Archivo | marzo, 2015

El misterio de la risa (Segunda parte). Pilar Mateos. Editorial Anaya (Recomendado: 7-9 años)

26 Mar

pequenodaviron

¡La risa! Los dos hermanos se miraron con asombro. Jamás habían oído esa palabra. Los davirones no se ríen nunca, y eso es lo único que les falta para ser enteramente felices. Por lo demás, reúnen todas las condiciones de la gente feliz. Son muy generosos y no dejan de jugar aunque se hagan viejos. Son emprendedores (1) y activos a ratos, y muy perezosones (2) en otros momentos. Están convencidos de que todo el mundo dice la verdad y tiene buenas intenciones.
-¿Y qué es la risa?
La pobre abuela no sabía explicárselo.
-No sé cómo deciros.
-¿Es como el sonido de una campana?
-Casi, pero no.
-¿Es como el sol cuando hace culebrillas en el agua?
-Casi, pero no.
-¿Como la rosaleda en verano?
-Casi, pero no.
Los pequeños davirones se quedaron pensando un buen rato.
-¿Como si tuvieras una caja de música en el corazón?
-Casi, casi –dijo la abuela-, pero no.
Debía ser algo tan fantástico que no había manera de expresarlo con palabras; algo mucho más difícil que decir que zangandungo o que prestidigitador. ¿De qué podrían reírse los niños si era tan complicado?
-Los más simples se ríen de los demás. Los que están alegres se ríen con los demás. Los que son inteligentes se ríen de ellos mismos.
-¿Y nosotros por qué no nos reímos?
-Porque no sabemos –dijo la abuela-. Siempre ha sido así.
De pronto los pequeños davirones se volvieron transparentes, de una transparencia absoluta, que es el no color de la tristeza. Era porque acababan de darse cuenta de que les faltaba algo fundamental en la vida y que sin ello no valía la pena deslizarse por un tobogán, ni contar chistes, ni pegarle a un compañero un monigote en la cola. Por eso los chistes que contaban los davirones resultaban tan sosos y nadie les encontraba la gracia.
-¿Nunca podremos reírnos?
-Siempre ha sido así –insistió la abuela-, y ningún davirón se ha quejado por eso. Después de todo, somos bastante felices.
-Pero yo quiero reírme –dijo Davi davirón.
-¿Y cómo? –replicó su hermano-. Para eso hay que saber.
-Pues que te enseñen.
-¿Quién va a enseñarte? –intervino la abuela-. En Davirondalia no hay nadie que sepa reírse. Ni siquiera Davironorio, el sabio, ha conseguido aprender a sonreír. Y eso que conoce cincuenta y dos maneras distintas de tropezar con una piedra.
-Entonces no será tan sabio –refunfuñó Davi-davirón.
Estaba tan transparente, de pura pena, que a través de él se veían las florecitas de las sábanas, y las puntillas blancas de los almohadones manchadas de helado de menta. Pero enseguida empezó a teñirse de azul cielo, cada vez más intenso. Y era que estaba pensando.
-Iré a la ciudad –dijo en voz alta-. Y buscaré un niño para que me enseñe.
-¡Buena idea! –exclamó su hermano.
Y se había puesto rojo de contento. La abuela, en cambio, iba cobrando, poco a poco, un ligero matiz (3) amarillo, porque estaba un tanto asustada.
-No sé, no sé –musitaba- (4). A ver si te va a pasar algo.
-Pero no dijo:
-De ninguna manera.
Que es lo que hubieran dicho los padres.
-¿Qué me va a pasar?
-Qué sé yo. Que te atropelle un semáforo, o que te pierdas dentro de un buzón de correos. Hay muchas cartas que se pierden.
La abuela davirona jamás había estado en la ciudad, por eso tenía las ideas algo confusas. Pero sabía dónde estaba situada porque había estudiado geografía. Y era capaz de señalar en el mapa todos los pueblos de los alrededores, y el lugar exacto donde se fabricaban las figuras de azúcar.
-¿Está muy lejos la ciudad?
-Muy lejos. Atravesando los bosques de castaños y los siete puentes sobre las autopistas. Dejando atrás la fábrica de figuritas de azúcar. Más allá todavía de la estación del tren.
-¿Cuánto se tarda en llegar?
-Bastante. No llegarías antes de la primavera.
Eso que los davirones, ya sabéis, son muy veloces corriendo; más veloces que las ardillas. Gracias a esa cualidad son los primeros en alcanzar el nogueral, sacándoles bastante ventaja, tan pronto como maduran las nueces.
-Mañana, nada más levantarme, me pondré en camino –dijo Davi-davirón-. Conseguiré llegar antes que la primavera.

