? ¡Oh! ¡Qué cabezota soy! ¡Ya he vuelto a tutearla! Perdóneme.
Y Pippi se dio un fuerte pellizco en una oreja.
La profesora decidió no dar ninguna importancia a la cosa.
-Ahora dime: ¿cuántos te parece que son ocho y cuatro?
-Pues… alrededor de sesenta y siete.
-No –rectificó la profesora-; ocho y cuatro son doce.
-¡Eh, eh, buena mujer! ¡Esto ya es demasiado! Usted misma ha dicho hace un momento que doce eran siete y cinco, y no ocho y cuatro. Hay que tener un poco de formalidad, y más aún en la escuela. Si sabes tanto de esas cosas, ¿por qué no te vas a un rincón a contar y nos dejas tranquilos a nosotros, para que podamos jugar al escondite? ¡Oh, perdone! ¡Otra vez la he tuteado!
Pippi estaba sinceramente consternada. Continuó:
-Le suplico que me vuelva a perdonar. Ya verá como es la última vez.
La profesora le dijo que la perdonaba; pero juzgó que no era conveniente seguir enseñando aritmética a Pippi y empezó a preguntar a los demás niños.
-Tommy, a ver si contestas a esta pregunta: si Lisa tiene siete manzanas y Axel nueve, ¿cuántas manzanas tendrán entre los dos?
-¡Anda, Tommy, contesta! –intervino Pippi-. Y, al mismo tiempo, responde a esta otra pregunta: si a Lisa le duele el estómago una vez y a Axel le duele varias veces, ¿quién es el culpable y de dónde han cogido las manzanas?
La profesora fingió no haberla oído y se volvió hacia Annika.
-Y ahora, Annika, este problema para ti: Gustavo fue de excursión con todos los alumnos de su colegio; al salir tenía once monedas de diez céntimos, y al regresar, siete. ¿Cuántas monedas había gastado?
-También a mí me gustaría saberlo –dijo Pippi-. Además, quisiera saber por qué era tan despilfarrador, y si se había lavado las orejas por detrás antes de salir de casa.
La profesora decidió dar por terminada la clase de aritmética. Se dijo que a Pippi quizá le interesaría más aprender a leer. Y sacó un cuadro en el que veía una islita preciosa, de color verde y rodeada de un mar azul. Suspendida sobre la isla había una “i”.
-¡Qué cosa tan rara! –exclamó Pippi-. Esa letra es una rayita sobre la que ha soltado algo una mosca. Me gustaría saber qué tienen que ver las islas con lo que sueltan las moscas.
La profesora sacó otro cuadro que representaba una serpiente enroscada. Explicó a Pippi que la letra que había sobre la serpiente era la “s”.
-¡A propósito! –exclamó Pippi-. Nunca podré olvidar una lucha que sostuve con una serpiente gigante en la India. ¿De modo que esa letra es la “s”? ¡Qué interesante!
La profesora que ya empezaba a considerarla como una niña escandalosa y molesta, decidió dedicar un rato al dibujo. Pippi estaría sentada y quieta mientras dibujaba. Creyéndolo así, la profesora repartió hojas de papel y lápices entre los alumnos.
-Podéis dibujar lo que queráis –les dijo.
Y sentándose a su mesa, empezó a corregir cuadernos. Un momento después levantó la cabeza para echar una ojeada a los alumnos. Todos, desde sus asientos, miraban a Pippi, que estaba echada sobre el pupitre y dibujaba con gran alegría.
-¡Pero, Pippi! –exclamó la profesora, empezando a perder la paciencia-. ¿Por qué no dibujas en el papel?
-Hace tiempo que no dibujo en papeles. No hay espacio para mi caballo en esa mísera hoja. Ahora estoy dibujando las patas delanteras; cuando dibuje la cola seguramente llegaré al pasillo.
La profesora reflexionó un momento, visiblemente preocupada.
-¿Preferiríais cantar? –preguntó.
Todos los niños se pusieron en pie ante sus pupitres; todos menos Pippi, que seguía echada sobre el suyo.
-Ya podéis empezar a cantar –dijo la niña-. Yo voy a descansar un poco. El exceso de estudio puede acabar con la salud de la persona más robusta.
La paciencia de la profesora llegó con esto a su fin, y envió a los niños al patio; a Pippi le dijo que no saliera, que quería hablar con ella.
Cuando en la sala quedaron únicamente la profesora y Pippi, esta se puso en pie y se acercó a la mesa.
-¿Sabes… -empezó a decir, pero enseguida rectificó-, sabe usted que he pasado un buen rato viendo todo esto? Pero me parece que no volveré, a pesar de las vacaciones de Navidad. Hay demasiadas manzanas, islas y serpientes y todas esas cosas. La cabeza me da vueltas. No está disgustada conmigo, ¿verdad?
Pero la profesora dijo que sí estaba disgustada; que Pippi no quería portarse bien, y que a ninguna niña que se portase tan mal como ella se le permitiría entrar en la escuela, por mucho que lo deseara.
-¿Me he portado mal? –dijo Pippi, extrañada-. Pues no me he dado cuenta –añadió tristemente.
Nadie podía ponerse tan trágico como se ponía Pippi cuando tenía algún pesar. Permaneció en silencio unos instantes y luego dijo con voz trémula:
-Comprenda usted que cuando una tiene por madre un ángel y por padre un rey de caníbales, y se ha pasado la vida navegando, no puede saber cómo debe portarse en el colegio, entre tantas manzanas y serpientes.
La profesora le contestó entonces que lo comprendía muy bien, que ya no estaba disgustada con ella y que quizá le permitiría volver a la escuela cuando fuese mayor. Y Pippi exclamó radiante de alegría:
-¡Es usted la mar de simpática! ¡Mire lo que le traigo!
Pippi sacó del bolsillo una cadena de oro fino y la depositó en la mesa. La profesora dijo que no podía aceptar un regalo tan valioso, pero Pippi la amenazó:
-Tiene usted que aceptarlo. Si no, volveré mañana, y ya verá la que armo.
Dicho esto, salió al patio corriendo y montó de un salto en su caballo.

