Archivo | julio, 2013

Las Islas Felices detrás del Viento. James Krüss. Editorial Anaya

25 Jul

islasfelices

Hablando habíamos llegado junto al hombre viejo con barba al que quería llevarnos el pájaro escribano. Estaba sentado al pie de una pequeña roca a la sombra de un pino. Junto a él brotaba un arroyo de la pared de piedra que se iba serpenteando a través de un prado de colores. Un león se había tendido al borde del arroyo y conversaba con el viejo.
Cuando el pájaro escribano nos presentó al anciano, nos saludó amablemente con la cabeza y nos invitó a sentarnos en el césped. Luego nos ofreció cerveza de miel. Echaba la cerveza de un cántaro que guardaba en un hueco hondo de la roca para que se enfriara.
-Precisamente estoy conversando con el león sobre un tema serio –dijo el viejo-. El señor Abdula, el león, afirma que tiene el derecho de comerse a las gacelas.
-Sí, señor –rugió Abdula-. Una ballena que ha pasado por la costa de África me ha contado que los leones de allí se comen a las gacelas.
-Eso es verdad –chilló la ratona Filina-, en todas partes donde hay leones y gacelas, los grandes leones matan a las pequeñas gacelas y se las comen.
-Pero no en las Islas Felices –dijo el viejo.
-Aquí los leones no tienen coraje para eso –resopló Abdula.
-No, aquí no lo necesitan –le corrigió el viejo-. Eso está relacionado con las cualidades especiales de las Islas Felices. Si tienen tiempo y ganas, señores míos, voy a contarles en pocas palabras la historia de estas islas. De todos modos tengo que contársela al león Abdula.
-Me gustaría mucho –exclamó Emma-ojos-de-águila.
-Y también tenemos tiempo –añadió Emma-banco-de-arena.
-Y además nos gusta oír historias –dijo Emma-pico-de-goma.
Entonces el viejo barbudo nos contó la historia de las Islas Felices detrás del Viento como sigue:
Muy al principio de la historia de la humanidad todos los seres de la tierra vivían pacíficamente entre sí. Todos hablaban el mismo lenguaje, ya fueran flores, leones, hombres o peces. Nadie se comía a nadie. Pues había bastante para comer. Los árboles frutales daban su fruto puntualmente en otoño. Los pollos, patos, gansos, avestruces o grifos ponían huevos para sus vecinos cuando hacía falta. Vacas y cabras daban leche. Coles y lechugas ponían a disposición todo lo que de ellas crecía sobre la tierra, y las remolachas y las patatas daban todo lo que de ellas crecía bajo la tierra. Así nadie necesitaba pasar hambre y nadie necesitaba comerse a nadie. El mundo era un paraíso.
Pero ya entonces había seres vivos que iban siempre sobre las patas traseras y las delanteras las usaban para atrapar. Tenían manos en las que podían oponer los pulgares a los otros dedos. Estos seres eran los hombres. Con sus hábiles manos construyeron una serie de cosas prácticas e hicieron diversos inventos provechosos.
Aprendieron a encender el fuego, a sembrar el grano, a trillar y a moler harina e inventaron también el horno. Cuando lo inventaron todo, hicieron el mejor invento de todos, cocer el pan.
Todos se alegraron mucho y ayudaron entonces a la producción del pan: los canguros tomaban la semilla en sus bolsas y la sembraban, los roedores mordían sus granos cuando estaban maduros, los leones los trillaban con sus colas, los elefantes los trituraban con sus patas enormes, y los hombres, al final, amasaban el pan, lo cocían y lo repartían. Los animales ya no tenían necesidad de ocupar sus días en la búsqueda de alimento. Ahora se tenía tiempo para conversaciones y juegos y nuevos inventos, porque su hambre se podía saciar en cada momento con pan.
Pero ahora que uno se podía saciar cada día y no tenía que esforzarse especialmente, los animales se volvieron algo raros. No se sabe exactamente quién comenzó. ¿Fueron los hombres, los leones, los buitres o los osos? En pocas palabras, de repente había fieras que comían a los hombres, y hombres que mataban animales y después los asaban y se los comían.
Comenzaron a comerse mutuamente, se volvieron desconfiados frente al vecino y hablaban entre sí solamente en voz baja.
Se inventaron incluso lenguajes secretos. Los perros hablaban guauguachi y los gatos miamiachi, los pájaros pipiochi e incluso entre los hombres surgieron varios lenguajes. Naturalmente en este tiempo los hombres eran los más felices, porque eran grandes inventores y podían protegerse en casas de piedra de los animales malvados. Inventaron un costal para sembrar, hoces para segar, mayales para trillar y piedras de molino para moler. Y cuando pudieron hacer solos el pan, no les dieron más a los animales.
Sí, aún vinieron cosas peores. Sacaban punta a fuertes ramas y las lanzaban desde lejos sobre el corazón de animales inocentes. Después asaban los animales, se los comían y a menudo consumían más de lo que necesitaban para saciar el hambre. Se volvieron gordos y blandos, perdieron el pelo de su piel y comenzaron a tener frío en invierno. Entonces se pusieron sobre su cuerpo las pieles de los animales que mataban e inventaron chaquetas, pantalones, zapatos, abrigos y gorros.
Desde entonces el mundo fue para abajo. Pues pronto inventaron los hombres el dinero y la pólvora, y el paraíso se convirtió en la enorme confusión que llamamos historia del mundo.
Sólo en un lugar de la tierra no se notó nada de estos cambios. Aquí, en las Islas Felices. Están rodeadas a veinte millas marinas de distancia por una corona de vientos en torbellinos, por la que nadie puede entrar por el agua o por el aire. Sólo muy abajo en el fondo del mar o alto, alto sobre las nubes logran a veces entrar aquí una ballena o un águila. Y porque estamos detrás de los vientos, señores míos, nos quedamos protegidos de la historia del mundo. Entre nosotros hablan todavía todos con todos, uno ayuda al otro cuando es necesario, no nos comemos mutuamente y cada uno obtiene sus beneficios por ello.