(1) Emprendedor: quien comienza algo alguna dificultad o peligro.
(2) Perezosones: muy perezosos. Que les cuesta trabajo hacer algo.
(3) Matiz: rasgo poco perceptible.
(4) Musitar: susurrar, hablar en voz muy baja.

El pequeño Davirón. Pilar Mateos. Editorial Anaya.

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Esta vez, con el texto de Pilar Mateos que hemos seleccionado, introducimos una nueva manera de leer. Son dos lecturas (esta y la primera parte, pero un solo texto, aunque dividido en dos partes. Las edades en las que pensamos que el texto (y el libro completo: El pequeño davirón, editado por Anaya) pueden hacer disfrutar a lectoras y a lectores son los siete a nueve años. No son fijas esas edades, por supuesto, como siempre comentamos. Es el conocimiento de la mediadora o del mediador quien va a adjudicar las edades de lectura. Temas, personajes, situaciones, sensaciones, actitudes, juegos, relaciones familiares, etc., se dan cita en una lectura muy apropiada a las edades comprendidas a partir de 7 años.

Si disponemos del libro (en la biblioteca o porque alguien lo tenga en casa, por ejemplo), podemos hacernos una idea de quiénes eran los davirones, por las ilustraciones de Javier Serrano, gran ilustrador de la literatura infantil y juvenil. Si no es así, podemos plantear una actividad relajante, ingeniosa y que dé rienda suelta a la creatividad de los integrantes del grupo.
Texto
Las posibilidades que este texto ofrece son sumamente interesantes y, sobre todo, muy variadas. Podemos elegir, si nos centramos en la edad intermedia de las recomendadas (7-9), es decir, los ocho años, aspectos y cuestiones como las siguientes:

¿En qué se parecen los davirones a gente como nosotros? ¿Podríamos llamarnos davirones? Qué te parece ese nombre: ¿crees que sería posible que a nuestro grupo de amigos y amigas nos llamaran así? ¿Y a gente de nuestra familia?

Vamos a ver, primero, cómo son los davirones y cómo somos nosotros. A lo mejor, de esta manera, llegaríamos a alguna conclusión. Vete pensando, mientras, qué nombre pondrías a ese tipo de gente a la que tú perteneces. Piensa, por ejemplo, dónde viven los davirones. ¿Se parece al lugar donde vives tú? Y cómo es la casa de los davirones: ¿se parece a la tuya? ¿En qué se diferencian?

Cuéntanos cómo es tu familia. Esa con la que vives. ¿Tienes hermanos o hermanas más pequeños? ¿Y mayores? Cuéntanos un secreto. Prometemos que sólo lo vamos a saber tú y nosotros. ¿Eres tú, acaso, el benjamín o la benjamina de la familia? ¿Qué número haces en la familia, después de los mayores?

Y ahora vemos estos dibujos animados:

¿Os parecéis en algo a Jelly y Jamm, amigos para siempre, en la pandilla de tus amigas y amigos? Cuéntanos a quién elegirías como amiga o amigo para siempre. ¿Por qué? ¿Es porque te llevas muy bien o porque haces un deporte en el que ganáis, cuando vais juntos o juntas? ¿O es porque vivís cerca y podéis salir cuando queráis? O porque…
Palabra magica
Hoy la palabra mágica es buhardilla. Ya sabes: ese lugar al que Davi-davirón no quería subir aquella noche. Él quería dormir con la abuela. Normalmente estaban allí, arriba, porque era más fácil jugar a muchas cosas. Pero aquella noche, no. Ese día tenía miedo y lo que quería era dormir con la abuela. ¿Tienes buhardilla en tu casa? Podías contarnos un poco cómo es tu casa y decirnos dónde prefieres estar.
Y después de ver estas casas con buhardillas, una pregunta secreta: ¿crees que si vivieras en una buhardilla te pasaría lo mismo que a Davi-davirón, que tenía miedo?
Cuentame
Antes de que tú nos cuentes cosas de tus amigas y amigos, te proponemos ir a esta página. A ver si conoces el juego que se propone. Es, para que te vayas haciendo una idea, el juego del amigo invisible o amigo secreto. A lo mejor, te pasas un buen rato, divertido y, como el pequeño davirón, consigues reírte un montón.