Astrid Lindgren. Pippi Calzaslargas. Todas las historias. Editorial Blackie Books

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Quienes hemos estado, durante años, dando clase a un mismo curso escolar, sabemos lo que significa la llegada de alguien nuevo. De una u otra manera, docentes, compañeras y compañeros se hacen un perfil especial de quien llega. Todo el mundo en el centro sabe cómo es, de dónde viene, cómo son sus padres, incluso dónde vive, qué aptitudes tiene para el deporte, para la relación, sus gustos y preferencias, con quién se relaciona y todo eso que Tommy y Annika anunciaron a la profesora de la alumna que iba a llegar: Pippi Calzaslargas. Y cuando se lean estas líneas, puede que haga ya unos meses que eso pasó. Esto significará que, en otros pocos, empezará un nuevo curso y volverán a aparecer, con personajes diferentes, las situaciones habituales. Es un tren, con distintos viajeros, que recorrerá las estaciones de la ilusión, de la innovación de la relación, de la vida, al fin y al cabo.

Palabra magica
La palabra mágica hoy es tutear. Pippi tuvo muchos problemas el primer día, porque ella estaba acostumbrada a tratar a la gente de . Eso es tutear. Pero en el caso de personas que conocemos menos y tenemos que dirigirnos a ellas, por respeto utilizamos usted. En el texto que has leído, a la profesora no se le hablaba de tú, sino de usted. Eso son normas, reglas, obligaciones que hay en diferentes lugares. De los siguientes casos, di cuándo utilizas el tú y cuándo el usted.

Te encuentras, en la escalera, a una amiga que vive en el primer piso:

La trato de usted                                 La trato de tú

Te encuentras, por la calle, a un señor. Es compañero de tu madre:

Lo trato de usted                                 Lo trato de tú

Vas al médico, para explicarle que te duele el estómago:

Lo trato de usted                                 Lo trato de tú

Ves a un agente de policía y le preguntas dónde está una calle:

Lo trato de usted                                 Lo trato de tú

Si hacemos clic en el dibujo que hay arriba, a la derecha, encontraremos una amplísima relación de lo que los expertos llaman Actos de palabra o Actos de habla.

Sólo a título informativo para la mediadora o el mediador, según Austin (filósofo británico que falleció en 1960), al producir un acto de habla, se activan simultáneamente tres dimensiones:
Acto fónico (emitimos sonidos)
Acto fático (emitimos palabras con una secuencia gramatical determinada)
Acto rético o del significado (emitimos las secuencias gramaticales con un sentido determinado).

Cuentame
¿Ha llegado alguien nuevo, últimamente, a tu clase? ¿Compañeras, compañeros, profesoras, profesores?    ¿Qué le ha parecido la clase a la nueva o al nuevo? ¿Has hecho ya amistad? ¿Hay alguien que se parezca a Pippi Calzaslargas? Fíjate, sobre todo, en su pelo, con ese precioso color de zanahoria.

Y por si no conoces a este personaje, aquí tienes algunos fragmentos de la película que, hace bastantes años, tuvo un éxito enorme. En el mundo entero, casi no había niñas o niños que se perdieran las cosas que hacía Pippi. Era muy, muy divertida.

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Astrid Lindgren

Nació en Vimmerby, el 14 de noviembre de 1907 y murió en Estocolmo el 28 de enero de 2002 (Suecia).
Hija de campesinos, tuvo una infancia feliz. Le gustaba bailar la danza popular y le volvía loca el jazz. Trabajó en una oficina.  Relataba cuentos de Pippi a su hijo, después los escribió y los mandó a una editorial, esta los rechazó al principio pero los publicó años más tarde.
Fue una defensora de los animales. Escribió más de 100 obras pero la que le dio la fama fue la de Pippi Calzaslargas.
En 1958 recibió el premio Hans Christian Andersen.

 

Nuestro observatorio

Se pueden consultar más datos biográficos sobre la autora en varias páginas dedicadas a Astrid Lindgren.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de la autora tomada de Canal Lector.