James Krüss. Las Islas Felices detrás del Viento.  Ed. Anaya

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

 Antes de comentar nuestra lectura de hoy, vamos a ver un poco los orígenes del ser humano. Cómo empezó la historia del hombre. Han pasado millones de años, desde aquellos difíciles comienzos.

Nos dice el autor que allí, en las Islas Felices,
“Aprendieron a encender el fuego, a sembrar el grano, a trillar y a moler harina e inventaron también el horno. Cuando lo inventaron todo, hicieron el mejor invento de todos, cocer el pan. Todos se alegraron mucho y ayudaron entonces a la producción del pan.”
Hoy, fabricamos el pan, eso que nos dice el autor que fue el mejor invento de todos y que tanto nos gusta, de esta manera.

Pues bien. Ahora, vamos a la literatura. Veremos cómo un autor, en este caso James Krüss, nos cuenta su historia. Que no es una historia de la realidad, de lo que los científicos han estudiado sobre el origen del hombre. Es una narración literaria de imaginaciones de lo que hace tanto tiempo pudo quizá pasar.

Cuando leemos este texto, nos suceden dos cosas al tiempo. Primero, pensamos según lo que nos dice el autor, en lo maravillosa que sería, a lo mejor, la vida en la tierra, al principio de los tiempos. Los animales que podían oponer los pulgares a otros dedos, los humanos, empezaron construir cosas prácticas e hicieron buenos inventos, útiles para la vida.

Lo siguiente que pensamos es: ¿y en qué acabará aquella historia del viejo barbudo que la contó, la de de Las Islas Felices detrás del Viento?

En cuanto al primer pensamiento, todo depende de quienes leen. Imaginar es algo tremendamente personal, único, irrebatible e insustituible. Las lectoras y los lectores tienen un don maravilloso que da la lectura: la libertad. Por eso soñamos, nos emocionamos, lloramos, cuando nos duele el corazón con lo que la autora o el autor escribe. Por tanto, tuya es la lectura. Siempre hay un ¿qué sucederá? Esa es la razón de que se parezcan tanto la lectura y el cine. Porque da igual el soporte que utilicemos. Puede ser el papel, la pantalla del ordenador o de una sala de cine, un anuncio que vemos en una valla…

Para la segunda pregunta que nos hacemos tenemos una solución facilísima. La lectura de la novela de James Krüss, de la editorial Anaya, nos puede resolver todas las dudas. El final de nuestros pensamientos es como el final de la película.

Sí hemos leído que el avance de la humanidad en los siglos que van pasando, empeora con el tiempo. Se empezaron a comer unos animales a otros, se tenían que proteger de los malvados y cosas peores. El autor nos dice que el mundo fue hacia abajo. Para colmo, los hombres, los humanos, inventaron el dinero y la pólvora. Entonces, “el paraíso se convirtió en la enorme confusión que llamamos historia del mundo”.

Palabra magica

La palabra mágica de hoy es contar. Esto dice el texto que hemos leído:

«Si tienen tiempo y ganas, señores míos, voy a contarles en pocas palabras la historia de estas islas. De todos modos tengo que contársela al león Abdula.
-Me gustaría mucho –exclamó Emma-ojos-de-águila.
-Y también tenemos tiempo –añadió Emma-banco-de-arena.
-Y además nos gusta oír historias –dijo Emma-pico-de-goma
Entonces el viejo barbudo nos contó la historia de las Islas Felices detrás del Viento.»

Los cuentos nos atraen, desde que somos muy pequeños hasta que tenemos más edad, mucha, muchísima edad. Lo dijeron las tres Emmas y quizá también se lo diría el león Abdula, al viejo barbudo. Porque la magia de contar la consiguen los grandes cuentacuentos. Esos o esas que nos emocionan, según cuentan una historia, que nos hace vivir la magia.

Cuentame

A lo mejor tú eres el séptimo lector o la séptima lectora de este séptimo cuentacuentos que te ha contado este séptimo cuento.