Nuestra pregunta es muy fácil para ti. ¿Has jugado, alguna vez al amigo invisible? ¿Has sido tú quien ha recibido algún regalo de alguien? ¿Te imaginabas quién podía ser o te pilló completamente de sorpresa? ¿Conocías mucho a tu amiga o amigo invisible? ¿Te gustó el regalo? ¿Cuándo hicisteis la entrega de regalos? ¿Dónde se hizo?

Ahora, podías hacer memoria y recordar el día en que más te has reído. ¿Por qué fue? ¿Te gustaría pasar un día como aquél, el que te tronchaste de risa? Dínoslo, a ver si conseguimos reírnos nosotros. Y gracias, por hacernos pasar un rato fantástico. ¡Hasta las próximas carcajadas!
vNq6
Pilar Mateos
Nace en Valladolid (España) en 1942.
Estudia en las universidades de Valladolid, Salamanca y Madrid.
Ha realizado guiones para cine, radio y televisión. Desde 1980 se dedica exclusivamente a escribir obras para un público infantil y juvenil.

Nuestro observatorio
Se pueden consultar más datos biográficos en su página web

Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros de la autora tomada de Canal Lector y de su web

El misterio de la risa (Primera parte). Pilar Mateos. Editorial Anaya (Recomendado: 7-9 años)

18 Mar

pequenodaviron

Los davironlenses duermen en el interior de los troncos de los árboles. Los escogen de buen tamaño y los tienen muy bien acondicionados, con dos o tres pisos, para que los benjamines no entorpezcan el sueño ligero de los más viejos. Los benjamines suelen dormir en la buhardilla, que es su sitio preferido. Allí pueden organizar guerras de almohadas y jugar al escondite sin que nadie los moleste, y asomarse por arriba, a ver lo que están haciendo los pájaros, si comen o no, y si ya ha nacido la cría rezagada del último huevo.
Esa noche, sin embargo, Davi-davirón no quiso subir a la buhardilla. Dijo que tenía miedo y que quería dormir con la abuela. Y su hermano mayor, que le llevaba un año, puso la misma disculpa.
-Yo tengo miedo –dijo-. Quiero dormir con la abuela.
Y la abuela se apresuró a hacerles un sitio en la cama, porque los tenía muy consentidos y siempre los estaba malcriando. Por si fuera poco, les llevó a escondidas una buena ración de helado de menta que había guardado para el domingo, con lo que se pusieron los dos perdidos de churretes y dejaron las sábanas pringosas. Pero eso no les importó. Los davirones, todo hay que decirlo, son un poco cochinos y no les molesta nada mancharse de barro o de tinta de bolígrafo; mucho menos de helado de menta.
Lo de que tuvieran miedo esa noche era una simple disculpa. Más cierto era que estaban muriéndose de curiosidad y querían preguntarle una cosa a la abuela; a sus padres, no, porque sus padres enseguida les mandaban a buscar la respuesta en el diccionario. Por eso se lo preguntaron a ella.
-¿Es verdad que existen los niños?
Esta abuela davirona era de las más listas del territorio y nunca en su vida había dicho una mentira. Eso que había cumplido ciento setenta años y no le habían faltado oportunidades.
-Es verdad –afirmó-. Los niños existen.
Los dos hermanos se sentaron en la cama, completamente verdes, desde el pelo hasta la cola; porque el color de la curiosidad es verde. Gracias a esa feliz coincidencia no se les notaban los churretes de helado de menta.
-¿Y cómo son?
Las abuelas casi siempre conservan el color original de los davirones, que es canela claro, como ya he dicho, debido a que todo se lo toman con mucha calma, y sólo se alteran cuando alguien les pierde las tijeras de las uñas. Entonces se ponen moradas furiosas.
-Yo los vi un día –dijo tranquilamente- cuando era así, poco mayor que vosotros. Vi tres niños bajando por el río, metidos en una barca.
-¿Tenían ruedas?
-Los que yo vi, no –dijo la abuela.
Se quedó callada un momento y añadió en un susurro.
-Se reían.
-¿Se reían?
Se hizo un silencio tan grande que se oyó rebullir a los pájaros en sus nidos, y el rumor de las hojas creció como una tormenta.
-Y eso qué es?
-Eso es cuando les da la risa-dijo la abuela. (Continuará).

