Yo tenía diez perritos,
uno se perdió en la nieve:
solo me quedaron 9.
De los nueve que tenía,
uno se tragó un bizcocho:
no me quedan más que 8.
De los ocho que tenía,
uno se llenó de fiebre:
solo me quedaron 7.
De los siete que tenía,
a uno se lo llevó el rey:
no me quedan más que 6.
De los seis que me quedaban,
a uno le pilló un triciclo:
solo me quedaron 5.
De los cinco que tenía,
uno se cayó en un charco:
no me quedan más que 4
De los cuatro que tenía,
uno se volvió al revés:
solo me quedaron 3.
De los tres que me quedaban,
a uno le atacó la tos:
ya solo me quedan 2.
De los dos que yo tenía,
uno se murió de un susto:
¡ay, que solo queda 1!
El perro que me quedaba
se perdió detrás de un cerro.
Ya no tengo ningún perro.
José Mª Plaza (Recopilador). Zoo vivo. Poemas con animales. Editorial Edebé
Propuestas para mediadoras y mediadores
RECURSOS
Disponemos, con esta canción, de la posibilidad de acercarnos al vocabulario. ¿Consideramos que es una cosa normal, habitual, corriente, tener diez perritos? Eso sucede en la literatura popular. Podemos jugar, con los versos; no es una locura pensar en las sílabas, por ejemplo, contando nosotros con las manos y marcando con los dedos, en voz alta (también es muy frecuente, marcar con palmadas. Eso es a gusto de la usuaria o del usuario). Yo/te/ní/a/diez/pe/rri/tos. Sí, vamos diciendo, después, señalando claramente con los dedos, y contando, en alto, toda la clase: uno/dos/tres/cuatro/cinco/seis/siete y… ¡Ocho! Nos acercamos, sin ninguna dificultad y sin siquiera mencionar el concepto de sílaba, al verso octosílabo. Como realizamos diferentes sinalefas (y naturalmente ni siquiera lo comentaremos), si los niños consiguen saber que en algunos versos hay siete, en lugar de ocho sílabas, ¡estupendo! Conseguirán un reconfortante hallazgo, que los situará en el descubrimiento de sus posibilidades léxicas y matemáticas.
Y seguimos jugando. Vamos a pensar en algo que sea más fácil que tener diez perritos. Volvemos a sacar nuestra mano en alto, porque vamos a contar. Pe/rri/tos. ¡Sí! ¡Hemos sacado tres dedos!
Ahora, vamos a buscar casi un secreto. Tenemos que encontrar una palabra de animal, que tenga también tres dedos, cuando la decimos.
(Puede haber una cantidad importante de nombres de animales, por lo que tendremos que estar muy pendientes de que sean animales y, también, de que al pronunciarlos nos salgan los tres dedos –tres sílabas-. Por ejemplo, pa/ti/tos. Contamos y “son tres dedos”. Nos valdrían: gatitos, monitos, toritos, cabritos, etc. Lo que hay que hacer, les diremos a la clase, es que terminen igual que perritos. ¿Cuántos animalitos seremos capaces de encontrar?
Hoy la palabra mágica es perder. Palabra muy dramática en las edades tempranas, y que tan recordada es por los adultos que acompañan a niñas y a niños. La hemos leído dos veces en la poesía. En el verso dos: ¿dónde se pierde el primer perrito?
Respuesta: se perdió en la nieve.
Y al final, en el verso veintinueve, ¿dónde se perdió el último perrito?
Respuesta: se perdió detrás de un cerro.
Una cosa. ¿Tienes en casa una mascota? Si la tienes, cuéntanos qué es. ¿Se te ha perdido alguna vez? Si no la tienes, podías contarnos si te gustaría tener una, que viviera contigo. ¿Cuál te gustaría más? ¿Sabes los cuidados que tendrías que tener con tu mascota?
Teo y también Juan y Tolola tienen animales que conviven en su casa con ellos.
Puedes ver, en esta página, lo importante que puede ser, para los animales (y más los abandonados) que alguien los adopte. Seguro que en tu ciudad, en el pueblo donde vives o donde pasas días de descanso, hay alguna sociedad, alguna veterinaria o algún veterinario de profesión, que protege a estos animales desvalidos: perdidos, abandonados, maltratados… No permitas que ningún animal pase una horrible vida. Coméntalo con los mayores y ayúdalos. Te lo agradecerán siempre.
Absurdo, casi imposible, según creemos, es introducirnos en el concepto de autoría de esta (o de otras) poesías del acervo popular. Quizá podamos, eso sí, adentrarnos en: “¿quién canta esta canción u otras? ¿La o las has oído alguna vez: padres, abuelos, tíos, primos, amigos…? ¿Cuándo se cantan esas canciones? ¿Te gustan a ti?
Si consideramos que la actividad pudiera ser participativa y de relaciones interpersonales, podríamos ir avanzando en que niñas y niños consigan otras canciones, poesías o, incluso, en combinación con quien detenta la responsabilidad de la educación física, una actividad como la de la página siguiente, muy adaptable a las canciones o versos infantiles.
Bibliografía:
Libros sobre canciones en Canal Lector
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