Pero se han cambiado las tornas. Hoy te toca a ti ser cuentacuentos. Es muy importante el lugar que elijas para contar el cuento. ¡Atención, mira!  Ya hay bastante público. Hemos pedido prestadas unas sillas en la cafetería bar que hay en la plaza, al lado del parque. Han sido muy amables y sólo nos han pedido una cosa: sentarse ellos también, cuando cuentes el cuento. No olvides que es muy importante llevar una ropa especial, tuya, la que usas cuando cuentas un cuento. ¿Cómo es? ¿Te pones una barba, si eres chico, como la que usas en halloween? ¿Y si eres chica, una larga cabellera muy canosa, blanca y zapatos de tacón de horrible bruja? O vas como siempre, porque es mejor ir como tú eres.

En ese lugar que elijas, pasa como en las Islas Felices. No existe nada más que el cuento que cuentes. Todo transcurre con armonía y paz. Aquí sólo se viene a oír tu cuento. Por eso es muy importante, para no defraudar al auditorio, que pienses lo siguiente:

¿Qué historia crees que le puede gustar a este fantástico auditorio que tienes? No olvides que es muy importante seleccionar bien la historia.

Cómo y cuándo sucedió
Quiénes participaron en la historia.
Dónde sucedió
Qué cosas, las más importantes, ocurrieron en tu historia.
Qué fue lo que más te llamó la atención: un susto, una sorpresa, una alegría, una risa, una tristeza, una alegría, un miedo…
¿A quién se lo contaste y cómo se lo dijiste?

Si ves que no te vas a acordar bien de esa fantástica historia que vas a contar, lo mejor es que cojas un papel y lo apuntes, para no olvidarte de nada. Las actoras y los actores de teatro repasan mucho el papel que tienen que hacer, antes de salir a escena. En algunos teatros, también hay apuntador, la persona que está pendiente de lo que dices, para apuntarte, si se te olvida algo. Tú puedes mirar tu papel, si lo necesitas.

A ver qué nos cuentas, porque estamos deseando escucharte. ¡Mucha suerte! Y ¡A escena! La función va a empezar.

Autor

James Krüss

Nació en 1926 en Helgoland, isla del Mar del Norte (Alemania). Es una isla pequeña que para Krüss fue muy importante en su infancia y juventud y lo convirtió en un convencido isleño durante toda su vida. Tras la segunda guerra mundial, en la que participó como soldado del ejército del aire, Krüss cursó estudios de magisterio, pero nunca trabajó como profesor.

Escribió novelas, poesía y guiones para la radio y televisión. En algunas ocasiones no firmaba con su nombre verdadero y utilizaba estos otros: Polder Markus y Ritter Félix. Un amigo alemán fue el que le animó a escribir para niños. En sus libros insistía mucho en la libertad y la paz.

Ganó varios premios, entre ellos el Hans Christian Andersen en 1968.

Murió en 1997 en la isla de Gran Canaria (España).

Nuestro observatorio

Más datos biográficos y curiosidades sobre James Krüss en Instituto Goethe y el periódico La Provincia

BIbliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor  tomada de  Canal Lector.

Canción de cuna de los elefantes. Adriano del Valle. Ed. Alfaguara

18 Jul

poesiaespañolaparaniños

El elefante lloraba
Porque no quería dormir…
-¡Duerme, elefantito mío,
Que la luna te va a oír…

Papá elefante está cerca,
Se oye en el manglar mugir;
Duerme, elefantito mío,
Que la luna te va a oír…

El elefante lloraba
(¡con un aire de infeliz!)
Y alzaba su trompa al viento…
Parecía que en la luna
Se limpiaba la nariz.

VV.AA. Selección y prólogo de Ana Pelegrín. Poesía española para niños . Ed. Alfaguara

 Propuestas para mediadoras y mediadores

RECURSOS

Texto

¿Has leído lo que les pasa a esos animales tan grandes, grandísimos, que nos parecen gigantes, a nuestro lado? Pues nos dice la poesía que, cuando son pequeños, les pasan cosas como a nosotras y a nosotros, los humanos. El elefantito, el “pequeñín” de la familia, lloraba. Si tienes gente menuda en casa, no hace falta que te digamos lo que pasa cuando no se quieren ir a dormir. ¿Recuerdas, por casualidad estos preciosos libros, de un elefante que se llamaba Elmer? A lo mejor sí, porque Elmer era de colores y fantástico. Aquí tienes a Elmer, con el abuelo Aldo…

Pero el elefantito de la poesía no era de colores, como Elmer. Él vivía en los manglares. ¿Sabes lo que son? Porque hay un verso que dice:

Se oye en el manglar mugir. Vamos a ver los manglares.

Y bien, ahora nos toca ver a los de verdad. A esos inmensos y maravillosos animales. Los elefantes. Y además, asistimos al comienzo de la vida de uno. De un “elefantito”, como nos dice la poesía de Adriano del Valle.

Seguro que conoces palabras que se utilizan para llamar el sonido que hacen los animales. Une el animal con su sonido.

1) Barritar o berrear a) Gaviota
2) Rugir b) Delfín
3) Aullar c) Serpiente
4) Reír d) Hiena
5) Silbar e) Ballena
6) Graznar f) Oso
7) Bramar g) Elefante
8) Chasquear
h) Lobo

Comprueba, en esta página, tu número de aciertos. Si tienes algún fallo, puedes corregir, consultando también el diccionario.