El pequeño Davirón. Pilar Mateos. Editorial Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.
Esta vez, con el texto de Pilar Mateos que hemos seleccionado, introducimos una nueva manera de leer. Son dos lecturas (esta y la segunda parte), pero un solo texto, aunque dividido en dos partes. Las edades en las que pensamos que el texto (y el libro completo: El pequeño davirón, editado por Anaya) pueden hacer disfrutar a lectoras y a lectores son los siete a nueve años. No son fijas esas edades, por supuesto, como siempre comentamos. Es el conocimiento de la mediadora o del mediador quien va a adjudicar las edades de lectura. Temas, personajes, situaciones, sensaciones, actitudes, juegos, relaciones familiares, etc., se dan cita en una lectura muy apropiada a las edades a partir de 7 años.

Si disponemos del libro (en la biblioteca o porque alguien lo tenga en casa, por ejemplo), podemos hacernos una idea de quiénes eran los davirones, por las ilustraciones de Javier Serrano, gran ilustrador de la literatura infantil y juvenil. Si no es así, podemos plantear una actividad relajante, ingeniosa y que dé rienda suelta a la creatividad de los integrantes del grupo.

Invierno. Blas de Otero. Ediciones de la Torre (Recomendado: 16-18 años)

12 Mar

blasdeotero

Ahora desciende el sol al sótano,
con cuidado, suavemente.
Ahora van oscureciéndose las escaleras
del cielo. Encenderemos la lámpara
de la luna.
Ahora un sol amarillo resbala sobre el papel
con un cuidado infinito
de no romperlo ni mancharlo.
Ahora son las cinco y veinticinco de la tarde,
una tarde de invierno
en Madrid.

Blas de Otero. Blas de Otero para niños y niñas… y otros seres curiosos. Ediciones de la Torre

Propuesta para mediadoras y mediadores

Texto
Asistimos a un atardecer. Es el momento en que el poeta mueve la cabeza, atiende con sus ojos a lo que hay alrededor. Ese momento del día en que todo parece que se está yendo. Va descendiendo el sol. Va pasando con cuidado, de forma suave, hasta el sótano. No se percibe ningún sonido en la bajada de la escalera. Al tiempo, arriba, en el cielo, cambia el paisaje. El sol se despide, mientras alguien ocupa el lugar del astro rey. Está el poeta “dentro” de ese paso del tiempo. Dice adiós al que era “jefe” todavía, el sol, mientras se iba resbalando “sobre el papel con un cuidado infinito”.
La luz se apaga y se acaba. Hay que encender una luz. Son las cinco y veinticinco de la tarde. ¿Qué luz enciende el poeta? Elige entre estas respuestas:

  1. Es una luz que alumbra la escalera de su casa, a esa hora.
  2. Cuando se van oscureciendo las escaleras del cielo, es cuando vemos esa lámpara, que es la luna.
  3. En invierno, se produce un fenómeno natural: todo el cielo se ilumina a las cinco de la tarde.

(Solución: respuesta número 2).

Palabra magica
Si echas una ojeada, de nuevo, a la poesía de Blas de Otero, te diremos una intuición de lector. Puede que percibas, como nosotros, en los versos que él nos va diciendo, una palabra. Quizá mejor un concepto. Es la luz. Esa del sol, luego de la luna, por la hora que va llegando: las cinco y veinticinco de la tarde.
Y ahora, intenta conectarte a esta página, pero lee lo que en ella pone, con un aviso anterior. Vamos a comprobar que esa intuición inicial no es un absoluto error. Y serás tú quien nos lo diga.  Podrás decirnos si estás o no de acuerdo en que la luz es, en las palabras de Blas de Otero, algo sobre lo que giran sus líneas. Tanto en el poema que hemos leído, como en las páginas de Fidelidad.

Así pues, consideramos hoy luz, como palabra mágica en lo que hemos leído y visto de lo que escribió el poeta.
Cuentame

Hemos dicho que nuestra palabra mágica de hoy es luz. Pero fíjate también en la importancia de algunas palabras. Por ejemplo, los adverbios. Dice la RAE que son palabras invariables, cuya función consiste en complementar la significación del verbo, de un adjetivo, de otro adverbio y de ciertas secuencias. Hay adverbios de lugar, como aquí, delante, lejos; de tiempo, como hoy, mientras, nunca; de modo, etc. Pero vamos a fijarnos en uno concreto, que el poeta usa para que la lectora o el lector se sitúen perfectamente en el pensamiento del poeta. Es un adverbio de tiempo. ¿Sabrías decirnos cuál utiliza Blas de Otero para situarnos correctamente, en el momento que él recuerda cuando escribe? Como pista, te diremos que te fijes en los versos 1, 3, 6 y 9. Y este último, el noveno verso, hay, además del adverbio de tiempo ahora, una mayor precisión del poeta. Ahora son las cinco y veinticinco de la tarde. ¿Te das cuenta de la importancia que el poeta concede al momento presente, el que está viviendo en ese preciso momento? Por eso emplea el adverbio de tiempo: ahora.

Podías, ayudándote de la poesía del maestro Blas de Otero, decirnos algo tan “simple”, tan “sencillo”, como lo que él nos cuenta, poéticamente. Inténtalo. A lo mejor descubres que te encanta escribir. Y más, poesía. Si no lo intentamos alguna vez, nunca lo sabremos. Aquí tienes algunas ideas.

Empezamos. ¿Que está sucediendo a tu lado? ¿Qué hora es? ¿Qué estás viendo? Miras al cielo y descubres cómo está. ¿Está nublado? ¿Tiene pinta de ir a llover? ¿Hay todavía un poquito de sol? ¿Cuánto crees que te queda, antes de que caiga la noche? La hora exacta, como hace el poeta, nos dará una pista definitiva.
Autor
Blas de Otero

Nació el 15 de marzo de 1916 en Bilbao (España) y murió el 30 de junio de 1979 en Majadahonda, Madrid (España).
Sus primeros estudios fueron en su ciudad natal,  los acaba en Madrid pues la familia tuvo que trasladarse por problemas económicos. Comenzó a estudiar Derecho aunque le costó acabar la carrera porque tenía que trabajar para mantener a su familia, al morir el padre. Siente la vocación de escritor desde muy joven. Colaboró con varios medios. Un viaje a París provoca su transformación, y se convierte en un paladín de la libertad. Viajará por toda España para conocer sus gentes y posteriormente también al extranjero, principalmente a los países de la órbita socialista. Fue uno de los representantes de la poesía social de los años 50.

Nuestro observatorio

Más datos biográficos sobre el autor en la página web de su Fundación.

Bibliografía
Libros y otras publicaciones sobre  Blas de Otero recogidos en la página web de la Fundación que lleva su nombre.

Un indio ciego. Ricardo Gómez Gil. Editorial SM (Recomendado: 11-14 años)