Palabra magica

La palabra mágica hoy es luna.

Dice la poesía, dos veces: “Que la luna te va a oír”.

Pero ¿quién dice esas palabras? ¿Las dice el padre del elefantito? ¿O las dice la madre, para que se durmiera y no llorara? ¿Tú crees que la luna lo va a oír o sólo es algo bonito que dice el escritor, el poeta? Vamos a mirar nosotros a la luna y veremos cómo se va moviendo y cómo va cambiando. Las diferentes formas que va teniendo la luna se llaman fases. Compruébalo ahora en tu ordenador.

Cuando termines esta poesía y veas las fases de la luna, a ver si eres capaz de mirar al cielo esta noche. ¿Estará la luna allá arriba? ¿En que fase está? ¿Está invisible y es luna nueva? Pues es una lástima, ahora no la vemos. Tenemos que tener un poco de paciencia y esperar una semana. Apúntalo en algún calendario que utilices y pon: tal día habrá luna nueva, no la veré. Después de una semana verás un trozo de luna. Apuntas que la luna está en cuarto creciente. Va a ir haciéndose más grande. Siete días después, ¡atención! Vas a asistir a la fase de la luna más grande. Es luna llena. A partir de ese día, verás que la luna se va haciendo como gajos de una naranja, cada día más pequeña. Es la fase de cuarto menguante. Y así, hasta que desaparece y todo vuelve a empezar.

Cuentame

Esta poesía que hemos leído a lo mejor te recuerda a cuando tenías menos años. ¿Tienes una hermana o un hermano en casa? ¿Vivió algún niño pequeño contigo o cerca de ti, que tú recuerdes? ¿Lloraba mucho, como el elefantito? Podías contarnos cosas de tus recuerdos. Seguro que tienes una memoria fantástica. ¿Te acuerdas de los nombres de esos pequeños que lloraban? Por si acaso tienes que vivir con alguna “llorona” o con algún “llorón” te recomendamos algo que suele funcionar en esos casos.

Hay libros que tienen un CD. Si lo puedes reproducir, para que lo oigan los pequeños, tienes:

Tralalí, ¡vamos a dormir! De Benjamin Chaud y Laurent Sauvagnac, en editorial Kókinos

Hay otro libro que te puede gustar a ti. Pero ya sabes que a los pequeños les encantan las cosas que a ti te molan. A ver si conseguimos, como la madre del elefantito, que dejen de llorar.

El libro es Concierto para animales, de Roger Olmos y Andrés Valero. Es de editorial Kalandraka.

Te deseamos que tengas mucha suerte y que puedas dormir maravillosamente. Que veas una luna preciosa y que tus sueños consigan que mañana sea un día fantástico.

Autor

Adriano del Valle

Nació el 18 de enero de 1895 en Sevilla (España). Murió el 1 de octubre de 1957 en Madrid (España).
Dejó sus estudios a los 16 años por ayudar a su padre en una fábrica de juguetes. Lector apasionado. Hombre polifacético, escritor y poeta, apasionado por el arte, introductor en España del collage. Director de varias revistas literarias y cinematográficas. Amigo de Federico García Lorca, los hermanos Borges,  D´Ors. Fue Premio Nacional de Literatura en 1933.

Nuestro observatorio

En las siguientes páginas se puede ampliar la biografía y consultar diferente material de documentación sobre Adriano del Valle.

Bibliografía

Pajarito sabio

Won-a-Nee. Scott O´Dell. Editorial Noguer

11 Jul

isladelfines

Un día, cuando me hallaba en el arrecife llenando de mariscos la canoa, vi una manada de nutrias marinas jugando en un banco de algas inmediato. Se perseguían unas a otras, hundiéndose por debajo del banco repentinamente para aparecer de pronto unos metros más allá. Era algo parecido al juego que solíamos emprender los chicos y chicas de mi tribu metiéndonos entre los matorrales de la isla. Busqué a “Mon-a-nee”, pero todos aquellos animales parecían iguales.
Llené, pues, mi canoa de abalones, y empecé a remar hacia la orilla con una de las nutrias siguiéndome. Cuando me paré repentinamente, ella se puso frente a mí. Estaba aún alejada de la embarcación, pero ya sabía quién era. Nunca pensé llegar a distinguirla de sus compañeras, aunque ahora estaba tan convencida de que se trataba de “Mon-a-nee”, que puse en alto, un poco separado de la canoa, uno de los peces que acababa de capturar.
Las nutrias marinas son animales de movimientos rapidísimos dentro del agua, y antes de que pudiera darme cuenta ya me lo había quitado de la mano.
Durante un par de lunas no volví a ver el bicho, y luego una mañana, mientras estaba pescando, emergió de repente en el banco de algas. Llevaba detrás a dos crías. Eran del tamaño de unos perritos de pocos días, y se desplazaban con tal lentitud que “Mon-a-nee” tenía que darles prisa para acelerar sus movimientos. Las nutrias de mar no saben nadar cuando nacen, y su madre tiene que enseñarles en seguida. Poco a poco logra mostrarles lo que tienen que hacer, dándoles golpecitos con sus aletas, y después nadando en círculo alrededor de las crías, hasta que éstas han aprendido a imitar su forma de proceder.
“Mon-a-nee” llegó muy cerca del arrecife, momento que aproveché para arrojar un pez vivo dentro del agua, de los que ya tenía en mi cesto. No lo atrapó instantáneamente, según era su costumbre, sino que estuvo esperando a ver qué harían sus crías. Cuando éstas demostraron interesarse más por mí que por su comida, y el pez empezaba a deslizarse veloz hacia la libertad, lo cogió con sus agudos dientes lanzándolo justo delante de las pequeñas nutrias.
Volví a echar otro pez delante de “Mon-a-nee”, y de nuevo hizo lo mismo. Pese a ello las nutrias pequeñas no supieron lanzarse a por el pez, y al fin, cansada de los juegos de pérdidas de tiempo, nadó hasta ponerse junto a ambas crías y empezó a darles empujones con el hocico. Entonces fue cuando comprendí que “Mon-a-nee” era su madre. Las nutrias escogen compañera para toda la vida, y si muere la madre, el padre se encarga de alimentar y cuidar a las crías. Eso es lo que debía haber ocurrido a “Mon-a-nee”. Miré a la familia de nutrias que nadaba feliz junto al arrecife.
-“Mon-a-nee” –le dije-. Voy a darte un nuevo nombre. El que te corresponde es “Won-a-nee”, porque significa “La chica de los Ojos Grandes”.
Las crías de nutria son animales de un crecimiento muy rápido, y pronto estuvieron aquellas tomando directamente el pescado de mi mano, aunque el abalone por mí lanzado alcanzase el fondo del arrecife, se zambullía, emergiendo con un marisco sujeto al cuerpo con una aleta, y llevando en la boca un pedazo de roca. A continuación se ponía a flotar de espaldas y, colocando el abalone sobre su ancho pecho, lo golpeaba una y otra vez con la roca hasta romper la concha.
Enseño a sus crías a hacer otro tanto. A veces estaba yo sentada en el arrecife la mañana entera, viéndolas a las tres golpear la dura concha contra el pecho. Si no hubiese sabido que todas las nutrias del contorno hacían lo mismo para poderse comer los abalones, me habría parecido que “Won-a-nee” era la inventora de un nuevo juego, sólo por su afán de complacerme. Pero lo cierto es que sus camaradas lo hacían igual. Algo que me maravillaba entonces, y que sigue dejándome perpleja hoy.
Después de aquel verano, una vez que me hice amiga de “Won-a-nee” y sus crías, nunca he vuelto a matar una nutria marina. Tenía a la sazón una capa de piel de ese animal, y la seguí llevando hasta su completo desgaste, pero jamás quise hacerme otra.
Tampoco volví a matar un cormorán para hacerme con sus plumas magníficas, aun siendo pájaros con un cuello largo y delgado, que están siempre emitiendo desagradables sonidos cuando hablan entre sí. Ni siquiera maté ya focas para aprovechar sus tendones; a partir de entonces me serví de algas para ligar o coger lo que necesitaba.
Incluso dejé en paz a los perros salvajes, a los elefantes marinos, a todos.
Ulape se hubiera reído de mí, y lo mismo el resto de la tribu. Pero el que más se hubiese divertido con mi proceder, a buen seguro, habría sido mi padre. Y, sin embargo, así es cómo había llegado a sentir en mis relaciones con los animales que se convirtieron en mis amigos, y también con los que aún no lo eran, pero con el tiempo podían llegar a serlo.
Si Ulape y mi padre hubiesen aparecido riéndose, y todos los demás de la tribu otro tanto, aun entonces hubiera continuado procediendo del mismo modo. Porque lo animales terrestres, los pájaros, son como la gente para mí ahora, aunque no hablen ni hagan otras cosas que nosotros podemos realizar. Sin ellos este mundo sería un lugar muy triste.

Scott O´Dell.  Won-a-Nee.  Ed. Noguer

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

Las primeras palabras de la protagonista, cuando está en su canoa, allí, en el arrecife, nos dan una pista de cómo es este animal marino. Sí, la nutria. Hay una palabra clave que nos define el comportamiento de estos animales: jugando. Son comportamientos que nos parecen casi increíbles, porque desconocemos mucho del mundo animal.

¿Sabes cómo son las nutrias? El diccionario de la RAE nos dice que es un mamífero carnicero, de tres a cuatro decímetros de altura y unos nueve desde el hocico hasta el arranque de la cola. Que tiene pelaje espeso, muy suave y de color pardo rojizo. Vive a orillas de los ríos y arroyos, se alimenta de peces, y se la busca por su piel, muy apreciada en peletería.

Aquí tienes a las nutrias nadando de la mano y jugando, gracias a las imágenes que hemos visto en Youtube.