5 Mar

ojo de nube

Un crow ciego era un obstáculo para la tribu, cuando tenía que viajar desde las montañas hacia las praderas, o al revés.                            Tampoco era útil para el poblado un ciego crow cuando la supervivencia diaria dependía de la caza, de la pesca y de la recolección. Ni cuando había que escapar de las amenazas de animales que corrían o se arrastraban por la tierra. O cuando tenían que defenderse de los ataques de otras tribus…
Por eso, entre los crow nadie censuraba al padre o al hijo que abandonaba a un ciego, si este representaba un obstáculo para la vida de la comunidad. Y la persona ciega, cuando era mayor, aceptaba con resignación volver con el Gran Espíritu, porque sabía que ya era un estorbo para la vida de los demás.
Pero la madre de Cazador Silencioso, que había vivido con su hijo durante esas dos semanas y que había sentido cómo su alma se alojaba en su pequeño cuerpo, no quería abandonar a su hijo, a pesar de las advertencias de la abuela Luz Dorada.
Al repetirle que ese niño era un problema para la familia y el resto de la tribu, Abeto Floreciente respondió con energía a su madre:
-Madre, no insistas. ¡Yo seré sus ojos!
Al regresar Arco Certero a la noche siguiente y enterarse de que su hijo era ciego y que no podría cazar con él ni en las praderas ni en las montañas, sintió una tristeza tal que no dijo una sola palabra y se encerró en su tipi.
Pero su mujer envió a sus hijas y a su hijo al cuidado de la abuela y pasó la noche con su marido, consolándole y susurrándole al oído mientras le acariciaba:
-No te preocupes, querido, porque yo seré sus ojos.
A la mañana siguiente, Abeto Floreciente comunicó a su madre, a sus hijas y al resto de las mujeres de la tribu que su hijo se quedaría con ella y que a partir de ese momento el niño se llamaría Ojo de Nube.
Pasaron las semanas y, a excepción de su ceguera, Ojo de Nube creció como un niño sano.
Cuando lloraba, lo hacía con energía. Cuando dormía, lo hacía con placidez. Y las horas en que estaba despierto, producía un ronroneo que parecía una canción: gau-gaugau-gau
Mientras Abeto Floreciente realizaba la recolección en el bosque con otras mujeres, hablaba a su hijo y le contaba cómo era el mundo que esos ojos nunca podrían contemplar:
-Hemos venido a buscar piñas maduras, de las que caen del árbol al suelo antes de que broten las nuevas. Debemos llegar antes de que lo hagan las ardillas. Las mejores son las piñas que comienzan a cuartearse y que mantienen la capa de resina. Acabarán de abrirse los próximos días al lado de nuestros fuegos y luego podremos romper la cáscara y guardar los piñones.
Por las noches, cuando su marido y sus hijas dormían, la madre se acurrucaba junto al niño y le susurraba al oído:
-Al llegar la próxima luna llena tendremos que abandonar las montañas e ir hacia las praderas porque llegará el invierno, la nieve lo cubrirá todo y los grandes animales del bosque bajarán al arroyo para buscar el alimento que les corresponde.
O le contaba alguna antigua leyenda:
-Eso que oyes es el Viento del Norte, que dentro de poco se hará más y más gordo y que vendrá cargado con sacos llenos de nieve. Hace muchos, muchos años, el Viento del Norte llevaba la nieve solo de la cima de una montaña a la cima de otra montaña, viajando con su saco cargado entre barrancos y ríos, sin dejar caer un solo copo, pero una vez se encontró con el Gran Espíritu, que le preguntó si podría darle un poco de esa nieve…
Abeto Floreciente no se separaba de su hijo en ningún momento. Lo llevaba al pecho o a la espalda, se acurrucaba en el lecho contra él para contarle los sucesos del día, o cuidaba del fuego con él en el regazo. Cierva blanca y Montaña Plateada lo comprendían, porque la madre debía ser los ojos del pequeño.
Arco Certero, cuando estaba a solas, movía la cabeza y se lamentaba pensando que su hijo sería muy infeliz. Y se entristecía pensando que nunca podría cazar con él en las montañas ni en las grandes praderas.
Ojo de Nube escuchaba a veces a su madre en silencio. También en silencio dejaba que ella posase sobre su pequeño pecho una hoja de tejo, una cinta de cuero o una pluma de pájaro, para que conociera en su piel las cosas que sus ojos no podrían ver. Pero otras veces parecía responder con maullidos que semejaban canciones: Mau-gau-maugau-gaugau
Llegó la quinta luna llena y, con ella, los primeros vientos fríos. Repletos los sacos de frutos y semillas y secadas las carnes de los animales cazados, los crow recogieron sus pieles, sus tipis y los palos que sostenían las tiendas, preparándose para el viaje.
Antes de partir, cada familia dejó en el centro de donde había plantado su tipi un puñado de frutos y semillas y una ofrenda de carne y de pescado, como agradecimiento a la Madre Tierra por haberles dejado utilizar su suelo y tomar su agua.
También agradecieron al Gran Espíritu del Bosque que les hubiera permitido recolectar frutos, recoger resinas o quemar leña.
Y dieron las gracias al Gran Espíritu porque los peces se hubieran dejado pescar y los ciervos se hubieran dejado cazar.
Por último, en una danza en la que participaron de ancianos a niños, se alegraron por haber pasado en las montañas cinco lunas más, deseando estar de regreso cuando las nieves se hubiesen retirado y los grandes animales del bosque se hubieran saciado de la comida que les correspondía.
Después de todo eso, el pequeño grupo de indios crow emprendió su viaje anual hacia las grandes praderas.