Y ¿dónde tienen un problema las nutrias? Como dice el diccionario, se la busca por su piel, muy apreciada en peletería. No olvidemos que el ser humano busca también, por la calidad y lo que cuesta su piel, a animales como tigres, leopardos, jaguares, visones, martas, armiños, linces, osos, serpientes, lagartos, iguanas, cocodrilos y, por desgracia, un largo etcétera.

Sí, esto es real y quizá hayas oído hablar de ello. Procura ayudar a esos animales y conservarlos, mientras podamos. Podríais elaborar un cartel, con imágenes que obtengáis de internet o, mejor, dibujándolas, con un mensaje que elaboréis de protección a los animales. Aquí tienes a varios que están en peligro de extinción.

Lo que sí hemos aprendido con este texto de Scott O´Dell, de ese precioso libro que es La isla de los delfines azules, es que las nutrias escogen compañera para toda la vida y si muere la madre, el padre se encarga de alimentar y cuidar a las crías.

Palabra magica

Nos dice la protagonista:

“Ulape se hubiera reído de mí, y lo mismo el resto de la tribu. Pero el que más se hubiese divertido con mi proceder, a buen seguro, habría sido mi padre. Y, sin embargo, así es cómo había llegado a sentir en mis relaciones con los animales que se convirtieron en mis amigos, y también con los que aún no lo eran, pero con el tiempo podían llegar a serlo”.

Nuestra palabra mágica de hoy es amigos. Lo dice, como leemos en la contracubierta del libro de la editorial Noguer, Karana, “que así se llamaba la muchacha india que pasó dieciocho largos años viviendo en completa soledad”.

Si piensas un poco, seguro que en la literatura, en el cine o en la televisión, recordarás un montón de personajes que fueron o son amigos muy famosos. Ahí están Epi y Blas, Batman y Robin, Tom y Jerry, Mortadelo y Filemón…

Cuentame

Seguro que para ti, también la amistad es algo fundamental. Podrías contarnos qué esperas de las amigas y de los amigos. ¿Qué es lo que más valoras en la amistad? ¿Cuándo y con quién empezaste a sentir que había nacido la amistad? ¿Cuáles han sido los momentos más felices en tu relación de amistad? ¿Lo recuerdas?

Si tuvieras que empezar ahora una amistad verdadera con alguien, qué es lo que buscarías, entre toda la gente que conoces. ¿Crees que es lo mismo la familia que los amigos o amigas o son cosas totalmente diferentes? ¿Qué ha sido lo más importante que ha hecho por ti un amigo o una miga? ¿Y tú por ella o por él?

Autor

Scott O’Dell nació en Los Ángeles, California (USA) , el  23 de mayo de 1898 y falleció en Mount Kisco, Nueva York (USA),  el 15 de octubre de 1989. Estudió en varias universidades. Realizó diversos trabajos, especialmente en el mundo del cine y periodismo. Como escritor, destacó con sus libros de aventuras  destinados a los jóvenes.

Recibió numerosos premios entre ellos  el Premio Hans Christian Andersen.
Nuestro observatorio

En la siguiente página se puede ampliar algunos datos sobre Scott O’Dell.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor  tomada de  Canal Lector.