Ricardo Gómez Gil. Ojo de Nube. Editorial SM

Propuestas para mediadoras y para mediadores
Texto
Unos lectores nos presentan el libro del que hemos tomado el texto que acabas de leer.

Además, nos vamos a situar, de maravilla, viendo cosas de ese mundo en que vivía el protagonista de la historia: Ojo de nube. Estas son las casas de los indios crow.

Esta es una página informativa que ofrece desde el número de personas que caben en un tipi, el lugar donde se encuentran, el dinero que cuesta pasar una noche allí, los paisajes que puedes contemplar, las ciudades más próximas al asentamiento de los tipis, las actividades en la Naturaleza que recomiendan, la comida que puedes tomar y todo un completo servicio para visitar y vivir en un lugar mágico. Cuéntalo a tus mayores y a ver si se animan y hay dinero para conseguir ir allí. ¿Te imaginas? Bueno, por probar, no se pierde nada.

Palabra magica

Hoy la palabra mágica es tribu. Lo primero que haremos es saber qué dice el diccionario como definición de esta palabra. Así, podremos acercarnos a las diferentes tribus que vamos a conocer, gracias a internet.

Una tribu es un grupo humano, de diferente número de personas. Integran la tribu personas que tienen unas características comunes, que suelen formar pandillas, con los mismos gustos y aficiones. Vemos en la página siguiente, algunas tribus de indios norteamericanos, en el pasado siglo XX.

Y en las próximas páginas, verás que aparecen nuevas tribus. Las que ya en el siglo pasado se denominaban tribus urbanas. Son grupos de gente, casi siempre jóvenes y adolescentes, que se visten de forma parecida, viven en ciudades, normalmente muy pobladas, donde pretenden encontrar nuevas vías de expresión, porque las que ven no les parecen adecuadas.

Cuentame
Solo una pregunta antes: ¿conoces algún Ojo de nube? Es decir: ¿tienes, en tu familia, amigas o amigos, vecinos, algún niño que esté o haya estado ciego? ¿Y con alguna otra discapacidad? ¿Qué le dices a ese niño o a esa niña, a quien le falta el sentido de la vista o algún otro? ¿Sabes que en nuestro mundo actual existen organizaciones que se dedican a la ayuda de gente que tiene alguna discapacidad? Cuéntanos qué se hace en tu centro escolar, en tu barrio o pueblo, para ayudar a la gente que tiene algún problema físico o psíquico, mental. ¿Conoces estas asociaciones,  grupos de trabajo, personas, que se dedican a ayudar a la gente? Aquí tienes unas cuantas.

Si puedes y te interesa, no lo dudes. Contacta con personas que ayudan a la gente que lo necesita. Es probable que te haga falta hablar con los mayores que tienen la responsabilidad de tu vida. Habla con ellos y plantéales tus reflexiones. Hay mucha gente que nos necesita y podemos echar una mano. Mejoremos su vida, en la medida en que podamos. Que tengas y tengan suerte. Ese es nuestro deseo.
Autor
Ricardo Gómez Gil
Nace en Segovia en 1954. Estudia Matemáticas y fue profesor de esta asignatura durante más de veinte años. Su incursión en el mundo de la literatura se produce a mediados de los años noventa  del siglo pasado. Desde entonces ha cultivado distintos géneros: poesía, novela y relato corto, y ha recibido numerosos premios y menciones.
Nuestro observatorio
Se pueden consultar más datos biográficos sobre Ricardo Gómez en su página web.


Bibliografía

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor tomada de Canal Lector.