Dolor de rosa. Joles Sennell. Editorial Oxford University Press

4 Jul

dolor derosa

Una mañana, de pronto, me levanté con dolor de rosa. El dolor de rosa era una nubecilla pequeña, un copo de niebla, que se me había aposentado en medio del pecho y me producía un dolor dulce, suave, sutil. Era un dolor extraño, no sólo por su semejanza a una neblina rosada, sino porque, a pesar de ser un dolor y, por lo tanto, un poco angustioso, no resultaba desagradable.
Al principio, intenté hacerlo desaparecer sacudiéndolo con la mano, soplándolo con todas mis fuerza, echando a correr, acercándole una cerilla… No hubo nada que hacer. El dolor de rosa se movía un poco, parecía que iba a desvanecerse, pero al final, volvía a concentrarse en mi cuerpo. Tuve que aceptarlo. Y confieso que incluso me gustaba sentir aquella punzada extraña y dulce sobre mi pecho, un poco decantada hacia el lado del corazón.
Pero me daba vergüenza. La gente me miraba por la calle. Los niños me señalaban con el dedo mientras las madres les decían que señalar a las personas es de mala educación.
Lo peor fue el autobús. La gente, instintivamente, se alejaba de mi lado, como si la nubecilla de color rosado fuera algo contagioso y peligroso. Me sentí muy inquieto. Sobre todo porque, como todos los días, en el autobús de las siete y media iba aquella chica rubia que me gustaba tanto. Me dio rabia que me viera con aquella pinta.
Y lo de la nubecilla no fue nada comparado con lo que me pasó a continuación: sin saber cómo ni por qué, del dolor de rosa me salió una pompa tornasolada que fue subiendo poco a poco hasta el techo del autobús, donde me estalló. Los viajeros me miraron de mala manera mala manera. Y después me salió otra pompa tornasolada. Y otra…¡Menos mal que había llegado a mi parada! Bajé de un salto, sin atreverme a mirar a la chica rubia y dejando detrás de mí, como una estela, un olor a jabón de lavanda.
En la oficina, los compañeros de trabajo se fueron con todas las ganas de mi dolor de rosa. Y cuando, angustiado y ofendido, me senté en mi mesa al mismo tiempo que salía de la nubecilla un pensamiento amarillo y morado, la jerga que se organizó fue de aúpa. Salió el gerente, con cara de pocos amigos, me hizo responsable de la algazara y me echó una filípica de padre y muy señor mío. En plena bronca, salió de la nubecilla una mariposa de vivos colores que revoloteó durante un rato en torno a las narices del gerente. El hombre se puso frenético y me amenazó con encerrarme en el lavabo hasta que dejara de hacer aquellas “bromitas de mal gusto”. Me costó mucho trabajo convencerlo de que lo de la nubecilla era una desgracia como otra cualquiera. Al fin se fue a su despacho diciéndome que si aquel “curioso fenómeno” persistía lo que debía hacer era colocarme en un circo, fuera de horas de oficina, ya que sin duda podría sacarme un buen sobresueldo. Aquel hombre siempre pensaba en lo mismo…
Al cabo de una semana de dolor de rosa y de inesperadas apariciones de bambollas, flores, mariposas, libélulas, pajarillos de mil colores y más cosas, ya había aprendido cómo funcionaba todo aquello. Por ejemplo, me había dado cuenta de que los objetos y los seres voladores incontrolados y multicolores, aparecían cuando me ponía excesivamente nervioso por ser uno u otro motivo. Por otra parte, llegó un día en que en la oficina ya no hacían caso al extraño fenómeno y yo me había acostumbrado a tener la mesa llena de gusanos de luz, orquídeas exóticas, bolitas de colores y banderitas de papel de seda.
Lo que me resultaba más difícil eran los viajes en el autobús. La gente desconfiaba de mí y se advertía desde el primer momento que no les hacía ninguna gracia viajar en mi compañía.
A mí todo me daba igual. Por lo único que lo sentía era por la chica rubia, pero estaba seguro de que si me acercaba a ella con el propósito de darle una explicación, aún se asustaría más… No obstante, un día decidí que, a pesar de todo, era mejor decirle algo. No podía soportar la idea de que me tomara por un bicho raro, cosa que sin duda ocurriría si no hablaba… Y a mí la chica me gustaba tanto…
En un arranque de valor me acerqué a ella y le dije:
-Oiga…
No pude decir nada más. Me había puesto tan nervioso que la nubecilla lanzó una especie de bengala encendida. Ya podéis imaginar el revuelo que se armó en el autobús: Chillidos, gritos, corridas y desmayos al por mayor. El lío fue tan mayúsculo que el conductor se vio obligado a parar. Acto seguido vino hasta donde yo estaba y me echó del vehículo.
Me apeé con la cabeza baja, compungido y triste meditando mi mala suerte. Además de haberme puesto en ridículo delante de la chica, tendría que ir andando al trabajo y llegaría con retraso.
Y he aquí que, de pronto, oigo a mi lado una voz muy agradable que me dice: ¿Quería decirme algo?
Era la chica rubia. El corazón me dio un salto y la nubecilla dejó caer una pelotita de tenis.
-Se le ha caído esto –dijo ella con toda naturalidad al tiempo que recogía la pelotita del suelo.
-Si la quiere se la regalo –murmuré.
-¡Gracias! –contestó ella. Y sonrió. Aquello me dio fuerzas y le expliqué mi problema. Me escuchó atentamente y, al acabar mi relato y después de pensar un poco, dijo:
-Tal vez está enamorado…
-¿Y cómo es posible si yo, que sepa, no…?
-Oh –me interrumpió-, a lo mejor está enamorado sin saberlo y ésa es la causa de que le ocurra todo esto…
Como ella ya había llegado al lugar donde trabajaba, tuvimos que dejar la conversación en ese punto. Yo seguí mi camino más contento que un niño con zapatos nuevos.
Llegué tarde y el gerente me puso una sanción, lo cual no me importó ni poco ni mucho. A media mañana me di cuenta de que en las últimas horas no me había salido nada de la nubecilla y aquello no era normal. Pero lo más gordo era que tampoco estaba la nubecilla. Se había esfumado. A partir de aquel momento ya no hice nada de provecho. Sólo podía pensar en lo que me había dicho la chica del autobús. Al fin me dije que tenía que rendirme ante la evidencia.
En el autobús, de regreso a casa, volví a coincidir con la chica. Le mostré la desaparición de la nubecilla y le dije que después de haberlo pensado detenidamente había descubierto que tenía razón, que estaba enamorado de ella y que no me había dado cuenta hasta aquella mañana.
-¿Qué podemos hacer? –le pregunté.
Ella primero se sonrojó. Después dijo:
-Lo más urgente es decirnos nuestros nombres y tutearnos. Y después, quedar para salir… Me parece que eso es lo que suelen hacer los enamorados, ¿verdad?
Verdad.

Joles Sennell.  Dolor de rosa y otros cuentos.  Ed. Oxford University Press

Propuestas para mediadoras y para mediadores.

RECURSOS

Texto

 Dolor de cabeza, dolor de muelas, pero ¿dolor de rosa? Sí. Eso es posible gracias a la Literatura. La capacidad que tiene un autor para sorprendernos, para convertir la imaginación, su imaginación, en esas palabras, en ese texto que nos hace levantar una ceja, abrir los ojos como platos, bajar el labio superior… Toda una gama de gestos, muecas para demostrar nuestra extrañeza. Las primeras palabras de Joles Sennell son como una gran bolsa mágica, de la que vamos sacando sorpresas. Porque el dolor de rosa era una nubecilla, un dolor pero no desagradable. Era sutil. Aunque a nuestro protagonista no le gustaba del todo, porque intentó, por cualquier medio, hacerlo desaparecer. No hubo manera. Ya podía soplar, echar a correr y lo que fuera. Ahí seguía el dolor.

Pero no hay sólo un dolor de rosa, como le pasaba a quien cuenta la historia. Hay también, como puedes comprobar en esta dirección que te damos, un autobús de Rosa. Un libro de la editorial Barbara Fiore

Y aquí tienes unas cuantas, a las que sólo les falta el aroma. Sí. Son rosas.

¿Has oído, alguna vez, la expresión: la vida es de color de rosa? ¿Sabes qué quiere decir? ¿Piensas que tiene que ver con el dolor de rosa o es todo lo contrario? ¿Crees que pronto nuestro protagonista podría cambiar su dolor de rosa por otra expresión, que también utilice el color rosa, pero sea mucho más agradable?

Si te interesa el tema, puedes leer estos libros, donde está presente el amor, de diferentes maneras.

El blog de Cyrano
Gretchen se preocupa
El castillo de los Pirineos

Palabra magica

La palabra mágica hoy es enamorados.

La chica rubia del autobús es la que toma la decisión de hacer un comentario a nuestro protagonista. “Tal vez está enamorado…”
Como la contestación del protagonista no dejaba nada claro, sino que le dijo: “¿Y cómo es posible si yo, que sepa, no…?
Nuestro comentario al protagonista sería éste: “Pero buen hombre. ¿Se ha leído usted lo que en el diccionario encontramos, cuando buscamos la palabra amor? ¿Se ha dado cuenta, realmente, de lo que le está diciendo esa chica rubia que tanto le gusta a usted?

Mire, joven. Usted no tiene dolor de rosa. Usted lo que tiene es un enamoramiento por esa chica rubia. Usted está enamorado. Tiene usted todos los síntomas claros: siente usted inclinación por ella. Le tiene mucho afecto. Le alegra profundamente verla y le encantaría estar con ella. ¿Verdad? Pues es usted un verdadero diccionario abierto. Vaya usted a leer uno y verá cómo lo que usted siente es amor. Está usted enamorado.

Si le parece, podía usted contárnoslo, en el apartado siguiente. Si lo consigue, la palabra mágica ha logrado su hechizo. La magia de la palabra habrá funcionado.

Cuentame

¿Recuerdas cuándo fue tu primer enamoramiento? ¿Con quién fue? ¿Dónde te sentiste enamorada o enamorado?

Descríbenos cómo era él o ella. Qué es lo que más te gustó. ¿Fuiste capaz de decírselo? ¿Con qué amigas o amigos lo comentaste?

A lo mejor, no te sucedió nada de lo que dicen la chica rubia y nuestro protagonista. O a lo mejor sí. Dinos qué te importa más de una persona con la que crees que hay amor. ¿A qué sitios te gusta ir con él o con ella? Podrías contarnos si habéis leído los dos un libro o visto alguna película que os apeteciera. ¿Tenéis planteada alguna salida fuera de casa y del colegio o instituto? ¿Recuerdas la última excursión que hicisteis? ¿Adónde fuisteis? ¿Es problema el dinero con que contáis? A lo mejor, lo que más os apetece es ir a un concierto juntos. A ver si eres capaz de poner tus conjuntos preferidos y el título de alguna canción que os guste a los dos.

Cuando pasa algo que no va demasiado bien, ¿lo conversas con él o con ella o crees que es algo enormemente personal y que cada uno debe resolver sus problemas?

Autor

Joles Sennell

Nació el  24 de diciembre de 1945 en Vic (Barcelona, España).  Su nombre verdadero es Josep Albanell. Cuando escribe libros para niños utiliza el seudónimo de Joles Sennell. Vivió su infancia y adolescencia en Seu d´Urgell (Lérida, España). Actualmente vive en Barcelona.  Estudió Filosofía y Letras. Trabaja en un banco.

Fue un lector voraz de pequeño y no leía más porque no tenía más libros. Descubrió el “chollo” de la biblioteca pública de la Seu, y así pudo leer a Julio Verne y otros muchos más autores. Le gustaban las aventuras y sobre todo las de náufragos. También le gustaba Tarzán. Escribió su primera novela a los 12 años.

Ha recibido numeroso premios.

Nuestro observatorio

En las siguientes páginas se pueden ampliar algunos datos sobre Joles Sennell, además de consultar su biografía en Canal Lector.

Bibliografía 

Ofrecemos, a continuación, una selección de libros del autor  tomada de  Canal Lector.